Haaretz, 1/2/2023

Hasta los más acérrimos adeptos a Israel en los EEUU empiezan a cambiar su discurso

Doug Bloomfield no podía imaginar que llegaría el día en que se dirigiría así al Estado de Israel. Bloomfield, durante una década el lobista más importante de AIPAC, el importante organismo proisraelí de los EE.UU., fue clave en la legislación a favor de Israel del Congreso norteamericano. Senadores y parlamentarios le abrieron todas las puertas y él hizo todo lo posible por convencerlos una y otra vez para que brindaran su apoyo a "la única democracia del Cercano Oriente". Pero hoy, ante el temor de que esa formulación pierda su vigencia, se lo oye hablar completamente de otra manera. Y no es el único...
Por Ben Samuels y Amir Tivón. Traducción: Margalit Mendelson

«Hay actualmente en el gobierno de Israel personas que carecen de todo compromiso con la democracia y estarían contentos con suplantarla por una dictadura religiosa», le dice Bloomfield al suplemento semanal de Haaretz. «Netanyahu está dispuesto a dejarlos hacer con tal de no tener que ir a la cárcel».

Bloomfield, que era el hombre de AIPAC en el Congreso, supo arbitrar los medios para poner en su lugar a los políticos norteamericanos que manifestaban críticas acerca de la política israelí. Pero, hoy la situación es tan preocupante, que hace algo que implica hasta profanar las filas del lobby pro israelí: pide a Biden que intervenga contra las medidas que adopta el gobierno israelí. 

«Biden ve cómo se está desintegrando la democracia en Israel», dice Bloomfield. «Tiene que decirle a Netanyahu que no se lo invita próximamente a Washington. Se habla de que el ministro de Relaciones Exteriores, Blinken, le cursó una invitación en su última visita a Israel esta semana. Creo que sería preferible que a corto plazo se quedara en Israel. Pende sobre él un juicio penal. Y por lo demás, imposible saber qué harán Smotrich y Ben Gvir en su ausencia, sería peligroso».

Doug Bloomfield

Cuando formulaciones como esa provienen de una persona que detentó una de las funciones más decisivas en el AIPAC, no cabe duda de que el gobierno de Israel está ante una verdadera ruptura con el judaísmo de los EE. UU.. En los últimos años, hubo varias crisis en la compleja relación entre las partes, entre otras razones a raíz de las loas israelíes al ex presidente Trump y del refuerzo del ala progresista en el partido Demócrata. Pero, incluso aquellos que adherían a parte de aquellas crisis, sostienen hoy que la situación es más peligrosa que nunca. Sobre la base del acceso al gobierno de la extrema derecha que amenaza al sistema judicial de Israel, la crítica viene incluso de personas de las filas del judaísmo de los EE. UU. que antes no se hubieran permitido atacar al gobierno en ejercicio en Jerusalén.

Una serie de líderes descollantes del judaísmo de EE. UU. conversó en los últimos días con el suplemento sabático de Haaretz, y ellos expusieron cómo se ven las medidas de Netanyahu desde el otro lado del Océano. El pronóstico que se perfila en cuando al futuro del vínculo entre Israel y las comunidades que lideran, no es nada auspicioso.

Anne Lewis, quien fuera asesora ejecutiva de los Clinton, es una de las fundadoras de la asociación «La mayoría democrática a favor de Israel». En el pasado había sido criticada cuando dijera que «La función del presidente de los EE.UU. es apoyar las decisiones tomadas por el pueblo de Israel, nosotros no podemos ejercer preferencias entre los diferentes partidos allí», lo cual indicaba que la Casa Blanca debía atenerse a toda decisión israelí, aun en el caso de que contraviniera valores norteamericanos.

Hoy en día, Lewis, habla muy distinto: «Este gobierno ha convertido la lucha contra la crítica judicial en su primer objetivo. Nos preocupa lo que ello indica con respecto a qué más se puede esperar. Son muchas las razones para temer. He oído a gente en Israel poner como ejemplo el sistema judicial de los EE.UU.. Pero aquí hay equilibrio, porque hay una clara separación entre el Poder Ejecutivo, que propone a los candidatos a jueces, y el Poder Legislativo, destinado a aprobarlos. Es un método muy diferente».

Anne Lewis

Lewis, nacida en 1937, pertenece a una generación de judíos norteamericanos para los cuales el compromiso con Israel es casi orgánico, indiscutible. «Yo sigo estando absolutamente comprometida con el vínculo entre nuestros dos países», dice, «pero confieso que con el empoderamiento de la extrema derecha en Israel y el ataque al sistema de Justicia, se me hace cada vez más difícil. Afecta el principio de los valores compartidos». Algo que, sin embargo, alimenta sus esperanzas son las manifestaciones contra la subversión de valores a los que ella querría reforzar. «Hablamos mucho sobre valores liberales, democracia – y esas manifestaciones son la democracia en plena vigencia».

También el abogado constitucionalista Alan Dershowitz pertenece a esa generación para la cual Israel es casi sagrado, y él se cuenta entre los adherentes a Netanyahu. Con todo, en la entrevista mantenida con Haaretz la semana pasada, también él aclaró hasta qué punto no ve con buenos ojos las medidas propulsadas por Netanyahu y Yariv Levin poniendo el acento en la cláusula de elusión con una mayoría simple de 61 parlamentarios y en otorgar el dominio a los políticos en la Comisión de designación de jueces. Dershowitz advierte que «Toda democracia puede convertirse en una dictadura. La función de la Justicia es defender los derechos, incluso en contra del designio de la mayoría».

Alan Dershowitz

También Rick Jacobs, líder del Movimiento Reformista en los EE. UU., utiliza palabras fuertes para calificar las medidas promovidas por el nuevo gobierno. «Si esas propuestas son aprobadas por la Knesset, se producirá un enorme perjuicio a las relaciones de Israel con el judaísmo mundial y con todo el mundo democrático-occidental. Luchar contra ello es vital. La influencia sería inmediata y muy extendida».

Jacobs ya está acostumbrado, lamentablemente, a enfrentar a gobiernos de Netanyahu. Aun así, considera la lucha actual una crisis mayor que las precedentes y sostiene que muchos israelíes todavía no aquilatan su profundidad. Menciona a este respecto la inusual carta que publicara la semana pasada la Federación Judía de Nueva York, que es la más grande de las federaciones judías de los EE. UU..

Rick Jacobs

Arik Goldstein, el presidente de la Federación, explicaba en la carta que dudaba en cuanto a cómo actuar frente al gobierno desde la victoria de Netanyahu en las elecciones: «Después de todo, es un gobierno que fue elegido en forma democrática, pero, para mí, los considerandos han cambiado. Como muchos otros que apreciamos a Israel como un Estado Judío y Democrático, estoy muy preocupado por las propuestas del ministro de Justicia destinadas a modificar el procedimiento de designación de jueces en Israel y a disminuir el peso de la crítica jurídica para con el Estado. Esas propuestas suscitan tremendas sospechas. Pisotean la función del sistema judicial desde el momento en que dejan en manos de una mayoría simple de la Knesset la facultad de anular veredictos – lo cual pondrá en jaque a los principios fundamentales que sirven de base a la democracia en Israel y supeditará a las distintas minorías a la tiranía de la mayoría».

Goldstein, quien al parecer se preparaba para ser el blanco de las críticas del ala derecha de la enorme comunidad que preside, se aseguró citando una serie de declaraciones del pasado, del mismo Netanyahu, acerca de la importancia de una Corte Suprema de Justicia fuerte e independiente. «Le ruego al primer ministro que se mantenga fiel a sus palabras», escribió.

Una fuente de la Federación señaló en la conversación con el suplemento de Haaretz que se trata de una crítica nada convencional. «En el pasado, en las contadas ocasiones en que la Federación se manifestó críticamente fue cuando se implicaba directamente al conglomerado judío norteamericano, como la compartimentación del Muro o la ley de Conversiones. El principio de no intervención se ha mantenido siempre para con la política interna de Israel. El cambio es un indicador claro de la profundidad alcanzada por el nivel de angustia frente a parte de las decisiones de este gobierno».

Tampoco en Washington dudan ya a la hora de pronunciarse. La coalición judeo-democrática, que es a la sazón la organización judía mayoritaria en el seno del Partido Demócrata, publicó la semana pasada una inusual declaración de repudio contra las medidas gubernamentales. «Estamos junto a los israelíes preocupados por los extremistas dentro del nuevo gobierno. Sus manifestaciones de odio y su política representan todo lo contrario de los valores comunes. Corresponde que los norteamericanos, incluidos los miembros del Congreso, manifiesten su preocupación».

El primer congresal que adscribió a la crítica fue Brad Sherman, un demócrata proisraelí del Estado de California.

Sherman, quien concurre año a año a las reuniones del AIPAC, y votó en el 2015 contra el acuerdo nuclear con Irán y trabajó en decenas de propuestas a favor de Israel, advirtió la semana pasada en una entrevista con Haaretz diciendo que «las medidas adoptadas por el gobierno pueden afectar las relaciones entre Israel y el Partido Demócrata. Israel cuenta con un amigo leal en el mundo, no puede permitirse que sea sólo un ´medio amigo´. Quien perjudica las relaciones Israel-EE. UU. debe saber cuál es el riesgo que asume».

Unos días después se sumó a la crítica también Jerry Nadler, prominente legislador judío en el Congreso, quien hasta no hace mucho presidiera la Comisión Constitucional del mismo. En una nota de opinión que publicó en Haaretz la semana pasada, aportó una advertencia explícita a los encargados de la toma de decisiones en Israel: «El pacto entre EE. UU. e Israel se basa, en gran medida, en principios democráticos. Mucho me temo que si Israel persiste en la reestructuración antidemocrática propuesta por el ministro de Justicia, eso agregará tensión a las relaciones entre nosotros, de modo irreversible».

Un alto diplomático israelí, que conoce bien a Nadler y a Sherman, calificó sus críticas como «alarma real en el Congreso», y agregó que el primero en entenderlo así es el primer ministro que conoce de cerca a ambos congresales por haberlos visto no pocas veces a lo largo de los años. «Cuando parlamentarios tan proisraelíes hablan en público contra la política interna del gobierno de Israel es señal de que algo realmente extremo ocurre. Son personas para las cuales el apoyo a Israel es casi religioso. Netanyahu sabe cuál es el riesgo que asume, pero, aparentemente, opta por desentenderse de él».