La capacidad de maniobra que tendrá Olmert para llevar a cabo su plan con los palestinos -desmantelar algunas colonias de Cisjordania, retener y ampliar las más importantes y detentar Jerusalem- dependerá de asuntos internos israelíes, sobre todo de la economía. La posición de Kadima es mucho peor de la prevista, y necesita una amplia coalición con la izquierda y los partidos religiosos (Shas y Judaísmo Unido de la Torá), que también basan gran parte de su programa en asuntos sociales.
Olmert no es Sharón, y el electorado israelí le dio un apoyo sin comodines o cartas blancas.
Por eso, varios dirigentes de Kadima decían ayer que preparan un Ejecutivo con un marcado programa social. Consciente de su papel clave, el Partido Laborista inició ayer contactos con el Shas y el Partido de los Jubilados para formar un frente común de defensa de políticas sociales y negociar con Kadima.
Hay rumores serios de que Peretz, Avodá, exigirá para sí el Ministerio de Economía.
A nivel internacional Olmert recibió el respaldo de la Casa Blanca. George Bush, felicitó por teléfono al vencedor y lo invitó a visitar Washington ni bien sea asuma como Primer Ministro.
La Unión Europea también felicitó al ganador, aunque le animó a «dedicar todos los esfuerzos» a lograr un acuerdo de paz negociado con los palestinos.
Reanudar el proceso de paz es la oferta que Olmert transmitió en su discurso postelectoral al líder palestino,
Abú Mazen, aunque después afirmó que si no es posible la negociación, Israel actuará unilateralmente.