Veamos algunos ejemplos:
1- Sigue debiendo (desde 1997) la entrega del famoso Libro Blanco que dijo disponer en el que, supuestamente, figuraban los nombres de todos aquellos que obstruyeron las investigaciones de la causa AMIA.
2- ¿Por qué Beraja y la DAIA sostuvieron a la misma abogada, la doctora Marta Necrcellas, en sus respectivas defensas produciendo sospechas y suceptibilidades acerca de la posible connivencia de intereses entre la defensa de Beraja y la misma causa AMIA?
3- Según información suministrada por ex personal del extinto canal “Alef Network”, en 1996, Beraja -uno de sus propietarios entonces- decidió despedir al personal contratado para el Departamento de Noticias, casi coincidentemente con investigaciones que se venían realizando en las que se profundizaba la llamada ‘pista siria’ en los atentados a la Embajada de Israel y la AMIA.
4- ¿Por qué cruzó la Plaza de Mayo, directo al despacho del entonces Ministro del Interior Carlos Corach, aquella nefasta tarde del 18 de julio de 1997, cuando Laura Ginsberg -a través de su famoso “Yo Acuso”- dejó en claro dónde estaban los familiares más coprometidos con la búsqueda de la verdad, y los dirigentes que sólo pretendían acallar los fuertes y ya imparables reclamos de justicia de gran parte de la comunidad judía de la Argentina no vinculada con el establishment comunitario.
Es posible -o no- que, en el futuro, se encuentren nexos entre los negociados de Beraja, su banco y el pasar comunitario durante aquellos años. Ni siquiera sé, ya, si importa para algo más que la historia. Pero estos cuatro puntos que menciona más arriba, a modo de ejemplo, son fuertes indicadores de que la comunidad no olvida, y que ni Beraja ni sus continuadores al frente de la DAIA, respondieron ni por él, ni por el honor de la institución.
Estas son solo algunas de las respuestas comunitarias pendientes.