La liberación de presos palestinos fue uno de los compromisos asumidos por el primer ministro israelí, Ariel Sharón, durante la cumbre con Abú Mazen. Numerosos micros con presos esposados fueron saliendo de la prisión israelí de Ketziot, en pleno desierto, con destino a cinco puntos distintos de Cisjordania y la Franja de Gaza, donde fueron recibidos por multitudes eufóricas.
En Nablús, al norte de Cisjordania, unas 15.000 personas dieron la bienvenida a un grupo de 100 presos. Entre los que recibieron a los presos había miembros del Hamás. «No habrá paz mientras haya un solo prisionero en cárceles israelíes», gritó a la multitud el líder de Hamás en Cisjordania, Hassan Yusef.
Israel prometió la liberación de otros 400 presos en los próximos tres meses. Una comisión ministerial palestino-israelí deberá decidir a quiénes serán los presos liberados en la siguiente ronda. Israel se niega a excarcelar a los que tengan «las manos manchadas de sangre». El Estado de Israel mantiene en sus cárceles a más de 8.000 presos palestinos.
La liberación se produjo un día después de que el Gobierno israelí aprobara la retirada de los asentamientos judíos de Gaza y la modificación de la barrera o muro defensivo en Cisjordania con el objetivo de que se ajuste más a la frontera internacionalmente reconocida entre los territorios palestinos y el Estado de Israel (la Línea Verde).
Esta modificación de la barrera no ha satisfecho a los palestinos, que consideran que el nuevo recorrido abarcará no menos del 6% de los territorios reclamados por los palestinos para formar parte de su futuro e hipotético Estado independiente.
Sharón ya firmó una orden que obliga a los ciudadanos israelíes a abandonar esas zonas hasta el 20 de julio. Quienes no cumplan serán sacados por la fuerza durante los siguientes dos meses. Los dirigentes de los colonos de las zonas afectadas han jurado que no abandonarán la zona voluntariamente por lo que las fuerzas de seguridad israelíes esperan fuertes enfrentamientos.