En el último tiempo se percibe en Israel una gran abundancia de adjetivos dentro de los debates políticos. Da la impresión de que los matices que caracterizaban las diversas ideas políticas han sido abandonados y sustituidos por calificativos, que colocan al rival en una posición ilegítima. Como cualquier otro país, Israel ha atravesado crisis y conflictos que generan agresión, frustración y, en ocasiones, violencia. Dentro de este contexto, los términos “derecha” e “izquierda” han quedado profundamente estigmatizados. Tal cómo lo estableció el reconocido politólogo Norberto Bobbio, la diferencia entre izquierda y derecha en diferentes contextos puede definirse a partir de una clara definición: “todos los seres humanos son iguales y son diferentes. Aquel que dice que son más iguales que diferentes está en la izquierda, aquel que dice, son más diferentes que iguales, está en la derecha.” Por supuesto, Bobbio agrega que en los dos bandos existen diferentes tendencias. En las dos corrientes hay liberales y también autoritarios. A partir de este principio se aclara cómo una personalidad como Mussolini pasó de ser comunista a ser fascista. En síntesis, los extremos se tocan.
Lejos de la definición sugerida por el politólogo italiano, como ya se ha dicho, desde hace muchos años los conceptos de izquierda y derecha se han estigmatizado. En Israel los izquierdistas han sido calificados por sus rivales como privilegiados, carentes de sentimientos y emociones, adaptados al mundo occidental y desvinculados de su herencia judía, de sus tradiciones y de sus orígenes. Numerosos ejemplos ilustran que la ultraderecha israelí ha abandonado los debates y desacuerdos que son legítimos en una sociedad plural, para asumir una postura lo más dicotómica posible, donde no pueda haber matices, y donde el rival queda fuera de la norma.
Un gobierno “maldito”
No se trata sólo de la derecha radical. Por ejemplo, Galit Distal Atbaryan, una joven diputada del Likud, se dirige de la siguiente manera al público que apoya y respalda a la derecha nacionalista, en una significativa manifestación que tuvo lugar el 2 de noviembre en Tel Aviv: «Los quiero mucho. Cuánta fuerza me otorgan ustedes, y cuánta fuerza le dan a la derecha, al sionismo, al judaísmo, a Netanyahu, y a la justicia y a la verdad. Sean bendecidos. Son todos ustedes bellos y justos…. El gobierno (actual) es un gobierno maldito. las almas de ustedes llegan hasta el cielo. No es la derecha la que está siendo atacada, no es Netanyahu ni el Likud. Están atacando al sionismo, nuestra identidad judía ha sido ofendida, el único Estado judío en el mundo es el que están atacando, y ustedes (el público) son los que lo protegen. Ustedes son el muro que nos protege, ustedes son la conexión con nuestro padre Abraham, el rey David, nuestra madre Raquel y Jabotinsky y Jana Senesh.”
Muchos debates siguen vigentes al interior de la sociedad israelí: los derechos de las minorías, la posibilidad de una fundación de un Estado palestino al lado de Israel, la reducción o la ampliación de las diferencias sociales, las relaciones entre el Estado y la religión. Todos estos temas siguen en la mesa, y decisiones significativas tendrán que tomarse en un futuro no muy lejano. Los doce años de gobierno de Binyamin Netanyahu, han empantanado muchos de estos temas, que ya no aparecen como vigentes para la ultraderecha en Israel. Estos debates han sido abandonados y desde una perspectiva cotidiana, han sido reemplazados por una bipolaridad donde el que está en desacuerdo es un tramposo, mentiroso, megalómano, insensible y se ha desvinculado de la herencia histórica del pueblo judío.
La diputada del Likud May Golan (ver foto de portada) ha adquirido un prestigio importante en la ultraderecha nacionalista con base en su rechazo contundente a los derechos de las minorías (en especial los solicitantes de asilo que llegaron de Sudán y Eritrea). En uno de sus discursos se refirió al gobierno actual como un gobierno “maldito” y se dirigió hacia los que la apoyaban, diciéndoles que “ellos son los que ayudan a preservar el alma judía de este país” y que “El gobierno maldito no sólo quiere hacer caer a la derecha y al Likud, sino que quiere derrocar al pueblo judío.” El gran pecado del primer ministro actual, según May Golan, ha sido el permitir la alianza con la “enfermiza corriente de la ultraizquierda que posee perversas expectativas.”
“Seres sin alma”
La ultraderecha hoy en Israel sostiene que el país ha sido robado. Como en muchas ocasiones, puede percibirse al nacionalismo extremo como una reacción severa y contundente contra la diversidad. En el escenario israelí de fines del año 2021 y principios del 2022, las permanentes frustraciones de la ultraderecha (que no ha ganado, pero tampoco ha perdido) han envenenado la percepción de aquel que sostiene valores opuestos. El resultado hoy en día es una gran avalancha de calificativos que estigmatizan a los rivales, los convierten en seres cuya alma judía ha desaparecido, y dificultan cualquier posibilidad de intercambiar opiniones. Para May Golán, el gobierno actual es equivalente al faraón de Egipto, y si los judíos se sobrepusieron al primero, lo volverán a hacer en estos días. De alguna manera, la ultraderecha nacionalista recurre a esta terminología porque ignora la complejidad de la realidad y su infinita gama de matices. Si el lado contrario está catalogado como lo sugieren Galit Distal Atbaryan y May Golán, quiere decir que sólo la ultraderecha lleva “la auténtica verdad” sobre sus hombros. Y nadie más.