En este espacio, hemos venido compartiendo el modo en el que se consolidan -con mayor o menor velocidad- los deseos de justicia radicados en el pueblo chileno.
A este desafío he dedicado mi vida, heredando el compromiso militante de mis padres y familia. Ya en mi primera juventud, junto a muchas y muchos, pusimos toda nuestra fuerza, en la lucha contra una dictadura brutal. Luego en democracia, día a día, el País ha ido avanzando en consolidar derechos básicos y buscar un vivir más justo para trabajadores, mujeres, adultos mayores y personas pertenecientes a los Pueblos Originarios. Es desde esta historia que personalmente me comprometí con las propuestas del presidente Boric, un hombre que recoge la larga tradición socialista de la que me siento parte, proyectándola con un espíritu de aires frescos sobre un país golpeado.
La reciente derrota en el Plebiscito, que buscaba aprobar un nuevo texto constitucional, deja en pausa estas aspiraciones de cambio, y si bien hay una relevante “corrida de cerco” que hoy hacen pensable reponer el debate constitucional considerando los mismos principios que hasta acá hemos levantado, no es un error reconocer un mejor posicionamiento de las fuerzas conservadoras frente a un gobierno cada día más débil.
Es en este contexto en el que surge el impasse con el embajador de Israel. En efecto, ya aceptadas las cartas credenciales del representante israelí, solo correspondía un acto protocolar de respeto institucional entre dos Estados independientes y autónomos que se reconocen y definen espacios de cooperación y diálogo. Cerrar la puerta del modo en el que lo hace el Presidente, no implica romper relaciones diplomáticas, algo que cualquier país puede plantear en el momento en el que su política exterior así lo indique, sino que solo importa un acto de desprecio, el que siendo de menor monta, no impacta en lo formal, ni en el tipo de relaciones, ni en el ejercicio de lo que podrían ser justas demandas ante hechos sobre los que todos podemos tener relevantes críticas.
Pero acá además surgen otras cuestiones complejas. Primero, un rechazo muy transversal en el plano interno, lo que puede parecer oportuno, pero que en algún momento, va de la mano de una agenda política que busca aumentar la debilidad presidencial. Así -por ejemplo- se vio a un senador de derecha y conocido activista pro-palestino, cuestionando al presidente en la búsqueda del rédito político coyuntural por sobre el ejercicio de su causa. Y así, expresiones como “presidente inexperto” o “gobierno de adolescentes” o la “infantil torpeza a la que este gobierno nos tiene acostumbrado”, son todas frases que anteponen una ya consolidada valoración política partidista al affaire diplomático presidencial. Ante este fenómeno, no podemos sino que mirar atentos y actuar defendiendo los objetivos que juntos nos planteamos.
Luego, también como judío espero una mayor delicadeza ante hechos que surgen en contextos complejos. El Presidente quiso manifestar su preocupación por la muerte de un joven palestino ocurrida en estos días. En mi opinión, en estos temas no vale los empates que buscan desviar el asunto central, ni es oportuno preguntarnos por qué acepta las cartas credenciales de Arabia Saudita y rechaza a las de Israel. Cada uno deberá dar cuenta de su historia y presente. Pero vale mencionar, para ejemplificar lo complejo de estos hechos, que hace 4 días un también joven militar israelí muere producto de un disparo y subrayar que ahora otro joven -esta vez palestino- cae impactado por una bala. Es decir, dos personas que en otra circunstancia debiesen estar pensando en su desarrollo profesional o vital, hoy terminan enfrentados entre sí, producto de un conflicto que no se resuelve. La sensibilidad con los Derechos Humanos y con la vida humana, visto desde una óptica amplia, obliga a rechazar cualquier muerte y hacer el mayor esfuerzo posible, por avanzar en mecanismos políticos para alcanzar el entendimiento y la paz.
Pero al parecer, sale fácil, tiene bajo costo, despreciar a lo judío, en este caso al Embajador de Israel y antes a una Comunidad organizada que quiere compartir con el entonces diputado, la alegría de un nuevo año.
Muchas y muchos judías y judíos, levantamos orgullosos las banderas de la izquierda y nos comprometemos con fuerza en los deseos de democracia y justicia social. Muchos también, entendemos y rechazamos el oportunismo de una derecha que busca, no expresar su preocupación por la causas israelí ni palestina, sino que debilitar al gobierno de las transformaciones. Pero también judías y judíos progresistas, exigimos respeto, reconocimiento y dignidad.
Esto, Presidente por favor, debe por usted ser entendido.