Nos acercamos a una república teocrática

A pesar de estar siendo juzgado por múltiples causas de corrupción, pareciera que a Netanyahu nada lo conmueve ni desestabiliza. El “Rey de Israel”, sempiterno líder derechista en el poder, ahonda cada vez más su faceta mística y teocrática, en cuya simiente se encuentra el proyecto de anexión de Cisjordania.
Por Federico Glustein

Enfrenta un juicio por corrupción, abuso de confianza y malversación de fondos. Una multitud lo acompaña cuando se acerca a declarar al palacio de Justicia. Hay marchas para pedir que se lo detenga. Sus ministros siguen la estrategia de bastardear el proceso y negar las acusaciones. Otros que han ostentado su cargo han pasado por la misma situación y han sido condenados. Desde su posición de poder ha intentado colocar fiscales y jueces amigos para que la causa caiga.
Podría haber hecho una introducción similar hablando de numerosos mandatarios, de izquierda y de derecha, de centro. Pero esta referencia habla de Benjamín Netanyahu. El 24 de mayo del 2020 pasará a la historia de Israel no solo por el 20 aniversario de la retirada del sur del Líbano sino porque por primera vez un jefe del Gobierno en funciones se sienta en el banquillo de los acusados. Bajo el título «Estado de Israel contra Benjamín Netanyahu», de una importante carga simbólica, el juicio se ha iniciado con la lectura de los delitos a cargo del Tribunal del distrito de Jerusalén presidido por la jueza Rivka Friedman.
En la sala 317, tres magistrados y el premier. En la calle, militantes de distintos bandos. Bibi mostró el domingo una postura fortalecida, erguido y despreocupado. Principalmente por un motivo que no es para nada menor: el Parlamento (la Knesset) llegó a un acuerdo para su continuidad por 18 meses, pactando con partidos opositores como Avodá (Laborismo), el sector del opositor Benny Gantz y con la de derecha y ultraortodoxos. Es decir, el que había obtenido más bancas, con un discurso “anti Bibi”, que pedía un cambio en la administración del Estado, termina avalando 18 meses de extensión de su mandato.
De encontrarse culpable, Netanyahu, el ministro más longevo de Israel, podría enfrentar hasta 10 años de prisión. De acuerdo con la información compartida por el fiscal Mandelblit, la denuncia se centra en tres casos: El primero de ellos (caso 1.000), está sustentado en la recepción de regalos por parte de Bibi y su esposa de Arnon Milchan, un destacado productor de Hollywood y del empresario australiano James Packer. Por otro lado (caso 2.000), refiere que Netanyahu negoció un acuerdo con el dueño del periódico Yedioth Ahronoth para hacer prensa oficialista. En cuanto al caso 4.000, se reseña que el PM habría otorgado favores regulatorios a la principal compañía de telecomunicaciones en Israel, Bezeq Telecom.
El actual mandatario aseguró que la investigación en su contra equivalía a un golpe de Estado y que los investigadores no estaban detrás de la verdad, sino que iban a atraparlo mientras aseguró que continuará al comando de Israel. Mientras que el líder de la principal bancada opositora, Yair Lapid, exaliado de Benny Gantz, sostiene que están intentando llevar al país a una guerra civil, silenciando opositores, siendo hostiles con la justicia y la policía, además de atacar a la prensa. «Israel cambió ayer. Nunca será el mismo. Un primer ministro en el cargo está siendo juzgado. Su juicio no comenzó con una presentación de pruebas, sino con un salvaje discurso de odio contra el estado de derecho, contra los tribunales. Sabe que habrá violencia, pero no le importa», agregó Lapid durante una reunión del grupo parlamentario Yesh Atid-Telem. Además, atacó a Gantz por cambiar su posición frente al caso.
Frente a este escenario, el planteo es: Benjamín Netanyahu se ha convertido en un líder mesiánico y el único que puede gobernar Israel pase lo que pase, o tiene mucha cintura política para evadir críticas y responsabilidades, además de una sociedad derechizada.

¿Palabra de Bibi, palabra santa?
El poder generado por el Primer Ministro israelí en todos sus años al mando ha dejado enseñanzas en varios politólogos, sobre todo en especialistas en política israelí o medioriental. El primero es, diga lo que diga, haga lo que haga, las balas parecen no entrarle. A esta metáfora podemos añadirle la pimienta (o el comino) sobre los exjefes de las Fuerzas Armadas de Israel (IDF) que fueron oficialistas, luego opositores y uno de ellos, terminó nuevamente apoyando al “Santo Bibi” al mando una vez más. Como indica un artículo del periódico Haaretz, hasta al propio partido Likud, el silencio de Benny Gantz sobre la acusación de corrupción a Benjamín Netanyahu lo ha asombrado. Como bien dice el medio: “Un silencio avergonzado y sumiso. Un tuit lacónico aquí y allá, la ocasional declaración vaga y cortés sobre la ‘fe en el sistema’».
La segunda instrucción es que para la derecha, sea cual sea el partido, el único con capacidad para gobernar el país es él. La elección de escaños o parlamentarios es una mera testimonialidad. Yamina, un partido de ultraderecha, que quedó como opositor al nuevo gobierno por estar “demasiado a la izquierda”, presentó un proyecto de ley para darle inmunidad al mandamás. «Hemos sido testigos de cómo una investigación a un primer ministro en el cargo puede causar graves daños a la democracia, la estabilidad, los poderes gobernantes y la confianza de la población al sistema legal», han declarado sobre este proyecto. Algo similar sucede con los aliados ortodoxos de Shas quienes lo consideran como el único “apropiado para llevar el destino de Israel”. El problema de estos pensamientos es qué sucederá luego de 18 meses cuando, en los papeles, cuando pase a ser Gantz la máxima autoridad del país.
La tercera enseñanza que nos deja es la derechización de la sociedad israelí. A pesar de que Menájem Beguin fue el primero del Likud en llegar al poder, tras 29 años de conducción centroizquierdista, la tendencia hacia el conservadurismo fue creciendo. La transformación con el “gran pacto nacional” entre el laborismo de Avodá y el Likud desplazó de la tradición de izquierda democrática del primero, para centralizarlo, y en reiteradas oportunidades, participar de alianzas con movimientos de centro y centroderecha, hasta ultraortodoxos. A pesar de las grandes figuras como Rabin o Peres, los cuales lograron vencer en elecciones tras 18 años de victorias likudistas, en 1992, pero no pudieron cambiar el rumbo de la política israelí. Es así como el siguiente período lo ganan Netanyahu y después Kadima, un partido “centrista” con exintegrantes de Avodá y Likud, llega a gobernar con una amplia alianza que incluye a la ultraortodoxia y con Bibi como un neoliberal ministro de finanzas.
La inestabilidad política le dejó en bandeja a Netanyahu su segundo mandato, quien sigue gobernando desde 2009. Con esto podemos asumir que la única oposición sionista a la derecha ha sido Meretz: su plan socioeconómico, la posición en el tema Israel – Palestina, su apego al Estado de Bienestar y la ampliación de derechos junto a la laicidad del Estado no han cambiado a lo largo del tiempo, incluso saliendo de coaliciones de gobierno que ha conformado.
Por último, es importante analizar la teocratización de la figura de Netanyahu. Para los militantes de su partido, Likud, él es el “Melej Israel” o “Rey de Israel”. Esa frase particular es asociada al Rey David, una figura bíblica que logró recuperar Jerusalén, Samaria, Petra y Damasco, entre otras. Entonces, ¿podemos emparentar a Bibi con semejante figura para el judaísmo? Si se trata de anexar Judea y Samaria, Hebrón y los asentamientos en Cisjordania, lo podría realizar en breve, ya que cuenta con el apoyo de todo el nuevo gobierno, más allá de la condena internacional de muchos sectores y de las limitaciones del derecho internacional. Ahora bien, por qué asumo que Israel se está convirtiendo en una teocracia. La respuesta es la que algunos de los propios acólitos del Primer Ministro le atribuyen: fue enviado por Dios para recuperar el territorio de esos tiempos, para llevar al país otra vez a la gloria eterna. Contra la idea religiosa es difícil confrontar: no hay una verificación empírica de la cuestión, sino que pasa por la fe. Si de 72 años de historia, Bibi gobernó en 13, es decir, el 18% de vida del Estado, qué nos hace pensar tamaña “beatificación”, más allá del “éxito” político o económico que haya logrado.
Podemos encontrar en los discursos parte de relatos bíblicos mezclados con apoteosis. “Vimos como las tribus de Israel volvieron al Likud, nuestros hermanos de Etiopía vuelven porque les demostramos al mundo que Israel es un buen lugar para vivir” o “Cuando digo que voy a conseguir la paz con otros países árabes, no lo digo por decir, lo digo y lo hago”, afirmaba el 2 de marzo de este año, con un gozo triunfante. Sus ministros también se venden como representantes terrenales de lo celestial. El (¿ex?) ministro de Seguridad Pública israelí, Gilad Erdan, luego de un enfrentamiento con palestinos en el patio de la mezquita Al Aqsa decía: «Necesitamos trabajar para cambiar el status quo para que en el futuro los judíos, con la ayuda de Dios, puedan rezar en el Monte del Templo». Por si parte, el exministro de educación, Naftali Bennett, sostenía lo siguiente: “Ningún discurso cambiará el hecho de que el pueblo judío está en Jerusalén desde hace 3000 años”.
Es más, hay un dato posiblemente irrelevante, pero su padre, Benzion Netanyahu, se cambió su apellido original por el actual, que significa “regalo de dios”. Puede sonar todo a casualidad, pero para Benjamín le viene como anillo al dedo este proceso de conversión a una república teocrática de derecha. La anexión no se podría realizar sin la épica bíblica detrás. Lo mismo que la eternización en el poder. El ataque a la justicia y las instituciones basado en que “Él es Israel” y que es “a un gobierno de derecha” con la calificación de izquierdista y antipatria al que no piensa como él y la derecha. La curva de las fake news es absorbida por los “desideologizados” que, casualmente, votan a Likud o similares, apoyan a la ortodoxia en puestos de gobierno como la educación o la cultura, defienden la falta de transporte o comercios abiertos en Shabat o festividades, buscan callar a todas las voces disidentes al gobierno, tratándolas de antisionistas. La propagación de supuestas noticias como “Israel consiguió la cura del COVID” o “Israel es el mejor lugar para vivir” es común y es propagada por medios de comunicación afines. La cercanía con Bolsonaro o Áñez, ultraconservadores y supremacistas, en otros momentos sería condenado. Hoy es festejada y mostrada con orgullo, porque discriminar se tolera siempre que no sea hacia los judíos de bien.
Sin dudas, Netanyahu creó un paradigma peligroso para la democracia y la sociedad israelí. Y puede que sea demasiado tarde si no se hace algo al respecto.