Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, el 1 de septiembre de 1939, la marina de guerra nazi estaba compuesta por muchos submarinos y por ‘acorazados de bolsillo’, como el “Admiral Graf Spee” y otros.
Estos acorazados fueron el resultado de las condiciones del Tratado de Versalles que limitaba el tonelaje de los buques de guerra alemanes a unos 20.000 toneladas, lo que los obligó a construir barcos que cumplían con esta disposición, pero tenían un poder de fuego mucho mayor. Su tripulación estaba compuesta por 44 oficiales y 1.050 suboficiales y marinos.
Su autonomía era de 19.000 millas náuticas y contaba con el apoyo del buque ‘Altmark’ que lo abastecía de acuerdo a las necesidades con combustible y municiones.
El ‘Admiral Graf Spee’ fue destinado al hemisferio sur con el objetivo de hundir la mayor cantidad posible de barcos aliados, especialmente británicos. En esta función estaba cuando, el 13 de diciembre de 1939, avistó un barco que parecía ser mercante, pero que en realidad era el ‘Exeter’, buque de guerra británico, acompañado por los buques ‘Ajax’ y ‘Achilles’. El poder de fuego del ‘Graf Spee’ era, sin embargo, muy superior al de los tres buques británicos, los cuales se las ingeniaban a producir daños muy importantes al ‘Graf Spee’, que tuvo que refugiarse en el puerto de Montevideo (Uruguay) para desembarcar muertos y heridos y efectuar reparaciones indispensables.
La idea del gobierno alemán era solicitar a su par uruguayo una prórroga de las 72 horas otorgadas por las leyes internacionales para permanecer en puertos neutrales.
Pero la diplomacia británica frustró todo intento de prorroga y el ‘Graf Spee’ tuvo que salir a la mar el 17 de diciembre, desde el puerto de Montevideo.
Mientras tanto, el almirantazgo británico había convocado a varios buques de guerra para hacer frente al acorazado alemán, aumentando la amenaza de estos buques por la difusión de rumores sobre una flota de mucho mayor tamaño y potencia de fuego, lo que obligó al Capitán Langsdorff -del ‘Graf Spee’- a evitar todo encuentro naval, internarse en el Río de la Plata y hundir su barco, habiendo hecho desembarcar -antes- a toda su tripulación. Esta cantidad de personas fue llevada a Buenos Aires, que se consideraba más amigable para los designios del Tercer Reich.
El comandante Langsdorff se suicidó el 20 de diciembre de 1939 por orden de Hitler, después de enviar una carta al Ministro Alemán de Marina.
Al desembarcar los más de 800 marinos alemanes en Buenos Aires, todos vestidos con su uniforme de guerra, el público reaccionó en forma muy violenta, algunos a favor, otros en contra. A raíz de estos disturbios, el Gobierno argentino resolvió trasladar a los marinos a una Colonia de vacaciones que la Marina local tenía en Calamuchita, Córdoba.
En esta localidad serrana se produjo un cambio importante al verse duplicada su población repentinamente.
Estos hechos llegaron a un punto crítico el 20 de abril de 1940, cumpleaños de Hitler, cuando los marinos alemanes bajaron la bandera Argentina de su mástil e izaron una bandera nazi. A pesar de su política filo germánica, este gesto obligó al Gobierno argentino a tomar medidas drásticas. Se cambió el nombre de la localidad de Calamuchita por Villa General Belgrano, para expresar el respeto del gobierno y del pueblo hacia el creador de su bandera.
Los marinos de aquel entonces son entonces los progenitores de gran parte de la actual población de esta villa serrana con sus fiestas de la cerveza y de la masa vienesa.
Como podemos observar, no siempre todo lo que reluce es oro.