Haaretz, 26.1.2024

La vida en Israel simplemente no puede continuar así

La vida en Israel existe dentro de un espacio de negación, un marco de tiempo en el que imaginamos lo que queremos imaginar, porque la realidad aún no ha sido "permitida para ser publicada"*. No por casualidad, la negación se ha convertido en el gran proyecto israelí de las últimas décadas.
Por Alon Idan. Traducción: Bemy Rychter

Pero esta grieta no podrá continuar. Se derrumbará.

Alrededor de las cuatro de la tarde del lunes, dos edificios de dos pisos se derrumbaron en la franja de Gaza. Murieron 21 soldados. Fue el día más difícil desde el inicio de la maniobra terrestre. En las horas que transcurrieron entre que se supo del desastre y su publicación, fue fácil localizar los mismos titulares de noticias que se habían convertido en el código de la catástrofe: «Feroces batallas en Gaza», «Feroces combates en la Franja de Gaza» y todos los demás desvíos retóricos que se supone que preparan al público para el dolor que llama a su puerta.

Más tarde ese mismo día, en el estadio municipal de Tel Aviv, Hapoel Tel Aviv vs. Beitar Jerusalem, TV en vivo, miles de fanáticos, insultos, peleas entre las barras bravas, celebraciones de victoria, vergüenza por la derrota.

Más tarde, 21:30, Canal 12, «La próxima estrella”, jóvenes que aspiran a ser estrellas compiten con sus canciones ruidosas e insignificantes. Los honorables jueces (que ya son estrellas) claman: «Increíble… No existen tales cosas… me hiciste llorar…»

¿Cómo se explica que a las cuatro de la tarde se produjera semejante catástrofe y pocas horas después los mecanismos del entretenimiento: deportes, reality shows, siguieran funcionando como si nada? La respuesta trivial sería «no sabíamos». De hecho, hasta la mañana siguiente, la noticia de la muerte de los 21 soldados no se publicó oficialmente. Es posible que muchos fanáticos de fútbol o espectadores de Next Star no hayan sido informados de los sombríos detalles. Pero en la realidad misma, el desastre ocurrió. Los soldados murieron el lunes por la tarde, independientemente de que se informara o no. Channel 12 conocía los detalles exactos.

Es difícil creer que los que operaban los dispositivos de entretenimiento no supieran que 21 jóvenes habían caído hacìa apenas unas horas. Aun así, apretaron los botones y giraron la rueda de la fortuna. Si el portavoz de las FDI hubiera aprobado la publicación esa noche, se habrían abstenido de hacerlo. La «próxima estrella» habría sido cancelada, tal vez también el partido de fútbol. Pero el informe no fue aprobado para su publicación y se crearon varias «horas de oro» entre la realidad misma y el reportaje sobre ella. Unas horas en las que puedas «mantener una rutina», imaginar la normalidad, también ganar dinero. Fue un retraso, un delay… una ventana de oportunidad que se cerró tan pronto como se «permitió su publicación».

Necesitamos detenernos en este extraño marco de tiempo que existe en las horas vespertinas entre la realidad y el reportaje. Es un marco de tiempo elástico e indeterminado que puede ser utilizado para manipular a las personas o, más bien, para protegerlas. Podrían haber dicho: «No importa si se publicó o no, no transmitiremos un reality show el día que murieron 21 soldados». Pero dijeron: «Bueno, todavía no saben que los soldados murieron, así que vamos a transmitir, ya hemos vendido anuncios».

Es un marco de tiempo en el que una persona se define a sí misma en relación con los demás, en relación consigo misma. Un marco de tiempo en el que los miedos y las ansiedades emergen de los muros de la conciencia, amenazando con apoderarse de ella, destruirla. A veces tienen éxito y causan parálisis, muchas veces son negados y «desaparecen».

Este es el escenario israelí de la negación. El lugar donde es posible «jugar» con la realidad, aunque ya haya ocurrido. Son los momentos en los que todavía se permite imaginar que las cosas pueden no haber sucedido, que es simplemente un error en la información, tal vez el desastre es menor de lo que pensábamos; ¿O, por otro lado, que tal vez el desastre es realmente monumental? ¿Tal vez murieron docenas de soldados? ¿Cien? ¿Tal vez fueron secuestrados? ¿Tal vez alguien que conozco?

En este espacio suelen aparecer todas esas actualizaciones omniscientes de WhatsApp o Telegram. La mayoría de las veces serán impactantes, brutales, exageradas. Pero a veces resultarán ser ciertas. Y luego las dudas ¿pasar la información? ¿Enviar a la misma madre cuyo hijo sirve en Gaza? En realidad, ¿por qué asustarla? Y así, una persona se sienta consigo misma, con una ensalada cuántica de incertidumbre, en la que el desastre ocurrió y no ocurrió simultáneamente, y vive una vida fragmentada, frágil, imposible. Este marco de tiempo, este espacio de negación, es la vida en Israel. Todos existimos en el espacio inhibido entre lo que está sucediendo en la realidad misma, tal vez ya ha sucedido, y el momento en que “Se Permite publicar».

Lo cierto es que la sorpresa está relacionada con el mismo espacio de negación en el que vivimos, el mismo marco temporal en el que se nos permite imaginar lo que queremos imaginar, porque la realidad aún no ha sido «permitida a ser publicada». No es casualidad que este período de tiempo se haya convertido en el mayor proyecto israelí de las últimas décadas. El objetivo principal de la mayoría de los que desarrollaron esta tarea fue expandir y profundizar el espacio de negación tanto como fuera posible; meter tantos materiales de escape como sea posible, nublando la conciencia, distracciones, siempre que el amargo conocimiento que «Se permite publicar» permanezca en el fondo de la conciencia y no interfiera con nuestra fantasía omnipotente.

La distracción puede existir en su sentido más simple como entretenimiento. Por cierto, «la próxima estrella», por cierto, un partido de fútbol. Keshet, (Red de TV) como la principal fábrica de distracciones de Israel, inyectó incontables horas de negación en la conciencia israelí y, por lo tanto, fue un éxito comercial vertiginoso. La demanda de escapismo donde se supone que la amarga noticia debe publicarse en cualquier momento es enorme. Cualquiera que pudiera expandir, profundizar, comprimir y proporcionar distracciones efectivas se hizo rico y prosperó en Israel durante los años de negación. Pero las distracciones de entretenimiento son fáciles de detectar. Lo que es más engañoso son las distracciones que «disfrazan» la realidad misma y se presentan como «eventos reales». Son poderosos porque son difíciles de identificar y dan la sensación de que existimos dentro de la realidad, que la confrontamos, que lidiamos con ella.

Por ejemplo, los «noticieros». Aparentemente, informando sobre lo que está sucediendo en la realidad, no sobre la fantasía. Y, sin embargo, el hecho de que durante años casi todos los principales medios de comunicación de Israel no cubrieran seriamente lo que estaba sucediendo en los territorios ocupados, en Gaza, en los asentamientos; el hecho de que millones de personas que viven a nuestro lado se hayan convertido en un rumor, en una imagen gráfica desprovista de características vitales, en una molestia que nos impide disfrutar; el hecho de que incluso en los noticieros que se extendieron durante una hora y media, e incluyeron innumerables notas insípidas sobre hoteles boutique y confesiones «conmovedoras» de una figura pública, no encontraron el tiempo para contarles a los israelíes lo que está sucediendo en su propio patio trasero, que es el patio delantero de los palestinos, es decir, millones de otras personas, seres humanos reales, que viven, son felices o tristes, se ganan la vida, están desempleadas, aman, sueñan. Esto es el corazón de la distracción, una parte crítica deambulando por el espacio de la negación, la zona desconocida que al final de la cual «Se permite publicar».

Shirli Atari, que se escondió con su hija de un mes durante 27 horas y cuyo esposo fue asesinado el 7 de octubre, dijo: «No sé dónde estaba el Estado. Nos abandonaron, estaban aparentemente en Twitter».

El gran artífice de la distracción israelí es Benjamín Netanyahu. Fue nombrado para el cargo porque su presentación ganó una licitación sin precedentes: aseguró al público que era posible cerrar los ojos e imaginar la rutina, al menos hasta que no se hicieran «permitidas de publicar» de que ya fuera imposible cerrar los ojos e imaginar la rutina porque 1.200 israelíes fueron masacrados y otros 240 fueron secuestrados.

Al fin y al cabo, el conflicto en sí es conocido por todos; por momentos intentaron tratarlo, pero no lo lograron y en cierto momento se decidió seguir la rutina, como un niño que cierra los ojos y está seguro de que nadie lo ve. Netanyahu escribió en la primera diapositiva de su presentación: «Dejemos de mencionar a los palestinos, no existe tal cosa, todo va a andar bien, vayan a divertirse, disfruten, nuestra economía es fuerte, nuestro ejército es el mejor del mundo». Los israelíes fueron a divertirse.

Hasta que la muerte penetró por las puertas de los refugios, por las calles de las ciudades, por los portones amarillos de los Kibutzim.

Como buen vendedor, Netanyahu domina las prácticas de distracción como un acróbata, domina el trapecio. Esta es su gran especialidad, probablemente la única. Al fin y al cabo, no sabe gestionar, no sabe ejecutar, no sabe decidir. Durante sus muchos años en el cargo, no hizo nada, o en realidad hizo nada. Aun así, encantó a la mitad del público y enfureció a la otra mitad. Hay una relación inversa y perfecta entre su impotencia y la intensidad de las emociones que provoca. Esto no es casualidad: porque el propio Netanyahu es la distracción.

De hecho, Netanyahu es nuestro Proyecto Runway: en su ser insoportable, en la imagen de asfixia que inspira, en la teatralidad de su discurso en la televisión, en su flagrante falta de autenticidad, en su manipulación natural, en su acido cinismo, en su pelo púrpura-naranja-gris y en sus manchas del bronceador, es una distracción que todo lo abarca y que disfraza la realidad.

Pero la realidad, qué hacer, no toma en cuenta la «política» y no es consciente de todas estas expresiones: «zona de negación», «distracción», «proyecto de escape». La realidad chisporrotea, arde, amenaza con estallar, hasta el momento en que «Se permite publicar» lo que todos tememos que se da a publicar.

El proyecto escapista que se ha convertido en parte del ADN de Israel nos obliga a vivir en fragmentación todo el tiempo. Todos recordamos la «pantalla dividida» de Telad (red de TV) en 2002, cuando las imágenes del ataque en Jerusalén se transmitieron en un lado de la pantalla y un partido de fútbol en el otro lado.

Era una metáfora perfecta de ese espacio dividido con la realidad por un lado y la fantasía por el otro. Esta división se refleja en innumerables aspectos: Israel ocupa un lugar destacado en felicidad (fantasía), pero también en el número de pasaportes extranjeros que poseen sus ciudadanos (realidad). Aquí hay una solidaridad extraordinaria, pero enormes cantidades de odio y veneno entre el pueblo. Los precios de los bienes raíces son una locura, pero la seguridad existencial es hueca. Sí, es nuestro «lugar seguro», pero ¿por qué tenemos que volar desde aquí al menos tres veces al año?

Debajo de la división, de cada división, se esconde la ansiedad. Debajo de cada escapismo, se esconde la realidad. El 7 de octubre la ansiedad se materializó, la realidad golpeó y la muerte nos miró a los ojos. En esos momentos innegables, el cuerpo realmente sintió que «no había a dónde huir», que la ruptura no podía continuar porque «las escenas se juntaron», que simplemente no podremos continuar así. La insistencia en escapar, negar, olvidar, vivir al descubierto, contar con créditos, imaginar que es posible volver atrás, a la vida anterior, a la espectacular y peligrosa escisión entre realidad e imaginación, creer que de alguna manera va a salir bien, y aunque no funcione, nos las arreglaremos, porque la tecnología, el genio judío, la luz de las naciones, la única democracia, y todos los demás clichés plásticos a partir de los cuales y sobre los que se construyeron nuestras vidas en las últimas décadas hasta que empezamos a creérnoslos; bueno, no podrá continuar así.

El espacio de la negación se desmoronó durante unos días, y a través de las grietas fue posible ver una imagen aterradora de la realidad misma. Se puede decir que en aquellos días «Se permitía publicar» que así es como se ve la realidad cuando no jugamos con ella, cuando no nos distraen. Allí vimos cosas terribles, horribles, inaceptables. Todavía las vemos. Los secuestrados que no vuelven nos tren recuerdos dolorosos, del alto costo de la negación. No es casualidad que este sea el talón de Aquiles de Netanyahu: los secuestrados no le permiten escapar a los reinos de las palabras, de la ingeniería de la conciencia, de la manipulación, de la presentación, de actuar frente a una cámara. Son personas reales que están pasando un sufrimiento indescriptible y están exhibiendo la impotencia de Netanyahu.

Netanyahu continúa con lo suyo. En las conferencias de prensa nos promete volver a nuestra vida anterior, a los días de desayunos y masajes mimosos en el Bosque del Carmel, a las playas de Santorini, a los fines de semana en Londres o Paris.

Solo que primero dejémoslo destruir a los monstruos de Hamas, y luego elimine por completo la idea de dos Estados para dos pueblos, porque no hay dos pueblos, solo hay un pueblo, y un líder que está entre volver a distraerse y el fin del sueño sionista.  Este «vendedor» debe ser expulsado. No es la «próxima estrella», es el «próximo desastre».

No es un partido de fútbol, es un juego de vida o muerte. Esto ya es un peligro existencial. Ha llegado el momento en el que hay que vivir en la realidad, vivir realmente en ella.

Al fin y al cabo, sabemos exactamente como.

* Nota del Traductor: La frase «Se permite publicar», «Hutar Lepirsum» (hebreo) se utiliza, lamentablemente, casi a diario, para publicar oficialmente los nombres de los combatientes caídos o acontecimientos trágicos