En tan sólo seis días, el Ejército y la policía israelíes completaron su tarea más controvertida y difícil desde 1967: la evacuación de 21 colonias de la franja de Gaza y otras 4 de Cisjordania.
Con este desalojo, Israel pone fin a la colonización en la Franja de gaza y, contrariamente a esto, pretende afianzar los asentamientos de Cisjordania: una estrategia política que está por verse si le dará el resultado deseado al premier Ariel Sharón, creador del Plan de Desconexión Unilateral que aparece, hasta ahora, como el gran vencedor de la contienda interna a través de una clara demostración de fuerza, determinación y eficacia de las fuerzas de seguridad israelíes.’
El último día de evacuación, en el que fueron desalojadas las colonias cisjordanas de Homesh y Sanur, dejó para la historia escenas semejantes a las de Gaza: los colonos se retiraron entre rezos, lágrimas, y chantajes emocionales que promovieron escenas de llanto y lágrimas entre las tropas.
Detrás de ellos se atrincheraron jóvenes extremistas y mesiánicos procedentes de otras colonias que se resistieron a las fuerzas de seguridad con más histeria que organización.
El asedio de la escuela religiosa de Homesh y de la colonia de Sanur no tuvo más historia que la que quisieron darle las fuerzas de seguridad con sus negociaciones para evitar la imagen de soldados israelíes llevándose a la fuerza a colonos judíos.
Cuando fue obvio que no había acuerdo posible, el descomunal despliegue policial y militar -que incluyó grúas para subir a los militares a los tejados- no tuvo excesivos problemas para hacerse con el control de la situación.
Para las estadísticas, la última jornada de evacuación dejó 31 soldados y 11 colonos heridos leves y 17 jóvenes radicales detenidos.
Siguiendo con las estadísticas, el balance definitivo no puede ser más que positivo para las fuerzas de seguridad israelíes: en los seis días de esforzado y duro trabajo -5 en realidad, dado que el sábado 20 de agosto respetaron el Shabat- vaciaron 25 colonias y expsacaron de ellas a unos 15.000 israelíes, casi el doble de la población real de estos asentamientos.
El proceso de evacuación resultó, inevitáblemente, muy doloroso para los colonos, pero no puede decirse que se haya desatado una violencia extrema, ni revuelta social o guerra civil en Israel, ni desobediencia masiva de los militares.
Seguramente ahora, Sharón se concentrará en cosechar los frutos internacionales de la desocupación y en tratar de restablecer el vínculo con muchos de los integrantes de su partido, el Likud.