Publicado en ‘Haaretz’ -10 de febrero de 2005-:

Un tipo vergonzoso de sionismo

Ha pasado un tiempo largo desde que el sionismo no tenía semejante resurgimiento. Cada uno está unido a la causa al afirmar su posición contradictoria con el tema que es el corazón y el alma del sionismo: "la redención de la tierra." La decisión del Fiscal General para acabar con la discriminación del Fondo Nacional Judío (FNJ) cuando se trata de arrendar tierra a los árabes -y su hallazgo de una manera de perpetuar esa discriminación a través de "tierras alternativas"- ha sido alabada por Yossi Beilin que encontró que ella era una "redención del sionismo," y vehementemente condenada por miembros de la Knesset (Parlamento israelí) de la derecha que la llamó "anti-sionista".

Por Meron Benvenisti

El Ministro de Finanzas Benjamín Netanyahu fue más lejos al utilizar al sionismo para legitimar la injusticia de la decisión de aplicar la ley de ausentes a los dueños de propiedades de Jerusalén Oriental, llamándola «una decisión sionista apropiada.»
Cuando el sionismo es invocado para excusar, legitimar y justificar el robo y la discriminación, y cuando se tuercen los hechos conocidos a sabiendas, se vuelve vergonzante y ultrajante. Aquellos orgullosos de acciones censurables, que están mejor servidos por el silencio, son los primeros en estar perturbados cuando los enemigos de Israel y el Sionismo se basan en ellos para probar las imputaciones.
Por ejemplo tome la «decisión sionista apropiada» con respecto al robo de propiedades de cisjordanos que son definidos como «ausentes» de sus tierras dentro de Jerusalén Oriental. El gobierno israelí repintó el arma oxidada usada por el Estado hace dos-años para encargarse de millones de dunam de propiedad abandonada y decidió reasumir el uso de la ley para continuar «redimiendo la tierra.»
Como un eco de los palestinos que predican «el retorno,» Netanyahu dijo «Jerusalem es igual que Jaffa o Akko abriendo, así, la caja de Pandora de Jerusalem Oriental.
Los datos son muy conocidos y no discutidos. Entre 60 y 70% de la tierra de Jerusalem Oriental era poseída por palestinos ausentes, muchos de ellos de Jerusalem Oriental quienes fueron otra vez recordados de sus hogares en Katamón, Baka y Malha.
Si los judíos pueden declarar la «ausencia» de personas que están presentes «un acto de soberanía sionista,» entonces su imagen espejada puede considerar el retorno del ausente como una meta nacional legítima.
El enfoque que describe el «retorno» como el terror que quiso destruir a Israel, mientras que robar la tierra a través del uso de fuerza y grandes desatinos legales es un hecho sionista noble, sólo es aceptable para aquellos que piensan que los valores universales no son aplicables a ellos.
Precisamente es esa confrontación, esa que el pueblo decidió en 1968 no aplicar la ley del propietario ausente a Jerusalem Oriental, la que estuvieron intentando neutralizar, buscando determinar que lo que era permisible en 1948 en la tormenta de la guerra fue prohibido en 1967.
Ese pueblo no era menos sionista que Benjamín Netanyahu. Ellos eran ciertamente más sabios que él: quisieron desconectar el «caso» de 1948 del «caso» de 1967, y convertir la victoria de los Seis Días en una palanca con la que se elevarían las relaciones israelíes-palestinas a un nuevo plano, de paz y conciliación.
Esa aspiración se frustró como consecuencia de aquellos que perciben el sionismo como un estado de revolución permanente, y por consiguiente como una ideología que impone hostilidad eterna.
Ese entorno justifica el robo y la discriminación racista contra el árabe «enemigo» y permite las distorsiones de la historia. Ya se han revelado los detalles sobre las falsas afirmaciones del FNJ que la tierra era adquirida «con los kopeks (moneda rusa), peniques, y céntimos que entraron en la alcancía pequeña».
Los palestinos desarraigados, incluso las decenas de miles de ciudadanos israelíes «ausente-presente», no consiguió un sol ágora (unidad monetaria israelí) por su tierra que fue dada al FNJ, mientras el gobierno de Israel era compensado en lugar de ellos en un trato que incluso era ilegal según los líderes del FNJ.
Ese pacto de ladrones creó deliberadamente una nebulosa de adquisición voluntaria a los dueños durante el tiempo del mandato británico y «la redención de la tierra» por el gobierno de Israel, y todo sólo porque David Ben Gurión estaba angustiado por el poder de la ONU. Él prometió, según la decisión de la partición que «no habría ninguna expropiación de tierra árabe por el estado judío» y a través de la venta al FNJ quisieron superar esa prohibición.
Ben Gurión supo muy rápidamente que no había nada que temer y así la necesidad del FNJ desapareció, pero el hecho fue establecido: un mecanismo de discriminación contra los ciudadanos árabes del Estado fue instituido y ahora ha sido reavivado.
Hay dos conclusiones a ser deducidas de esta erupción de sionismo enérgico. Primero, una privada: si esto es el sionismo, es deshonroso ser un sionista.
El segundo es que una sociedad no puede ser basada, en el tiempo, en una corrupta fundación de robo y decepción; y si ella no transforma su base ideológica, está condenada a la ruina.