Los acontecimientos
A pesar de los intentos, las innumerables tratativas para que el ex infiltrado pueda ser refugiado en el exterior y declarar en la causa se desmoronan, una y otra vez, por distintos motivos. En el medio, a causa de los miedos y riesgos, se produce la grabación de un par de videos para “protegerse”, uno de ellos es tramposamente efectuado por un periodista que lo utiliza en la reimpresión de su propio libro de investigación sobre el atentado a la Mutual Israelita Argentina. Considerado como una traición por Lewin y Lutzky, los obliga a apresurar las medidas que lo “sacan de circulación”, borrando su identidad, su lugar de residencia y sus vínculos, y finalmente tomado como testigo protegido luego de declarar en ausencia con los asistentes del fiscal Alberto Nisman. Esta declaración es la única efectuada hasta la fecha. La historia reciente de nuestro país es el telón de fondo de los acontecimientos relatados, una historia compleja y dolorosa en la que se inscriben no únicamente los atentados sino, además, el perverso entramado de encubrimiento e impunidad tejido a partir de ellos. La necesidad imperiosa de atestiguar surge de sentirse en peligro, puesto que se manifiesta convencido de que la información que brindó a su fuerza, información fundamental y precisa sobre la cotidianeidad de las entidades judías que llega a conocer a la perfección, incluso planos de la Mutual Israelita, fue utilizada para los mismos. En la Policía Federal, relata, le habían argumentado que el motivo de la necesidad de su presencia se debía al tristemente célebre plan Andinia, una paranoia mítico-folclórica de algunos sectores regados de un antisemitismo endémico que plantean un plan sionista para instalarse en la Patagonia. Pero se agrega a la particularidad de esta historia, el hecho de que el espía, como se indica desde el título, se declara no únicamente aterrado sino también arrepentido.
Lo que podría pensarse como una estrategia, se muestra como el resultado de su recorrido por distintos sectores de la colectividad. No sólo fue ingresando a distintos espacios de la misma, desde organizaciones juveniles a asumir como prosecretario de la OSA (Organización Sionista Argentina), lo que estaría dentro de sus “funciones”, sino que llegó a casarse con la secretaria del Centro Comunitario TZAVTA, la institución en la que se infiltró, y profesora de hebreo, que fue quien la puso en contacto con Lutzky cuando ya se encontraban separados. Según lo que él cuenta, en el tiempo que integró, desde su lugar particular, parte de estas distintas agrupaciones, fue involucrándose afectivamente con sus miembros y sintiéndose parte de ellas, hasta preocuparse por la falta de seguridad en distintos ingresos como el vidriado de Tzavta, y estar a cargo de distintas tareas de seguridad en distintas instalaciones. En definitiva, el involucrado no sólo admitió haber entregado planos de la AMIA, sino que, como se puede ver al final de la primera temporada de la serie, argumenta -entre otras cuestiones- que no casualmente los policías no estaban en sus puestos en ninguno de los dos ataques terroristas, que el motor de la comentada Trafic no estaba en los primeros días de búsqueda y puede haber sido “plantado” hasta que, la noche anterior al atentado, había un helicóptero sobrevolando el edificio, además de la existencia de un hueco en la pared que podría ser previo a la explosión y un volquete dudoso en la puerta disfrazado por las reparaciones del edificio.
La escritura periodística
Frente a esta amplitud y envergadura de sucesos, una de las decisiones fundamentales a la hora de buscar plasmarlos es ¿cómo se narra? Por supuesto, al elegir un modo de hacerlo se dejan de lado otros, tal vez más tradicionales, como, en este caso, el formato de entrevistas o la transcripción lineal de lo relatado. Aquí la elección formal es otra: que la narración de José “Iosi” constituya una voz narrativa más, que se intercala con la de cada uno de los periodistas y muestre su paulatina transformación identitaria que lo conducen hasta la conversión. Es así que en el libro puede leerse: “La narración en primera persona de Iosi es una recreación libre de las charlas y encuentros mantenidos con el protagonista a lo largo de los años.” Un relato coral que permite plasmar no únicamente lo sucedido, sino construir una transmisión de la experiencia a través de la subjetividad que atraviesa a los distintos puntos de vista, en algunos casos hasta de los mismos sucesos, por ejemplo, a partir del encuentro del protagonista y periodistas que asumen esta denodada búsqueda por lograr que pueda declarar y aportar información importante de los atentados, por lo menos desde la puesta en marcha local. Es por esto que el libro asume una estructura y ordenamiento de tipo ficcional que puede ser pensado como los de una novela. Por supuesto, esta elección favorece la posibilidad inédita en términos locales de poder acceder a una visión interna sobre la red de inteligencia y los submundos de las fuerzas, en este caso policiales, absolutamente impregnadas de los resabios de, como dirá Iosi para referirse a los tiempos de la dictadura, “la otra época”. Por otra parte, el hecho de que incluso los periodistas tengan su propia voz narrativa identificada de forma independiente permite, en una situación tan atípica como la que se cuenta, en la que no fueron ellos quienes iniciaron la investigación, transmitir las propias experiencias al haber sido contactados y ver sus propias vidas atravesadas por las dudas y temores generados a partir de allí, en un rol distinto en su trabajo como periodistas de investigación.
Suele imponerse el error de que en la elección de las dos primeras variantes se conserva más exitosamente una supuesta verdad u objetividad. Por el contrario, puede pensarse que asumir la construcción como tal resulta una forma mucho más franca de poner en tensión la idea misma de “transcripción” y “puesta en palabras”. Y, a la vez, resaltar todo lo percibido y manifestado desde una primera persona, permite acercar al lector a otro nivel de transmisión emocional y, hasta se podría agregar, vivencial.
El pasaje: del libro a la serie.
Uno de los lectores de este libro fue Daniel Burman (Esperando al Mesías, El abrazo partido, Derecho de familia, El rey del Once), que poco después de publicada la investigación -en 2015- se contacta para poder realizar la transposición al lenguaje audiovisual y, más precisamente, a una narrativa seriada. Como queda claro al final de la primera temporada, se toma la decisión de antemano de organizar los capítulos de la serie en dos temporadas, en donde, de alguna manera, el evento organizador de cada una de ellas será cada uno de los atentados. Para empezar, sin dudas el primer desafío consiste en lograr la construcción de un personaje que pueda plasmar la difícil identificación con este “espía arrepentido” y la evidencia de que los organismos del Estado no trabajan por la protección de sus ciudadanos e instituciones, sino que, bien al contrario, cuanto menos, los espían. Un personaje por lo menos difícil a la hora de plantear la posibilidad de identificación de los espectadores. En este sentido, se presenta como un gran acierto para dar rienda a esta ambivalencia la elección de un actor como Gustavo Bassani, en principio poco identificable para la gran mayoría con otros personajes y actuaciones y que ofrece una gran entrega en su personificación. Al mismo tiempo, se vuelve impactante que el proceso de preparación del personaje se cruza, obviamente a diferentes niveles y escalas, con la del agente en sí mismo al “formarse” para representar su personaje, aprender hebreo, tradiciones, mores y costumbres, etc., etc. Por supuesto, como suele pasar con producciones que nacen de un universo que debe hacerse tangible y característico a una gran cantidad de público, posiblemente tampoco puedan negarse ciertas imprecisiones y una posible exacerbación de las mismas. Tal vez, pensando en una escena particularmente grandilocuente, podemos ubicar el momento en el que la condensación ficcional de distintas personalidades, Menajem (Alejandro Awada) relata en el medio del desierto la historia de su pueblo mientras trafica armas. Surgen aquí cuestiones centrales para pensar en esta transposición, que busca, por ejemplo, en la representación de un personaje como el que acabamos de mencionar, articular distintos elementos estructurales y temáticos que sin embargo no buscan generalizarse en la totalidad del universo construido y que no dejan de operar como denuncia. Esto se debe también a una escritura dramática que posee distintos requerimientos y que se encuadra fuertemente en este caso en un marco de género que recorre el terreno del thriller de espionaje.
Como gran inversión que también refleja una búsqueda de impacto comercial vasto a través de la enorme difusión que le brinda una plataforma como Amazon, rodada en Montevideo y Mendoza, la serie busca un despliegue de puesta en escena, fotografía, enorme cantidad de quiebres temporales y musicalización de época con una impronta de calidad y de exportación, identificable dentro de esta clase de ofertas audiovisuales internacionales. También queda claro en el elenco, que reparte figuras y actuaciones, en general, sólidas. De esta forma desfila Natalia Oreiro como su “manipuladora”, persona a la que referencia sus averiguaciones, Carla Quevedo que dota de matices a su enamorada “Eli”, el agente Garrido también vinculable con nombres de los servicios (Marco Caponi), Daniel Kuzniecka que con su manejo del acento hebreo aporta verosimilitud a un agente de la Mossad que, por un lado, intercambia con Menajem y (nada más y nada menos) con la Casa Rosada de la época menemista negocios espurios, en este caso en el marco de la guerra de los Balcanes (difícil que no se amontonen en nuestra cabeza personajes de la época, la voladura de la fábrica militar de Río Tercero entre muchos otros elementos que forman parte de nuestra memoria colectiva). Estas líneas planteadas en el libro asumen aquí los condimentos del género y sus exigencias, entremezcladas con escenas que buscan adentrarse en la rutina de las organizaciones comunitarias y materiales documentales bien inscriptos en la trama que nos recuerdan que, más allá de los modos de narrar y las preferencias al respecto, se trata de traer al presente lo sucedido. En concreto, la primera frase del cartel de advertencia de tipo legal al inicio de la serie señala: “Mientras que esta historia está inspirada en ciertos eventos reales, es una obra de ficción”. Una ficción que, en muchos casos, condujo a la lectura del libro y a su reedición, así como a volver a poner en circulación los traumáticos sucesos de nuestra historia reciente. Y el debate es propicio, como nos recuerdan las épicas batallas de las organizaciones de familiares de las víctimas que luchan por la verdad y justicia, porque, en cualquier caso, siempre es mejor hablar de ciertas cosas.
FICHA TÉCNICA
Dirección: Daniel Burman (Creador), Daniel Burman, Sebastián Borensztein
Guión: Daniel Burman, Sebastián Borensztein, Natacha Caravia, Andrés Gelós, Emiliano Torres, Sergio Dubcovsky. Libro: Miriam Lewin, Horacio Lutzky.
Música: Federico Jusid
Fotografía: Rodrigo Pulpeiro
Reparto: Gustavo Bassani, Natalia Oreiro, Mercedes Morán, Alejandro Awada, Carla Quevedo, Minerva Casero, Marco Antonio Caponi, Daniel Kuzniecka, Matías Mayer, Christian Zagia, Juan Leyrado, Roly Serrano, César Troncoso, Carlos Belloso, Damián Dreizik
Productora: Oficina Burman, Amazon Studios, Mediapro, Cimarrón Cine. Distribuidora: Amazon Prime Video. Presentada en la Berlinale Series.