Un cachetazo a la dirigencia de la DAIA:

¿Ingenuos o maquiavelos de 70 años?

El pasado miércoles 31 de agosto, la DAIA hizo entrega, en su edición 2005, de los Premios DAIA en reconocimiento a instituciones destacadas en impulsar la defensa de los Derechos Humanos. En esta ocasión, las organizaciones receptoras fueron la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), la B´nai B´rith Argentina, la Fundación Poder Ciudadano y el Movimiento Judío por los Derechos Humanos (MJDH). Fue justamente ésta última organización la que dejó al descubierto la ingenuidad política (o maquiavelismo para otros) de los dirigentes de la DAIA quienes, tratando ineludiblemente de blanquear su ausencia de autocrítica -respecto a las acciones de la institución durante la última dictadura militar-trataron de acallar las críticas de los sectores más comprometidos de la comunidad, premiando al MJDH. “No olvidamos y tampoco perdonamos -expresó Pedro Resels- a quienes no han hecho una pública, sincera y profunda autocrítica... es por ello que en nombre del MJDH no puedo, por ahora, recibir el premio...” La DAIA, que cumple 70 años de vida, recibió el mayor cachetazo de los últimos tiempos en su propia fiesta...

Por Guillermo Lipis

La historia no es nueva, en todo caso se trata de otro capítulo entre dos sectores antagónicos de la comunidad que volvieron a demostrar una manifiesta imposibilidad de diálogo y comprensión. Unos, la DAIA, tratando de ocultar maquiavélicamente la falta de autocrítica respecto a la actuación de sus dirigentes durante la dictadura; y otros, el MJDH, no resignando las banderas históricas de su lucha, a pesar de las serias diferencias internas entre sus máximos dirigentes.

“No perdonamos”

Lo que sigue es el duro discurso de Pedro Resels, el representante del Movimiento Judío por los Derechos Humanos, en ocasión del rechazo al Premio DAIA 2005:

No olvidamos que hace 22 años la bandera del Movimiento Judío por los Derechos Humanos ondeaba por primera vez en las calles de Buenos Aires, llevada por Marshall Meyer y Herman Schiller, junto a Saúl Drajer, Eliahu Tocker, Baruj Plavnik, Fernando y Tamar Sokolowicz, Rosa y Pedro Resels, Ana y Manolo Grinstajn, junto a familiares de detenidos desaparecidos judíos y a miles de compañeros.

No olvidamos que hacen hoy 8.350 días una infame solicitada firmada por la DAIA, la AMIA y la OSA nos acusara de favorecer al antisemitismo por realizar un acto donde fueron oradores Hebe de Bonafini y el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, convocado bajo la consigna “Contra el Antisemitismo”.

No olvidamos a aquel embajador de Israel que nos calificara como “judíos biológicos”, ni ese informe con el que la DAIA pretendía explicar lo que había realizado durante la dictadura militar y sólo publica una lista mínima de nombres de detenidos desaparecidos señalando que pertenecían a tal o cual organización o que se le había secuestrado un arma o que se lo había aprendido cuando estaba oculto en el consultorio de su padre.

que mientras en nuestro país desaparecían, día a día, decenas de compañeros -entre ellos 2.000 judíos- el Estado de Israel se concentraba en venderles armas a los militares asesinos. Como dijera Reneé Epelbaum, madre de 3 detenidos desaparecidos: “no quisiera enterarme que a mis hijos judíos lo asesinaron con armas israelíes”.

No olvidamos que mientras desaparecían 30.000 argentinos, entre ellos 2.000 judíos, el entonces Presidente de la DAIA afirmaba que a la comunidad judía le convienen más los gobiernos de facto que los democráticos, porque aquellos controlan mejor el antisemitismo.

No olvidamos que estas actitudes antagónicas no surgen por simples disidencias o distintos enfoques, sino porque para nosotros los desaparecidos eran compañeros de lucha, mientras que para el judaísmo oficial eran terroristas que estaban en la vereda opuesta de su causa. Los desaparecidos judíos, lo supieran o no, estaban mil veces mas cerca de las utopías de justicia de los antiguos profetas de Israel que los corruptos que condujeron a las instituciones judías.
Hemos dicho, y lo reafirmamos hoy, que nuestros compañeros detenidos desaparecidos, con métodos que no siempre compartimos, lucharon por NUESTRA Y VUESTRA LIBERACION como antes lo habían hecho nuestros hermanos, los combatientes del gueto de Varsovia.

No olvidamos que mientras acompañábamos a la compañera Laura Ginsberg en su denuncia al Estado Argentino y al emblemático judío oficial de aquel entonces Carlos Corach, como culpable local del atentado a la sede de Pasteur 663, la dirigencia comunitaria, a cargo de un grupo de banqueros, cruzaba vergonzosamente la Plaza de Mayo para pedirle perdón a sus verdugos.

Entendemos a la defensa de los Derechos Humanos, en las palabras de Albert Einstein, como “una lucha eterna en la que no habrá nunca una victoria definitiva, pero desfallecer en esa lucha significaría la ruina de la sociedad”
Y es por ello que no olvidamos. Y tampoco perdonamos a quienes no han hecho una pública, sincera y profunda autocrítica, que sólo será discursiva sin un profundo cambio en la representación política de la comunidad judía.
Es por todo ello, señor Presidente de la DAIA, que en nombre del Movimiento Judío por los Derechos Humanos, no puedo -por ahora- recibir de vuestra organización el premio DAIA 2005.

Post cachetazo

A esta altura, ya un silencio sepulcral se había apoderado del Aula Magna de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, sitio donde se celebraba el acto.
El ambiente se cortaba con cuchillo, y sobre el escenario, el Presidente de la DAIA, Jorge Kirszenbaum y el Secretario General, Julio Toker, sólo atinaron a saludar a Resels cuando volvió a su asiento y se apoderó de ellos un estupor que les impidió, por el lapso de unos 10 segundos, continuar presentando a las instituciones receptoras del Premio.
Ya finalizado el acto, Nueva Sión habló con Julio Toker:

¿No preveían que esto podía suceder?

Nos traicionaron, espetó Toker con furia contenida que, casi, parodiaba un monólogo de Tato Bores.
Herman Schiller nos confirmó que el MJDH recibiría el Premio DAIA y que harían una declaración crítica al momento de la aceptación.
Me dijo que si bien tenía muchos conflictos dentro del Movimiento, atento a la vocación de cambio que viene experimentando esta DAIA, aceptarían el premio con reservas y exprensando una crítica abierta.

Schiller ni siquiera concurrió al acto.

Debe de haber perdido autoridad dentro del Movimiento, afirmó categórico. Para esto no lo hubieran aceptado, o no tendrían que haberse presentado. Si mandaban una carta de rechazo la hubiéramos leído.

¿Está seguro de ello?

Por supuesto.

Definiciones

Un día después del acto, la última afirmación de Toker puede, tranquilamente, ser puesta en duda. En el despacho habitual de prensa que envió la DAIA, sólo figuran extractos de los discursos del Decano de la Facultad de Derecho, Atilio Alterini, y del Presidente de la B´nai B´rith, Pablo Gorenstein. Y, por supuesto, el texto completo leído por Jorge Kirszenbaum.
Entre el público, lo que más molestó, pareció ser el entorno en el que se produjeron las afirmaciones del representante del MJDH y no, estrictamente, sus dichos.
Lo que, hasta este momento, nadie informó es que hace un mes atrás, el CELS había rechazado la distinción para no blanquear a la DAIA. El MJDH, sencillamente, utilizó otra táctica.

¿Por qué lo aceptaron si sabían que iban a rechazarlo?, consultó Nueva Sión a una fuente del Movimiento.

Porque si no lo aceptábamos, ¿dónde íbamos a decir lo que dijimos?

Y la fuente tenía razón. A tal punto tenía razón que ni siquiera el diario ‘Página/12’, bastión defensor de los Derechos Humanos en mejores épocas del periódico (pero aún vinculado a Fernando Sokolowicz, co fundador del MJDH), le dio centimetraje destacado al episodio. La información sólo voló por cadenas de e-mails y por Internet.

¿Y ahora qué?

¿Cuál es el futuro de esta dirigencia de la DAIA? En estas horas deben de estar debatiéndolo a puertas cerradas, y golpeándose el pecho por haber sido víctimas… pero de sus propias acciones (haber invitado al MJDH pensando que con esto, tal vez, evitaban la elaboración y difusión de una autocrítica) e inacciones (al no haber realizado la consecuente autocrítica).
Sea como fuere, por exceso de ingenuidad o maquiavelismo político, una vez más, han demostrado una curiosa eficiencia en sumar ineptitudes a este curioso estilo de conducción.
¿Y la renuncia? No de eso, seguramente también por ingenuidad o maquiavelismo político, tampoco se habla.
Se podrá discutir la forma utilizada por los dirigentes del MJDH, pero la ética de los sobrevivientes, en este acto, había quedado a salvo.