La separación

Durante muchos años la izquierda y el pueblo judío tuvieron una relación armoniosa, pero desde el establecimiento del Estado de Israel, y con el desarrollo de las décadas, esa relación se fue debilitando hasta la actualidad.

Por Ariel Bank

Desde hace algunos años que en la comunidad judía argentina se viene observando un corrimiento marcado hacia la derecha. Algunos solo lo expresan en las elecciones a través del voto, otros lo hacen siguiendo la estrategia delineada por la derecha en redes sociales y en los medios e incluso en algunos casos han llevado su militancia hasta el Congreso. Interesante giro ideológico para una comunidad en la que durante muchos años el Partido Laborista ha sido la fuerza dominante. Cuando uno encuentra esta situación, uno podría creer que la deriva reaccionaria de una parte de la comunidad judía es una cuestión argentina, pero hay otros ejemplos. En Brasil, el ultraderechista Jair Bolsonaro realizó una actividad política de cara a las presidenciales en Hebraica en abril del 2017. Y en Chile, en las últimas elecciones presidenciales, un sector de la comunidad judía no dudó en votar por un candidato con claros orígenes nazis como José Antonio Kast. Con estas actitudes, a simple vista contradictorias, uno debe preguntarse en qué momento la comunidad judía comenzó a alejarse de la izquierda y abraza a las fuerzas derechistas y neofascistas.

Para responder esta duda hay que comenzar por recordar que durante finales del siglo IXX y la primera mitad del siglo XX, el pueblo judío se acercó a posiciones de izquierda, logrando una combinación potente. La lucha por cambiar el sistema político que perpetuaba el orden social existente en aquellos tiempos hizo que el pueblo judío viera con simpatías a los ideales de izquierda. Especialmente en sociedades donde el antisemitismo fue un instrumento usado por las clases dominantes para mantener la explotación de una clase por sobre la otra. El Caso Dreyfus en Francia, la publicación de los “Protocolos de los Sabios de Sion” en Rusia o los crímenes cometidos en la Semana Trágica en la propia Ciudad de Buenos Aires mientras era Presidente Hipólito Yrigoyen, son ejemplos claros del uso del antisemitismo como forma de reafirmar el orden social que desea la clase dominante de cada época y nación.

En respuesta muchos integrantes del pueblo judío se acercaron a las ideas de izquierda en todo el mundo ya que observaban en esas banderas la posibilidad de plantar cara a los enemigos antisemitas, que en muchas ocasiones también eran burgueses. No fue casual que figuras como Rosa Luxemburgo, Clara Zetkin, León Trotsky o Emma Goldman hayan integrado las filas de la izquierda en sus distintas corrientes. De hecho, la revolución rusa representó un signo de esperanza para millones de judíos que veían el fin de las medidas opresoras que había ejercido el zarismo durante muchos años. No obstante, a lo largo de la historia se fueron dando diversos acontecimientos que iniciaron la separación entre buena parte del pueblo judío y la izquierda. Veamos algunos de estos elementos que caracterizan este escenario.

Seis tópicos para desentrañar el fenómeno

El primer ítem que marcó la separación fue la diferencia ideológica sobre el objetivo a perseguir por parte de la comunidad judía. Mientras que la corriente del sionismo buscaba constituir el hogar nacional para el pueblo judío en el territorio que actualmente es Israel, buena parte de la izquierda (con especial énfasis en el campo pro soviético) ponía por delante el objetivo de la construcción de una sociedad igualitaria sin otorgar un valor superlativo al carácter judío de esa sociedad. Esta división tuvo como claro correlato que mientras el sionismo impulsaba el aprendizaje del hebreo, desde el comunismo se impulsaba el aprendizaje del Idish.

El segundo elemento a tener en cuenta fueron los episodios de antisemitismo ocurridos bajo la influencia de la URSS. Entre estos hechos podemos mencionar desde las numerosas persecuciones a dirigentes judíos opuestos a Stalin en la década del ’30 (algunos de los cuales habían sido protagonistas de la revolución), la intervención de Stalin del Partido Comunista de Checoslovaquia al finalizar la Segunda Guerra Mundial (este partido fue importante para la llegada de armas al flamante Estado de Israel, en momentos sumamente críticos para su existencia como tal) o el asesinato de los integrantes del Comité Judío Antifascista. Esos hechos dejaron en muchos judíos la sensación de que el comunismo pro soviético no era la solución y en muchos casos comenzaron a estar más cerca del sionismo.

El tercer ítem fue el propio vigor del Israel de los primeros años. La memoria de los crímenes cometidos por los nazis, la expulsión del imperialismo británico de la zona y la gran determinación que exhibieron las fuerzas israelíes para defender la patria que recién había nacido construyó una imagen que hizo que masivamente el pueblo judío sintiera simpatías hacia Israel. Su propio desarrollo como país hizo que muchos judíos se decantaran por el apoyo a Israel y no por el apoyo a la URSS. Es que el propio modelo ejecutado por el sionismo socialista competía por izquierda con los modelos propuestos por las distintas vertientes de la izquierda no sionista. El Kibutz tenía admiradores en la izquierda no sionista y el liderazgo político israelí de aquellos tiempos imponía respeto en los demás. Ben Gurión, Golda Meir y Moshé Dayan tenían un reconocimiento internacional muy alto en la opinión pública.

Afiche de la Histadrut, en 1954

El cuarto ítem es la relación con los árabes. Este punto fue cambiando a lo largo del tiempo ya que en los primeros años no era un asunto muy relevante, pero después de 1967, la izquierda internacional comenzó a cambiar su postura frente a Israel. La URSS y en su conjunto casi todo el bloque de países satélites del Pacto de Varsovia se distanciaron de Israel. Desde Moscú se decidió que el país más cercano a sus intereses sería Siria y en consecuencia comenzó a bajar la línea hacia la gran mayoría de los partidos comunistas del mundo donde la postura debía ser de oposición a Israel. El peso predominante de los partidos comunistas pro soviéticos en la izquierda internacional hizo que la postura vaya cambiando en gran parte de la izquierda mundial. Seas pro soviético, seas trotskista o de otra corriente de izquierda, la postura de que Israel era un país expansionista comenzaba a tomar peso. Cada año ha ido agudizándose este desarrollo político. A eso hay que agregarle la política adoptada desde la URSS de equiparar al sionismo con el racismo. De esta manera se congraciaron con los árabes pero definitivamente se alejaron de las comunidades judías del mundo.

El quinto punto es la percepción sobre los Estados Unidos. Este país alberga una de las comunidades judías más grandes del mundo y para muchas personas representa el país donde muchos pudieron progresar en paz sin tener que perder la identidad judía. A eso hay que sumarle la excelente relación que existe entre el estado norteamericano y el estado israelí. Y hablo de la palabra estado, ya que no importan los presidentes o los primeros ministros, las relaciones de amistad y cooperación fluidas entre las dos naciones es una política de estado. Pero para la izquierda, Estados Unidos es el responsable de los golpes de estado en América Latina, el apoyo a las dictaduras en su política de represión y exterminio a los opositores políticos, invasiones a diferentes países así como de la dominación económica de naciones subdesarrolladas. Esta dualidad hace que sea muy difícil conciliar las simpatías que concitan por un lado con el profundo rechazo que genera del otro lado.

El sexto punto es la derechización del escenario político israelí. La caída en desgracia del laborismo y de buena parte de la izquierda sionista en los últimos 20 años ha cambiado la fisonomía de la sociedad israelí. Y con ello, también ha devenido la derechización de gran parte de las comunidades judías mundiales. Este no es un fenómeno que se lleva a cabo en todos los países de la misma manera, pero dejando de lado algún país como Estados Unidos (donde existe una fuerte corriente progresista dentro de su comunidad) el resto de las comunidades parecen alinearse de forma automática con los postulados que vengan desde el Estado de Israel.

Algunos casos distintivos

Visita del ex presidente uruguayo Tabaré Vazquez a Israel,  recibido por Shimon Peres.

No obstante, estos elementos traen consigo varias situaciones curiosas que le aportan complejidad a este asunto. En algunos países resulta más fácil la confrontación entre la izquierda e Israel debido al peso de las comunidades árabes. Chile y España resultan claros ejemplos donde la izquierda se mueve influenciada por el peso político de las comunidades árabes. En otros casos, aunque haya diferencias con el gobierno de Israel, las izquierdas no están tan alejadas del pueblo israelí. El caso de Uruguay es concreto, donde a pesar de que buena parte de la comunidad judía está vinculada al Partido Colorado, el propio Frente Amplio tiene entre sus fundadores a Enrique Rodríguez Fabregat, dirigente que tuvo un papel crucial en la ONU para que salga la votación a favor del establecimiento de un estado judío. A esto hay que sumarle que el ex Presidente del Uruguay, el Dr. Tabaré Vázquez no solo tuvo buenas relaciones con la comunidad judía sino que estudió en Israel. Las centrales obreras Histadrut y la PIT-CNT tienen relaciones y en los últimos años dirigentes uruguayos han viajado a Israel a visitar a la Histadrut (uno de ellos era el actual Presidente del Frente Amplio – Fernando Pereira).

Es decir que son varios los factores que influyen en que los caminos de la comunidad judía y de la izquierda vayan por caminos distintos. Los intereses son diferentes y eso están a la vista de todo el mundo en lo que refiere a la visión del conflicto de oriente medio y su relación con los Estados Unidos. Mientras Estados Unidos apoyaba de manera generosa a Israel, en América Latina fomentaba la realización golpes de estado y brindaba un decisivo apoyo para la persecución política a las izquierdas. Esta es una contradicción que no va a poder ser superada mientras Estados Unidos no se diferencie en su accionar de lo que hizo en el pasado. Asimismo, las distintas corrientes de izquierdas deberán hacer una autocrítica de por qué su discurso no tiene en cuenta los intereses de la clase obrera israelí cuando históricamente primaba la consigna “proletarios de todos los países, uníos”.