Liberación de secuestrados: un festejo temporario, pero con dudas sobre el futuro

Como otras millones de personas alrededor del mundo, pasé el 25 de noviembre mirando reiteradamente las noticias, alternando entre enojo, frustración, esperanza y desesperanza. La jornada terminó con el éxito que esperaba (la liberación de 17 secuestrados del fatídico 7 de octubre, de los cuales 13 eran ciudadanos israelíes y 8 menores de edad) pero ese éxito se vio atenuado por un dejo amargo y preocupación por el futuro. El motivo de esta victoria preocupante es que la segunda jornada de liberación de rehenes evidenció más que nunca que el acuerdo de intercambios se maneja en función de los antojos y tiempos del grupo terrorista Hamas, con un Israel obligado a seguir los pasos de una melodía que no elige y que no le sienta cómoda, pero en un baile al que no puede elegir ausentarse. Esto aplica a la liberación de los secuestrados, pero también -podría decirse- a toda la guerra iniciada el 7 de octubre, lo cual proyecta sombras sobre el futuro.
Por Kevin Ary Levin

Se preveía que, durante el 25 de noviembre, se liberaría una segunda tanda de secuestrados israelíes, compuesta (de acuerdo a lo pactado para los primeros cuatro días) por menores de edad y mujeres. Esto se produce en paralelo con la liberación de secuestrados tailandeses, integrantes de la importante población de trabajadores extranjeros que realizan tareas en la zona lindante a la Franja de Gaza. Sin embargo, a diferencia del primer día de liberación, esto no se produjo sin problemas: Hamas advirtió que Israel no había cumplido con su parte del acuerdo al no permitir el ingreso de camiones de ayuda humanitaria al norte de la Franja de Gaza. Esta acusación fue rápidamente negada por Israel, pero esto no cambió el hecho de que, por unas horas, todo indicaba la suspensión del operativo y, en consecuencia, Israel anunció que el cese al fuego quedaría suspendido a la medianoche en caso de que Hamas no liberara a los rehenes. Una movilización de aproximadamente 100.000 personas se congregó rápidamente en apoyo a los familiares de secuestrados en Tel Aviv, indicando el fuerte apoyo que tiene el operativo de intercambio en la sociedad israelí (y a pesar de la oposición de los políticos del partido Sionismo Religioso y otros grupos de la ultraderecha israelí, que prefieren golpear a Hamas que ofrecer concesiones, aunque esto implique abandonar a los secuestrados). La tensión entre los familiares y Netanyahu mismo es conocida hace ya varios días, dado que el premier israelí tardó en reunirse con familiares, lo hizo con muy pocos y fracasó en demostrar tener a los civiles en Gaza como prioridad en la toma de decisiones.

La suspensión temporaria de los compromisos movilizó una serie de llamadas y reuniones, que dejaron en evidencia los diferentes engranajes diplomáticos que posibilitaron el acuerdo original. Sabemos ahora que, poco tiempo luego del ataque de Hamas, la monarquía qatarí (que recibe como residentes a parte de la primera plana de Hamas y sabe que puede pagar las consecuencias de su cercanía con la agrupación terrorista, si todo sale mal) posibilitó el establecimiento de un grupo de negociación entre Israel, Estados Unidos y Qatar. Este grupo luego fue enriquecido por la presencia egipcia, particularmente de su jefe de Inteligencia, Abbas Kamel, quien en la última escalada del año 2021 lideró los esfuerzos por un cese al fuego. Kamel tiene contactos conocidos tanto con Hamas y con la Jihad Islámica y estableció la comunicación necesaria para firmar el acuerdo de intercambio de secuestrados por prisioneros, que implicó también un alivio en las condiciones de vida en la Franja de Gaza y la visita de la Cruz Roja a los prisioneros que no tienen agendada su liberación, medida que parece no haber sido implementada aún.

Un aspecto adicional del incumplimiento de Hamas es el compromiso inicial de no separar familias en el proceso de liberación, dado que el 25 de noviembre Hila Rotem (de 9 años) fue liberada sin su madre, Raia. La excusa que dio Hamas es que no pudo dar con el paradero de la segunda, pero medios israelíes informaron que, según el testimonio de la menor, madre e hija habían estado cautivas en una misma ubicación dentro de Gaza, y fueron separadas sólo dos días antes de la liberación.

El día después de Hamas

Más allá de las sospechas e incumplimientos, el cese al fuego permite la salida de algunos de los secuestrados más prioritarios y ofrece una ventana de oportunidad para negociaciones mayores. Cumple además con los objetivos estratégicos de Estados Unidos y de Irán: el primero, que busca evitar las críticas a la administración Biden por haber supuestamente dado “carta blanca” a la respuesta militar israelí, acusación que puede pesar al Partido Demócrata en algunos estados clave a medida que Estados Unidos se pone en modo de campaña, a menos de un año de sus elecciones presidenciales.

Los rehenes del tercer grupo liberados por Hamas

En el caso de la República Islámica, Irán tiene por ahora la convicción de evitar su involucramiento directo, pero esta decisión puede volverse difícil si aumenta la violencia entre Irán y Hezbollah. Por ahora, Hamas, por más que se proclame su pertenencia al “Eje del mal”, no es un aliado suficientemente valioso como para asegurar una guerra entre dos potencias militares regionales y generar un mayor involucramiento estadounidense en lo que, se espera, quede como un conflicto local. Esto explica la respuesta iraní -que trascendió ante los reclamos de Hamás- de que su aliado persa no había asumido la responsabilidad de ayudar, según la cual Teherán no está dispuesto a hacerse cargo de un ataque por el que no fue consultado y no aprobó. La estrategia estadounidense, que apunta a contener el conflicto, no debe ser confundida con la postura rusa y china, que ven en este cese al fuego la posibilidad de una tregua a largo plazo. Para Estados Unidos e Israel, no hay duda de que la operación “Espadas de hierro” está lejos de cumplir sus objetivos y debe continuar.

Tres factores seguramente pongan a prueba esa convicción en las próximas semanas: en primer lugar, la interna del Partido Demócrata y la reacción de la sociedad estadounidense a las duras imágenes de la guerra, una vez se complete el cese al fuego y la liberación de los secuestrados. El segundo es la reacción de otro aliado clave de Estados Unidos en la región, Egipto, una vez que la guerra pase a enfocarse en el sur de la Franja de Gaza y se genere posiblemente una oleada de desplazados palestinos que intenten ingresar al territorio del país vecino. El tercero es la firmeza con la cual Irán pueda sostener esta postura inicial de no involucrarse, particularmente teniendo en cuenta que sus aliados regionales (los houthíes en Yemen, las milicias shiitas en Irak, Hezbollah en Líbano y el régimen de Assad en Siria) cuentan con autonomía para tomar sus propias decisiones y podrían generar una reacción en cadena que involucre al eje.

En tanto estos tres factores, y tal vez alguno más que escape el análisis del autor de estas líneas en este momento, no jueguen un rol clave en la desescalada, lo más probable es que continuemos viendo la marcha de la guerra, a medida que Israel libera más zonas de Gaza de la presencia de Hamas. Mientras tanto, la situación de los rehenes hace que Israel deba cumplir en cierta forma los tiempos y las condiciones que le impone Hamas, sabiendo que la única carta que puede jugar a su favor (el ejercicio de la violencia) tiene su uso restringido por criterios éticos, la crítica internacional y el carácter dubitativo y condicionado del apoyo estadounidense.

Por su parte, Estados Unidos parece estar solo en pensar que esta tragedia -comenzada hace más de un mes y medio- pueda dar lugar a un proceso diplomático que dé una solución a largo plazo a la situación en Gaza y ofrezca tranquilidad a largo plazo. Netanyahu ya rechazó oficialmente la idea de extender el control de la Autoridad Palestina a Hamas en un escenario post-Hamas. En Ramallah, afirmaron que esto sería solo posible como parte de un arreglo diplomático integral al conflicto, rechazando soluciones parciales y evitando, de esta manera, quedar ante los propios palestinos como quienes resuelven los problemas israelíes. Entre las otras dos alternativas, ninguna parece realmente tener chances de funcionar: una es extender el control israelí sobre Gaza de forma indefinida hasta que puedan realizarse elecciones, sometiéndose así a la fuerte crítica internacional, el revés de los procesos de normalización entre Israel y la región y exponiendo a los soldados a una larga guerra de insurgencia. La otra, posible en teoría pero sin voluntarios en la práctica, es la construcción de una coalición internacional con otros países de la región para dirigir la cotidianeidad de la vida en Gaza hasta que se puedan realizar elecciones. Todo indica que la Autoridad Palestina, tan vilipendiada por Netanyahu y sus aliados en los últimos años, parece ser la única posibilidad con la que cuenta Israel para salir de este embrollo iniciado por Hamas con cierta idea de orden y tranquilidad.