Las izquierdas uruguayas no desarrollaron históricamente la fobia antisemita en ninguna de sus corrientes, fueron amigas del pueblo judío en general y algunas del israelí en particular. Pero esto viene cambiando en un periodo menor a dos décadas y crecen las expresiones de condena a lo judaico, al amparo de un discurso pretendidamente “antisionista” y “antiisraelí”, por cuyos bordes se derrama una amplia gama de agresiones y maltratos a las personas y organizaciones judías que, paradójicamente, somos defensoras y luchadoras cotidianas por el derecho palestino a tener su Estado, compromiso del que no pueden jactarse los “antisionistas” que solo recuerdan el tema cuando estalla el fuego en Medio Oriente.
“El pueblo elegido por dios y la raza pura son la misma mierda”; “Vos sos un genocida y tu pueblo es peor que los nazis”; “La partición debieron hacerla en Alemania y no en Palestina así seguían siendo vecinos de los nazis”; “Los judíos son gente que se junta para ganar guita cagando a los demás”; “Andá a robarles las casas a los palestinos”, son algunas de las sentencias espetadas a judíos del campo de la izquierda por algunos de sus compañeros no judíos; mientras que consignas como “Israel Estado nazi – Basta de genocidio en Palestina” y la variante “Israel Estado nazi – Detener la masacre en Palestina” aparecen escritas en paredes de calles aledañas a hogares de judíos progresistas uruguayos.
Estas son solamente algunas perlas destacadas del viejo y nuevo repertorio antisemita, que es uno solo en boca de alguna gente que en Uruguay se reivindica de izquierda, todos ellos militantes y ex militantes en partidos y en organizaciones sociales, y que desde el mismo 7 de octubre de 2023 perdieron toda referencia a ideas y a fraternidad, atacando a muchos de sus compañeros judíos.
Activistas de organizaciones juveniles judías progresistas, que a su vez militaban en organizaciones sociales de izquierda no judías tanto feministas como estudiantiles y de derechos humanos, han sido negadas, apartadas, aisladas, descalificadas, culpadas, castigadas de muy diferentes maneras, incluyendo sugerencias y también explicitaciones de un discurso según el cual las mujeres israelíes violadas por Hamás lo merecían. Esta ¿idea? macabra en boca de militantes, sugerida y aún argumentada, la hemos sentido y escuchado muchos, con justificaciones típicas del nazifascismo.
Debe anotarse que, tras esas violaciones masivas, ninguna entidad social feminista las repudió o condenó en una sola línea, tampoco lo hizo la Comisión de Género y Feminismo del Frente Amplio.

Como fuimos leyendo y escuchando desde el mismo 7 de octubre, cuando Israel fue asaltado con el objetivo de estrangularlo desde varios frentes y su población del Néguev fue objeto de un ataque genocida, aquellas personas, y corrientes muy importantes de las izquierdas uruguayas -pero de ningún modo todas-, sugieren que el Estado judío merece el asalto y todo lo peor que pueda pasarle, y que los israelíes mismos, todo el pueblo digamos, así lo merece.
De muchas de estas personas educadas, informadas y politizadas, venimos recibiendo rechazos, aislamientos, frialdades, distancias, condenas, o ataques furibundos apelando a mentiras, falsedades, patrañas, diatribas, invectivas. Hay quienes esgrimen argumentos como los que utilizaban la Ojrana (policía política zarista), o los clásicos del antisemitismo francés, o los nazis, o el estalinismo cuando lanzaba sus campañas contra los médicos y “la sinagoga”.
Abundan las referencias a granel al “poder, dinero y dominación” que los judíos ejercemos -sostienen- a través de “la manipulación mediática”. Es como volver un siglo atrás y es muchísima gente. Mete miedo una parte de la izquierda uruguaya con su fobia mal disimulada. Las formas de la incitación al odio antijudío en redes sociales y en relaciones personales son variadas, con imágenes y palabras, de parte de militantes sociales y políticos que se supone deberían estar lejos del oscurantismo, la xenofobia y el racismo.
Somos varios los que estamos eligiendo romper relaciones para siempre con algunos que habían sido compañeros y amigos de muchas décadas, y en no pocos casos de una vida entera, ahora examigos y excompañeros que lanzan frases como las del inicio de este artículo y las difunden y amplifican. La diatriba antisemita surge como surgía durante el auge nacionalista europeo del siglo XIX y las primeras décadas del XX, como en el medioevo, como en la Europa de los siglos posteriores al emperador Constantino. Y no surge de personas iletradas ni de ignorantes sino de activistas que en la mayoría de los casos gozan de acceso a la cultura en su más amplio sentido y muchos de ellos tienen educación terciaria.
El “antisionismo”, subterfugio posmoderno del antisemitismo
El antisemitismo lo hemos sentido esporádicamente desde nuestra adolescencia no pocos judíos en este país, de parte de personas y a veces de grupos, en circunstancias puntuales. Pero lo que estamos viviendo muchos de nosotros en la órbita de la izquierda uruguaya no solo nos provoca un dolor, y una bronca, difíciles de describir con palabras, sino además una profunda desilusión. Se ve aflorar el prejuicio, se huele la desconfianza a la esfera judaica, sale por los poros. Funciona como campaña, soterrada y sistemática, tan sorda e ilógica como pésimamente camuflada de “antisionismo”.
Como deberían saber esos militantes “antisionistas”, el sionismo es el movimiento nacional judío, creado en el contexto del auge nacionalista entre los siglos XIX y XX para dar respuesta política a la persecución antisemita en Europa, extendida a Medio Oriente. Como sucede con todo nacionalismo y nación, el sionismo es por naturaleza policlasista y en su seno coexisten -por ende- diferentes expresiones organizativas de sus respectivas clases, fracciones y corrientes filosóficas, ideológicas, programáticas; tal como puede observarse en el peronismo o en el artiguismo, nacionalismos en los cuales conviven históricamente desde el marxismo hasta el fascismo, por poner solo dos ejemplos cercanos en la geografía.

El “antisionismo” de aquellos sectores y personas “de izquierda” que atacan a judíos debería llamar a la reflexión a sus dirigentes e intelectuales con el propósito de indagar en la génesis de su fobia. Se ve a diario la obsesión exclusiva con el nacionalismo judío y todo lo que rodea a Israel sin reparar en otro conflicto que genere opresiones y atrocidades, que proliferan en Occidente y Oriente.
No debería hacer falta, pero cabe hacerlo, destacar que también es muchísima la gente de izquierda que no cae en esas bajezas. Cabe consignar asimismo que quienes se despeñan por el precipicio de la judeofobia no pertenecen ni giran en el ámbito de un solo grupo u organización. Pero resulta necesario registrar con honda tristeza que se identifican con la clase trabajadora, cierto principismo de izquierda y la lucha feminista. Claro que esto en absoluto implica a los millones de asalariados, mujeres y militantes progresistas.
Y nada de esto tiene que ver con determinada acción y/o política de un gobierno israelí u otro, dado que tales agresiones de matriz xenofóbica y racista son dirigidas contra personas y grupos judíos de todas las orientaciones filosóficas, ideológicas y religiosas, y especialmente las estamos recibiendo personas y sectores judíos progresistas comprometidos desde siempre con la paz entre árabes y judíos y las luchas contra la ocupación y por los dos Estados; compromiso que no pueden reivindicar aquellos “antisionistas” que solo recuerdan el asunto cuando el fuego estalla en el terreno.
Y las personas y organizaciones judías progresistas estamos en la primera línea del repudio y la condena a la masacre que ordena el actual gobierno israelí contra la población civil de Gaza, así como nos oponemos desde 1967 -no de vez en cuando- a la ocupación y a los vejámenes de ésta en Cisjordania y hasta 2005 en la Franja; repudio, condena y oposición que los sectores progresistas y de izquierda judíos sostenemos en la diáspora y sobre el terreno.
Ya es tiempo de que muchas personas y organizaciones de las izquierdas -por lo menos sus direcciones- estudien el asunto y se aboquen a analizar su relación intelectual, política y emocional con todo lo que concierne a Israel, la judeidad y el pueblo judío.