Panorama en Medio Oriente:

¡Basta de democracia!

La democracia, como juego de mayorías y minorías, no puede seguir siendo un juego para pocos en el Medio Oriente. Y menos que, desde ese juego, sea sólo un interesado el que elija los interlocutores. Veamos algunos ejemplos a lo largo de la historia en la región.

Por Alberto Mazor (Desde Israel)

¡Basta de democracia!
Ya se la concedimos a los argelinos en 1990; nos recompensaron eligiendo un gobierno islamista, y luego, benévolamente, anularon la segunda vuelta de las elecciones.
¡Basta de democracia!
Sí, es verdad, los afganos pudieron elegir a una serie de representantes, aunque entre ellos se incluyeron algunos señores de la guerra y algunos asesinos.
¡Basta de democracia!
Los iraquíes dieron el poder en Bagdad al partido Dawa, responsable -no hay que decirlo muy alto en Washington- de la mayoría de los secuestros de occidentales en Beirut en la década de los ochenta y de los atentados contra el vehículo del emir de Kuwait y contra las embajadas estadounidense y francesa en ese país.
¡Basta de democracia!
Los palestinos han dado el poder al partido equivocado. Se suponía que tenían que apoyar al amigable, prooccidental y corrupto Al Fatah, que había prometido «controlarlos», y no a Hamas, que dijo que los representaría. Y se han «equivocado» otra vez de partido.
Esto es casi el colmo. ¡Maldita sea la democracia! ¿Qué vamos a hacer con toda esa gente que no vota lo que «tendría» que votar?
En la década de los treinta, los británicos se dedicaron a encerrar a los egipcios que se oponían al gobierno del rey Faruk. Así empezaron a crear la estructura del gobierno antidemocrático que vendría después.
Los franceses encarcelaron al gobierno libanés que pedía lo mismo; luego abandonaron El Líbano.
El caso es que siempre hemos esperado que los gobiernos árabes hicieran lo que se les decía.
Ahora mismo, nuestras esperanzas son que los sirios se comporten como deben y que los iraníes se dobleguen ante nuestros deseos nucleares; que las cargas del poder estén allí sobre los hombros de los partidos gobernantes y que las responsabilidades de las personas recaigan plenamente sobre ellas. Nosotros, tan sólo sentarnos y esperar…
Los británicos no iban a hablar nunca con el IRA, la EOKA o los Mau Mau. Pero con el tiempo Gerry Adams, el arzobispo Makarios y Jomo Kenyatta acudieron a tomar el té con la Reina.
Los americanos nunca iban a hablar con sus enemigos en Vietnam del Norte. Pero lo hicieron; en París.
¡No! Al Qaeda no hará eso. Pero sí que lo harán, en cambio, los dirigentes iraquíes de la insurgencia en Mesopotamia. Hablaron con los británicos en los años veinte y hablarán con los americanos en el 2006.

¿Hamas o la OLP?

En 1983, Hamas habló con los israelíes. Habló con nosotros directamente acerca de la propagación de mezquitas y la enseñanza religiosa; hasta el ejército israelí, en dicho instante, presumió de ello. En aquel momento daba la impresión de que la OLP no iba a respetar los Acuerdos de Oslo; por lo tanto, no parecía que hubiera nada malo en proseguir los contactos con Hamas.
¿Por qué entonces parece hoy imposible el trato con Hamas?
Israel conoce muy bien a la dirección de Hamas. Y la dirección de Hamas conoce muy bien a los dirigentes israelíes. El correr del tiempo nos enseña que nuestros enemigos de hoy, pueden convertirse en nuestros posibles aliados del mañana; también puede pasar que nuestros amigos de hoy se conviertan mañana en enemigos.
Una terrible ecuación; salvo que debemos comprender la historia de nuestros contemporáneos. En 1967, al finalizar la Guerra de los Seis Días, el ejército israelí nos legó un mapa muy problemático en el cual los israelíes controlábamos el Desierto de Sinaí, las alturas del Golán, Cisjordania, la Franja de Gaza y Jerusalem con todos los Santos Lugares para las tres religiones monoteístas. Desde entonces, los distintos gobiernos han intentado, en vano, todos los medios para controlar ese mapa.
Todos han fracasado; se han tenido que replegar. Y en lo que resta, sigue siendo nuestra maldición pretender gobernarlo.

Democracias hipócritas

Qué terrible es hablar con quienes han matado a nuestros hijos. Qué atroz es conversar con quienes tienen las manos manchadas con la sangre de nuestros hermanos. No cabe duda que ése fue también el sentir de los americanos que creían en su independencia ante los ingleses que habían luchado contra ellos.
A lo largo de la historia hemos acabado hablando con nuestros enemigos. Ingleses y americanos hablaron con los representantes del emperador de Japón; acabaron aceptando la rendición del Reich alemán del sucesor de Adolf Hitler. Y hoy, todos mantenemos buenas relaciones y comerciamos sin ningún reparo con japoneses, alemanes e italianos.
Hace no mucho tiempo atrás, Israel encarcelaba a quien osara dialogar con miembros de la OLP. Hoy eso parece sólo una broma de mal gusto.

Medio Oriente no ha sido nunca un sucesor de la Alemania nazi o de la Italia fascista.
¿Cuánto tiempo tendrá que pasar y cuánta sangre tendrá que derramarse, aún, antes de que contemplemos nuestro futuro -y no únicamente nuestro pasado- pero como realidad?
La democracia significa admitir la libertad de verdad, para todos, no sólo para las personas a quienes hemos decidido votar y colocar en el poder.
Este es el problema en Medio Oriente; de lo contrario, basta de elogiar hipócritamente a la democracia.