Medio Oriente:

Dos dirigentes débiles

El pasado 9 de enero del 2005, Mahmud Abbas, más conocido como Abú Mazen, fue elegido Presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP). Al día siguiente, en Israel se constituyó un nuevo Gobierno encabezado por el primer ministro, Ariel Sharón, y en el que se incluía al Partido Laborista. En todo el mundo se abrigan nuevas esperanzas respecto a la posibilidad de retomar el proceso de paz con este telón de fondo. Pero esas esperanzas pueden ser prematuras.

Por Yossi Beilin *

Abbas preside una autoridad vacía. A lo largo de los últimos cuatro años, los sistemas de gobierno de la Autoridad Nacional Palestina han sido destruidos, desde las cárceles hasta las diversas fuerzas de seguridad.
En las zonas controladas por la ANP reina la anarquía, y la gente se cuida mucho de no salir de noche por miedo a ser víctima de robos o violaciones. Cierto, sus elecciones fueron más democráticas que las de cualquier otro país árabe; sin embargo, una Autoridad sigue sin ser un Estado, e Israel continúa siendo el verdadero gobernante de las zonas de la Autoridad Nacional Palestina, cuya libertad de acción es extremadamente limitada. Abbas puede conceder entrevistas a todos los medios de comunicación, puede visitar capitales por todo el mundo e incluso puede reunirse con Ariel Sharón, pero no logrará triunfar en su cometido si Estados Unidos, Europa e Israel no lo ayudan. Si, en un futuro próximo, no transmite a los residentes de Palestina la sensación de que su situación ha mejorado, de que la tasa de desempleo ha descendido, de que la pobreza ha disminuido y de que pueden moverse con mayor libertad, sin ser detenidos en cada puesto de control del Ejército israelí a cada minuto… entonces, sencillamente, dimitirá del cargo. De todos es sabido que Abbas no es un enamorado del poder; él mismo lo demostró al dimitir de primer ministro hace un año y medio.
Sharón constituyó el nuevo Gobierno israelí con mucha dificultad. La derecha lo abandonó, tanto fuera de su partido como dentro del Likud. Para formar gobierno tuvo que depender de los votos del partido encabezado por mí (Yahad, Israel Social Democrático).
Pese a que formamos parte de la oposición parlamentaria, le dimos nuestros votos para no impedir la puesta en práctica de la retirada unilateral de la Franja de Gaza. Es éste un mundo extraño, no cabe duda. Mahmud Abbas depende de Ariel Sharón para tener éxito. Sharón depende del bando israelí de la paz.
Abbas necesita visión política, ayuda económica, la liberación de prisioneros, suspensión de los asentamientos y el cese de asesinatos selectivos.
Sharón necesita apoyo político para su minoría gubernamental. Si Sharón no permite que los miembros de las fuerzas de seguridad palestinas vayan armados, éstos no tendrán forma de combatir el terrorismo islámico y la única vía que le quedará a Abbas para arrostrarlo será incorporarlo al sistema de gobierno de la Autoridad Nacional Palestina. Esa medida seguramente le costaría muy cara a Abbas, sobre todo a causa de la exigencia de Hamas de tener veto en cualquier proceso político. Cualquiera que desee evitar ese movimiento debe permitir que las fuerzas de seguridad palestinas vayan armadas y debe garantizar una cooperación palestino-israelí en materias de seguridad igual a la que existió en la segunda mitad de la década de 1990.

Dos dirigentes débiles se han convertido de pronto en la esperanza para el inicio de un nuevo capítulo en Medio Oriente. Podrían fortalecerse uno a otro, si Sharón permite a Abbas luchar contra los elementos fanáticos y si Abbas consigue poner fin a la violencia y al terrorismo. En caso de que esto suceda, y en caso de que ambos sobrevivan políticamente hasta el verano, la retirada de la franja de Gaza será puesta en práctica. Sin embargo, el gran interrogante es qué sucederá tras esa retirada. Abbas querrá llegar a un acuerdo palestino-israelí permanente lo antes posible. Creo que Abbas y sus colaboradores estarán dispuestos a firmar un acuerdo parecido al de Ginebra, alcanzado el 1 de diciembre del 2003. Sharón preferiría esperar unos años tras la retirada de la franja de Gaza y, a lo sumo, accederá a continuar con la retirada unilateral de unas cuantas zonas de Cisjordania. La principal confrontación política, por tanto, tendrá lugar probablemente después de la retirada de la Franja de Gaza.
Llegado ese punto, el cuarteto -el marco conjunto formado por Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia y la ONU- tendrá un papel destacado. Si el “Mapa de Rutas” no se actualiza -dado que todas sus fechas fijadas ya han quedado atrás-, no habrá posibilidades reales de progreso político de ninguna clase tras la retirada de Gaza. El cuarteto debe actualizar ahora el “Mapa de Rutas” a fin de incorporar la retirada de la Franja de Gaza en su primera etapa, establecer nuevas fechas para la finalización de la primera y la segunda etapas y decidir cuándo debe entrar en vigor el nuevo acuerdo permanente. A fin de cuentas, según el plan original, ya tendría que estar vigente este año…
La elección de Mahmud Abbas abre las puertas a una gran oportunidad. La disensión dentro del Likud también crea nuevas oportunidades.
El distanciamiento entre Sharón y Abbas es muy profundo; con todo, tal vez su debilidad, junto con la presión interna ejercida por el bando de la paz y la influencia externa del cuarteto, hará posible un auténtico cambio político en un futuro próximo.
Todos los que creemos en la paz palestino-israelí deberemos invertir una gran cantidad de nuestro tiempo durante el año 2005.

*: Yossi Beilin es impulsor del “Acuerdo de Ginebra” y presidente del partido israelí Yahad.