Vasili Grossman, escritor rebelde judío soviético anti-totalitario

En este artículo presentamos un acercamiento a la vida y la obra de Vasili Grossman, quien fuera el primer escritor judío soviético que abordó el problema del antisemitismo estatal, al que consideraba una consecuencia inseparable del sistema soviético, y que expuso sus efectos psicológicos sobre los judíos.
Por Luis Morgenstern Korenblit

Vasili Grossman nació en 1905 en el seno de una familia acomodada perteneciente a una reducida minoría de la provincia de Kiev (hoy capital de Ucrania), que tenía el ruso como lengua materna. «La familia no lo envió al jeder [la escuela elemental judía], con lo que Grossman aprendió tan solo un puñado de palabras en idish», cuenta Alexandra Popoff en la biografía del autor que publicó en 2020, Vasili Grossman y el siglo soviético. De hecho, su nombre de pila, Iosef, fue cambiado por el de Vasili, no muy común entre los niños judíos, pero sí entre los rusos. El antisemitismo secular ya existía en la sociedad rusa. Como escribe Popoff, «pese a que Grossman no era religioso, leyó la Biblia y no fue ajeno a la tradición bíblica. Recibió una influencia directa de la creencia judía en la importancia de la compasión, en la necesidad de amar la vida y resistirse a morir hasta el último minuto, en la necesidad y obligación de recordar el pasado y honrar a los muertos, e igualmente en la necesidad de dar testimonio», aspectos que saldrán a la luz en su literatura especialmente a partir de la segunda guerra mundial.

Sus padres se separaron pronto y Grossman vivió en Berdíchev con su madre hasta que comenzó los estudios universitarios, primero en Kiev y luego en Moscú. Viviendo en Kiev, tuvo lugar el golpe de Estado comunista y la llegada al poder del partido bolchevique y el posterior Terror Rojo.

Desde que triunfó la Revolución Rusa en 1917, la familia Grossman se vio obligada a ocultar su origen judío. Los cambios en la educación que trajo consigo Lenin fueron superados por el hambre de conocimiento de Vasili Grossman. «A los 15 años leía a Tolstói, Kipling y Conan Doyle, así como los relatos de Jack London sobre las minas de oro del Klondike. Su libro preferido era La interpretación del radio y la estructura del átomo, del radiólogo inglés (y futuro premio Nobel) Frederick Soddy», puede leerse en la biografía escrita por Alexandra Popoff.

Después de graduarse como ingeniero en la Universidad de Moscú, trabajó en Dombás (1929-1933) y luego regresó a Moscú. A partir de 1934 se dedicó a la literatura, incorporándose en 1937 a la Unión de Escritores.

En sus escritos de antes de la guerra, Grossman utilizó a menudo escenarios y personajes judíos (como en el boceto «Berdichev ne vshuku, a vserez» («Berdíchev en serio, no en son de broma»; 1929), «Chetyre dnia» («Cuatro días»; 1935), «Tseilonskii grafit» («Grafito de Ceilán»; 1935) y la novela Stepan Kolchugin (1936-1941). En estas obras expresó su confianza, compartida con muchos judíos de su generación, en la justicia de la revolución y la inevitabilidad de la paz internacional.

Grossman pasó los años de la Segunda Guerra Mundial como corresponsal de primera línea del periódico militar Krásnaya zvezdá (Estrella Roja). Su primera respuesta al Holocausto fue el cuento «Staryi uchitel» («El viejo maestro»), publicado en la revista Znamia en 1943. Si bien el silencio oficial sobre la tragedia judía no permitió a Grossman expresar la fuerza de su conmoción, parte de su reacción es evidente en el boceto «Ukraina bez evreev» («Ucrania sin judíos»; 1943), publicado en traducción idish en el periódico Eynikayt, y destinado a judíos fuera de la Unión Soviética. En «Treblinskii ad» («El infierno de Treblinka»; 1944) presentó la primera imagen detallada del campo de exterminio y del levantamiento de prisioneros que ocurrió allí. En 1944 se unió al Comité Judío Antifascista. De 1943 a 1945 trabajó con Ilya Ehrenburg, recopilando y editando material para Chernaia kniga (Libro Negro) sobre el exterminio de los judíos en los territorios de la URSS ocupados por el ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial.

Después de todo, el ruso Vasili Grossman fue el gran detractor de los regímenes totalitarios, especialmente el que sufría su amada Rusia: se enfrentó a Stalin, pero también a Hitler, ya que era de origen judío.

«Hemos derrocado al mal», dijo el 2 de mayo de 1945 ante la rendición alemana. Grossman se había presentado voluntario para participar en la guerra y tras pasar por diferentes frentes, se encontró en la capital alemana al final de la contienda.

Sus vivencias en la cruenta guerra, donde —cabe señalar— la mayoría de bajas se produjeron en el Ejército Rojo, le llevaron a escribir las novelas que le impulsaron al éxito.

La novela de Grossman Za pravoe delo (Por una causa justa; iniciada en 1943, publicada en 1952) pretendía ser la primera parte de una epopeya sobre la batalla de Stalingrado. La novela fue compuesta durante la campaña antijudía de finales de los años 1940 y principios de los 1950, lo que obligó a Grossman a un alto grado de autocensura. En la obra, por ejemplo, evita usar la palabra «judío». Sin embargo, la identidad judía de Grossman se manifiesta en sus intentos de derribar el estereotipo del judío como un cosmopolita cobarde y extraño. En cambio, acentúa la valentía, el patriotismo, el amor por el trabajo físico y la solidaridad con el pueblo soviético de su héroe judío.

En la novela Zhizn i sud’ba (Vida y destino; 1953-1960), que concibió como una continuación de su epopeya anterior, Grossman revela un nivel de denuncia sin precedentes. Expone el Estado controlado por el partido y establece una analogía entre el comunismo y el nazismo. Los campos soviéticos se yuxtaponen a los nazis, y la destrucción de millones de campesinos por parte de Stalin se compara con la Solución Final de Hitler. Las revelaciones de Grossman, junto con su descripción del destino de las personas que intentaron oponerse al sistema, marcaron un acto de extraordinaria valentía por parte del autor.

Grossman fue el primer escritor judío soviético que abordó el problema del antisemitismo estatal, que consideraba una consecuencia inseparable del sistema soviético, y que expuso sus efectos psicológicos sobre los judíos. Zhizn i sud’ba examina también el antisemitismo cotidiano. En contraste con su punto de vista en «Berdichev ne vshuku, a vserez», donde el joven autor había propuesto que, para superar el antisemitismo cotidiano, «simplemente había que hablarle al público sobre Berdichev», en Zhizn i sud’ba Grossman declara lo contrario: el sentido común, e incluso la gratitud, son irremediablemente superados por el odio antijudío. En Zhizn i sud’ba, muestra la tensión entre el amor por Rusia expresado por personajes judíos y el hecho de que sean judíos. Los héroes judíos asimilados (Shtrum, su madre, el piloto de combate Boria Korol y otros) son extraños a los ojos de sus colegas, vecinos y compañeros soldados. Mientras que en Za pravoe delo, Grossman enfatiza continuamente el vínculo entre su héroe judío y el pueblo soviético, la total convergencia de sus deseos y valores, en Zhizn i sud’ba, la característica dominante de Shtrum es la soledad.

En Zhizn i sud’ba, dos médicas asimiladas, Sofía Levinton y Anna Semenovna Shtrum, confrontan su vínculo con el pueblo judío antes de morir a manos de los nazis. En el caso de Sofía Levinton, este vínculo se define no sólo a través de su destino, sino también a través de puntos en común étnicos: recuerdos del shtetl, el idish, un tipo específico de humor.

El intento de Grossman de publicar Zhizn i sud’ba tuvo consecuencias trágicas para él. En febrero de 1960, agentes de la KGB registraron su apartamento y confiscaron todos los borradores del manuscrito. Después de la muerte de Grossman, el escritor disidente Vladimir Voinovich fotocopió un manuscrito oculto y lo introdujo de contrabando a Occidente. En 1980 se publicó en Suiza Zhizn i sud’ba. Finalmente apareció en Rusia una variante de la revista en 1988.

Otras dos obras escritas cerca del momento de la muerte de Grossman: el cuento «Vse techet» («Todo fluye»; 1955-1964) y el boceto de un viaje a Armenia, «Dobro vam!» («Que el bien os acompañe»; 1962-1963) están conectados con Zhizn i sud’ba tanto en su perspectiva histórica y filosófica como en su sensibilidad étnica. Los temas de «Vse techet» (campos de trabajo soviéticos, colectivización y hambruna en Ucrania, antisemitismo soviético de posguerra y la deportación planificada de judíos) están unidos con las ideas de Grossman sobre la historia rusa, el carácter nacional ruso y el papel de la revolución en la supresión de la libertad. Grossman creía que la historia rusa encarnaba el «crecimiento de la esclavitud». Rastreó las crueldades de la era soviética hasta la dictadura revolucionaria establecida por Lenin.

Sus entrevistas con los supervivientes del Holocausto, de gran valor periodístico y literario, lo convirtieron en el biógrafo del horror, pero también de la esperanza.

A su regreso a la Unión Soviética, Grossman vivió la deriva del régimen comunista, que cercenaba libertades, realizaba depuraciones y no permitía el libro desarrollo intelectual. «Pese a las diferencias ideológicas —de raza y de clase—, estos dos sistemas totalitarios se asemejaban en su completa falta de humanidad, en el rechazo a la noción fundamental de que toda vida humana individual es valiosa», reflexionó entonces el escritor, relacionando comunismo y nazismo.

En sus obras de posguerra, Grossman se refirió constantemente a la vida de los judíos. En Zhizn i sud’ba, un niño ve los mantos de oración de los ancianos que van a la sinagoga de una ciudad ucraniana como «modelos antiguos». «Eso [lo] asombró con su pasado bíblico sin hogar». En «Vse techet», Grossman remonta el bolchevismo fanático de su personaje Lev Mekler no sólo a las condiciones sociales de la Zona de Asentamiento, sino también al fanatismo de los judíos que lucharon contra los romanos, perecieron en la Inquisición y lucharon contra los pogromos en las autodestrucciones judías. ¡En «Dobro vam!», su empatía por el sufrimiento ruso, ucraniano y armenio es inseparable de su conciencia judía. Cuando la revista Novy Mir aceptó imprimir el artículo si eliminaba un párrafo sobre la simpatía armenia por los judíos, Grossman se negó.

A partir de entonces, su vida se llenó de dificultades. Fue vetado y expulsado de la vida pública, y le fue imposible seguir publicando libros. En 1960 había tratado de publicar Vida y destino, y vuelve a intentarlo en 1962, pero es nuevamente rechazado. Finalmente, no se editará este gran clásico del siglo XX, al que se ha comparado con Guerra y Paz, de León Tolstói, hasta 1988, aprovechando la política de glásnost de Mijaíl Gorbachov, después de ser sacada de la URSS en microfilm. Sin embargo, Grossman falleció en 1964 de cáncer, sin ver su obra publicada.

Es esta una novela total, honesta y sólida. No hay maniqueísmo ni caricaturas: el mismo personaje, ya sea alemán, ruso, comunista, disidente, judío o cristiano, afronta los mismos dilemas morales, actúa en nombre del bien o arrollado por el mal, es capaz de nobleza y de bajeza. Se trata de una de las más feroces denuncias del totalitarismo jamás escrita. Porque según Grossman, incluso en tiempos de oscuridad el ser humano es libre para decidir: el sentido innato del bien debe guiar sus pasos, y la piedad y la libertad mover su corazón.

En los últimos años de su vida, apenas consiguió publicar un par de relatos y algunos pasajes de sus últimos libros, y se convirtió en un escritor invisible, aunque el KGB lo seguía vigilando. Después de su muerte, su literatura fue completamente olvidada hasta que, en Occidente, primero en Fráncfort, en 1970, se publicó Todo fluye, su última novela, que hasta 1989 no se editó en la URSS, el mismo año que Archipiélago Gulag. Más tarde, en 1980, en Suiza, apareció Vida y destino, su gran obra, que fue requisada por el KGB en 1961; esta edición procede de uno de los manuscritos que había escondido Grossman y que entregó a su amigo Semión Lipkin; este manuscrito fue microfilmado con la colaboración del escritor Vladimir Voinóvich y del físico Andréi Sájarov y posteriormente pasado a Occidente. En 1983 apareció la primera edición en Francia y en 1985 en Londres y Nueva York. Hasta 1988, bajo el gobierno de Mijaíl Gorbachov, esta novela no se publicó en la URSS, aunque la censura volvió a eliminar algunos pasajes, los más controvertidos. En 1990 apareció por vez primera la edición completa de la obra.

En un corto espacio de tiempo se han publicado dos biografías dedicadas al escritor soviético Vasili Grossman (1905-1964). La más reciente ha sido la ya mencionada de Alexandra Popoff, Vasili Grossman y el siglo soviético. Se trata de una biografía muy completa y bien contextualizada en la que el exhaustivo repaso a la vida de Grossman va paralelo a la evolución política y militar de la URSS. Hace unos meses, además, se publicó Cartas y recuerdos de Vasili Grossman, libro preparado por Fedor Guber, hijo adoptivo de Grossman, que se sirvió de sus recuerdos personales y de pasajes de la correspondencia del autor con su madre, su mujer, sus hijos y amigos para trazar un recorrido por la biografía de su padrastro. Como escribe en el prólogo a esta edición el filósofo Tzvetan Todorov, uno de los artífices de la recuperación de Grossman en Occidente, el libro de Fedor Guber arroja «una nueva luz sobre diversos episodios que marcaron su existencia» y es «un retrato vívido y cercano» de un escritor que «representa el caso excepcional de un individuo que logró conquistar la integridad moral viviendo en un país sometido a la dictadura totalitaria».

Fuentes:

https://yivoencyclopedia.org/article.aspx/Grossman_Vasilii_Semenovich, por Rita Genzeleva.

https://www.eldebate.com/cultura/20230106/vasili-grossman-escritor-ruso-refugia-mario-vargas-llosa_84352.html, por María Serrano.

https://www.nuevarevista.net/vasili-grossman-la-verdad-contra-los-totalitarismos/ por Adolfo Torrecilla.