Lo que está en juego es la libertad de prensa y el respeto a las creencias de cada individuo. Ellos dicen, en realidad gritan, que están ofendidos. Nosotros lo estamos mucho más.
En Europa las creencias religiosas se han convertido en algo humillante, en objeto de escarnio. El pensamiento correcto desprecia esos comportamientos desde la superioridad del relativismo postmoderno.
No existe el bien ni el mal, todo es negociable. Católicos, protestantes, ortodoxos y judíos viven su fe con discreción, como si trataran de no molestar. Algunos musulmanes rechazan esta actitud. Ese comportamiento podría ser objeto de comprensión y de simpatía, pero no lo es.
No es aceptable que se quejen por las caricaturas de Mahoma cuando en la prensa árabe encontramos continuamente textos y viñetas plenamente inaceptables para cristianos, judíos y occidentales en general.
Estos hechos vienen denunciándose desde hace décadas, hasta el punto de que hay observatorios dedicados en exclusiva al seguimiento de estos medios de comunicación. Los gobiernos musulmanes no sólo no han hecho nada para evitarlo, por el contrario, lo han fomentado.
Lo triste es que textos y viñetas son lo de menos en comparación con la forzada desaparición de las comunidades no musulmanas. Primero fueron los judíos los que tuvieron que marcharse, y los que quedan son una cantidad insignificante. Luego las viejísimas comunidades cristianas, muy anteriores a Mahoma, sufrieron persecución. Cada año estos grupos, que representan los sectores profesionales más competentes, malvenden sus propiedades y ponen rumbo en otras direcciones.
Con este currículum a sus espaldas se permiten la licencia de indignarse y recriminar nuestra conducta.
Benita Ferrero-Waldner tiene razón cuando subraya la importancia que para la Unión Europea tiene la ‘Política de Buena Vecindad’. Es un instrumento extraordinario para poner las bases del desarrollo de los estados de nuestro entorno y de un buen entendimiento.
Precisamente por eso debería aprovechar esta crisis para forzar un debate dirigido a establecer unos criterios de estricta reciprocidad.
Si nosotros respetamos el ejercicio de la fe musulmana, ellos deben hacer lo propio con las restantes.