Elecciones en Israel: incertidumbre y desafíos

Los resultados de las elecciones del 1 de noviembre en Israel nos muestran una situación preocupante por la coalición de gobierno que se perfila y por los resultados obtenidos por la izquierda democrática, que vio disminuida dramáticamente su representación.

Por Susana Edith Gelber

Si bien se sostiene que los bloques (Bibi-anti Bibi) estuvieron casi empatados en votos, no en bancas,  hay un electorado corrido a la derecha.   Esto es así, porque si sumamos los votos de  Gantz y Saar, solo tomando a Saar y también los de Israel Beteinu de Liberman, ese espacio ideológico llega tranquilamente al 60%. Lo que impide consolidar una coalición estable es Bibi.

Estas fueron las quintas elecciones desde 2019 hasta ahora y el último gobierno duró un año, con una coalición muy amplia y heterogénea, que tenía su punto de unión en tratar de terminar con la era Netanyahu y lograr, de alguna manera que, con el avance de las causas judiciales, se pudiera llegar a un cambio en el liderazgo del Likud y con ello una vuelta a la “normalidad” en cuanto a coaliciones, que por sus propias contradicciones están destinadas a durar poco.

Acerca de los sistemas electorales y de gobierno

Hay particularidades que es importante destacar en los sistemas de gobierno y electoral de Israel. El de gobierno, es parlamentario, y dentro de estos sistemas es uno de los modelos teóricos más puros, ya que el primer ministro es uno entre pares y una vez conformada la coalición de gobierno, cada partido designa a quienes van a asumir los ministerios acordados. En general, el gobierno está encabezado por el partido que obtuvo más bancas, o el que tiene más capacidad de armar una coalición en la Knesset (Parlamento) acumulando como mínimo la mitad más uno de las bancas totales, 61 sobre 120. De esta forma, el primer ministro electo, asume compromisos que de no cumplir pondría en peligro la estabilidad de su gobierno. Al contrario de Gran Bretaña, que es el sistema más parecido al presidencial, donde el primer ministro es líder de su partido, y por el sistema electoral, en general tiene mayoría propia en el Parlamento, con lo cual designa y remueve ministros. El que sigue es el alemán, donde el primer ministro también designa y remueve ministros, pero es en coalición.

La diferencia sustancial con el presidencialismo, tal como lo conocemos en Latinoamérica, es que un gobierno que pierde la mayoría no cae, incluso hay varios casos en que asumen ya en minoría, como Boric (Chile), Petro (Colombia) y en los próximos meses, Lula (Brasil). La diferencia es que se ven obligados a negociar y acordar, y si no lo logran, tienen herramientas como el veto y, en algunos casos, decretos.

Mas allá del sistema de gobierno, en Israel hay otras complejidades. En primer lugar, que el país fuera distrito único y se elijan 120 diputados, siendo en un principio el umbral del 1%. Esto de por sí, si bien es sumamente democrático y la Knesset que surje es representativa de la sociedad, trae consigo un posible problema de gobernabilidad. Esto no se vio afectado hasta los 80, por la preeminencia de AVODA desde la fundación del Estado. después de los primeros gobiernos del Likud, se dio una situación de empate donde se conformaron gobiernos con primeros ministros rotativos en la forma de una gran coalición a la alemana, tal fue el caso de Shamir (Likud) y Peres (Avoda). Luego, a partir de 1997, salvo interregnos de AVODA o de Kadima, encabezando coaliciones, los gobiernos se constituyeron con preeminencia de LIKUD y el bloque de derecha.

El umbral electoral

Retomando el tema de los umbrales para entrar en el reparto de bancas. Israel, históricamente, tuvo el 1%, luego el 1.5, el 2% y la última reforma fue en el 2013 donde se subió al 3.25%. Generalmente se sube el umbral para favorecer las coaliciones antes de las elecciones y evitar la fragmentación excesiva. En la época del 1% había una fuerte preeminencia de AVODA, lo que no ocasionaba tantas dificultades. Pero: ¿cómo opera un piso bajo? Sin piso, al elegirse 120 diputados por distrito único, con sacar el 0.83% de los votos válidos se logra una banca. Esto genera que un grupo de un partido, si pierde una elección interna, forme uno nuevo y de esta manera logre bancas. Es cierto que cuanto más proporcional es el sistema, más democrática la representación, ya que todo el espectro político esta máximamente representado. Pero se pueden dar las distorsiones ya apuntadas y además se tensiona con la gobernabilidad.

Cuando se hizo la reforma para aumentar al 3.25% de los votos válidos, fue con la intención de dejar afuera a los partidos árabes, pero los efectos no deseados de las reformas electorales ocasionaron que más allá de sus diferencias ideológicas, éstos conformaran la Lista Conjunta logrando, en el 2015, 13 diputados mientras que separados hubieran logrado 8. Es decir, más del 50% de incremento. Esto se deduce partiendo de los resultados individuales de las elecciones del 2013.  De esta forma, lograron ser la tercera fuerza de la Knesset, lo que les dio importante visibilidad y fuerza.

 ¿Unidos o separados?

En esta oportunidad (2022), la separación de los partidos árabes fue prácticamente total, lo que ocasiono que el partido Balad quede fuera de la Knesset. Pero no siempre resulta así, tal el caso de las uniones de Likud e Israel Beiteinu en 2013, que pasaron de tener en conjunto 42 bancas a 31 (25% menos). En el 2015 volvieron a presentarse en forma separada, obteniendo Likud 30 escaños y el partido encabezado por Liberman, 6. Lo mismo sucedió en esta oportunidad con la coalición entre el partido encabezado por Gantz y por el de Saar, que en conjunto perdieron 2 bancas. Esto muestra la baja de incentivos que tienen otros partidos para hacer coaliciones previas a las elecciones y en parte explica la negativa de AVODA a unirse a Meretz y presentar una sola lista. En el caso específico de Meretz es posible que también haya perdido votos a su izquierda en manos de Hadash, por parte de aquellos disconformes con que el movimiento haya formado parte de un gobierno tan heterogéneo, con socios duros de la derecha. 

En cuanto a castigos y premios por haber participado en la última coalición, vemos que el partido de Bennet cayo muy debajo del piso, quedando sin representación y que Ra-am -el partido árabe de derecha-, logró una banca más que en la Legislatura que terminó, con lo cual se podría deducir que a pesar del corto tiempo en que participo de una coalición de gobierno, esto fue reconocido ya que aumento su representación.

Algunas ventajas y desventajas en los sistemas electorales

A pesar de esta última reforma, la fragmentación siguió, lo que motivó que se realizaran cinco elecciones desde el 2019. En los últimos años el promedio de los gobiernos es de 2.4 años. Si bien, se logró, en parte, moderar la fragmentación, ante tanta inestabilidad, y empate entre los bloques Bibi – anti Bibi, se fueron expresando distintas voces que fueron marcando la necesidad de llevar a cabo un cambio en el sistema electoral. Según la profundidad que tenga va a afectar, seguramente, al sistema de partidos. Tengamos en cuenta que éstos se constituyen por clivajes o rupturas ideológicas, religiosas, culturales, entre otras.

Se estuvo considerando la elección directa del primer ministro. Ya se hizo en la gestión de Rabin y se inició en la elección de Barak (2000- febrero 2003), pero igual el gobierno cayó, porque fue perdiendo apoyos de su coalición. No es un gobierno presidencial, ni uno parlamentario clásico. Finalmente, esa reforma se derogó.

Se podrían analizar otras experiencias: Alemania, tiene un sistema, que si bien tiene un 5% de piso para la elección de la mitad de los integrantes del Bundestag (Cámara Baja), por distrito único y la otra mitad se elige por circunscripciones uninominales. Tiene salvedades que hacen que sea proporcional, ya que se suman diputados, en el caso de corresponder. En cambio, en Bolivia se implementó sin esa compensación y se tienen en cuenta las minorías que tienen que tener representación, ya que constituye un estado multicultural.

Lo que pareciera apropiado es hacer circunscripciones por regiones y no por municipios, con una cantidad de diputados por región, que tengan relación con la población, e incluso para evitar el peso electoral de las grandes concentraciones urbanas, se puede hacer como en Argentina donde se suman más diputaciones a provincias chicas, con un piso de bancas y se sub representan a grandes concentraciones de población. Eso puede ayudar a una menor fragmentación.

A modo de conclusión

Israel está frente a un enorme desafío: cómo sostener el sistema democrático ante la emergencia de una coalición con partidos fuertemente antidemocráticos como los que integran el Sionismo Religioso, que logro 14 bancas sobre un total de 62 que conformarían el bloque de gobierno. Lo que le otorga una capacidad de veto importante. Otro problema es que Netanyahu no tiene muchas posibilidades de aislar a esta coalición extrema, logrando apoyos en el centro derecha, ya que luego de más de diez años de gobiernos sucesivos que encabezó, logró con sus acuerdos incumplidos que nadie de ese sector quiera volver a hacer pactos con él. El Likud no crece, aunque no cae, y es un partido por ahora alineado con Bibi, porque es el que más votos logra y sus oponentes fueron al exilio conformando nuevos partidos que integran el conglomerado anti Netanyahu.

Otro punto muy importante es cómo va a hacer la centro izquierda e izquierda para conectar con el votante medio y lograr mejorar la representación, que podría conseguirse por dos vías: bajar el piso o subir la cantidad de votos. Desde ya, la imperiosa necesidad es la de mejorar la performance electoral y ser alternativa real de gobierno y receptora, por lo tanto, del voto estratégico. Este tema está abierto, ya se venía trabajando y ahora se profundiza la posibilidad de una refundación que incluya a Meretz y Avoda e incluso a sectores de centro. Como ya lo había subrayado Marky Levy en junio pasado, en los Micro Diálogos en línea de Nueva Sion.

Cambiar el sistema electoral requiere un profundo análisis, teniendo en cuenta la realidad de Israel como estado multicultural, para que  todos los sectores están representados.  En cuanto a la inmigración como factor electoral, habría que estudiar, por caso, la evolución del partido Israel Beiteinu, que viene descendiendo en su representación en forma sostenida y no precisamente por las coaliciones que integra ese partido, sino probablemente por el grado de integración de sus electores iniciales, que fue la numerosa comunidad ex sovietica. En Israel señalan la importancia del servicio militar, que integra a los nuevos inmigrantes, y  luego de décadas de iniciada la masiva inmigración es probable que gran parte de sus posibles votantes vuelquen sus preferencias por motivos ideológicos o por intereses más similares a los del votante medio. También habría que analizar la situación de otros colectivos, por ejemplo, los etíopes. Igualmente habría que tener en cuenta, en cualquier caso, la cuestión de la gobernabilidad.