Ha muerto Simon Wiesenthal: “La conciencia del Holocausto”. Murió en Viena a los 96 años. Ha muerto el famoso cazador de nazis cuya obra fue importantísima, no solamente por la cantidad de criminales nazis que logró llevar ante los tribunales de justicia, sino también por haber acuñado un principio fundamental: justicia y no venganza. Fue el representante permanente de las víctimas que se propuso traer a los perpetradores de los mayores crímenes hacia la justicia. Muchos, seguramente, después de la guerra expresaron su escepticismo acerca de tal posibilidad. Y no estaban totalmente equivocados. Los hechos ocurridos durante 1939-1945, comenzaron rápidamente a ser olvidados. Después de los juicios de Nuremberg donde fueron juzgados y condenados a muerte 12 nazis de la máxima jerarquía, más otros 10 que recibieron penas distintas, había muchos más para ser juzgados, miles, tal vez decenas de miles, lo que resultaba una empresa prácticamente imposible.
Los antiguos aliados de la Segunda Guerra Mundial se sumergieron rápidamente en las tareas de reconstrucción mientras que los Estados Unidos y la Unión Soviética se enzarzaron en una feroz lucha conocida como la Guerra Fría.
Era necesario formar un nuevo alineamiento, y en estos planes la ex Alemania de Hitler iba a jugar un importante rol en el frente antisoviético. Por eso resusltaba imposible, al mismo tiempo, denostar a Alemania y hacerle recordar constantemente sus crímenes. Mejor era arrojar un manto de olvido sobre estos terribles hechos. En los actos conmemorativos de la Shoá en Estados Unidos participaron solamente sobrevivientes. Decían las autoridades americanas que adoptar una actitud hostil hacia Alemania era un acto de carácter antiamericano. En tal situación ¿qué se podía hacer? Un grupo de judíos sobrevivientes de la Shoá, que todavía estaban en Europa por no encontrar un lugar dónde asentarse, resolvieron crear una organización llamada “Hanokmim” (Los vengadores). Buscaban a los asesinos de ayer, los ubicaban y les daban muerte. Frente a la poca efectividad de los tribunales nacionales que debían ocuparse de perseguir, juzgar y condenar a los asesinos nazis, la voz de Simón Wiesenthal se alzó como la conciencia del Holocausto. El acuñó la expresión “justicia, no venganza”. De no haberlo hecho resultaría que las víctimas judías actuarían de modo semejante al de los nazis, entonces toda su amargura justificada perdería vigencia al adoptar los mismos métodos que sus perseguidores.
Finalmente se impuso el criterio de Wiesenthal quien, con paciencia, estableció un centro de información en Viena hacia donde llegaban los informes de todo el mundo y que trajo como resultado la captura, el enjuiciamiento y la ejecución, o pesadas penas de cárcel, que fueron impuestas a los criminales nazis.
Su obra dio resultados. Uno de los más importantes criminales que pudo ser apresado fue Adolf Eichmann, quien había encontrado un cómodo refugio en la Argentina.
Los nazis, Eichmann entre ellos, presentaron varios argumentos: que su detención era ilegal, lo mismo el juicio y por supuesto la condena. Otro argumento utilizado, ya en aquella época, fue el de la “obediencia debida”, algo que hemos escuchado con bastante frecuencia en nuestras latitudes.
Wiesenthal fue también el promotor del Museo de la Tolerancia en Los Ángeles que se transformó en un importante centro de testimonio y entendimiento entre todas las naciones. Wiesenthal mismo estuvo en varios campos de concentración y salió de allí hablando en nombre de los valores de la justicia como único medio para hacer del mundo un lugar donde todos podamos vivir de acuerdo a nuestras creencias, nuestras características y cultura. Su obra no ha terminado y debe ser continuada si queremos asegurar una convivencia pacífica para el futuro.