Argentina:

Fulgores y música del 2006

Seguramente hay cientos, miles de casos. Desconocidos. Descartados entre noticias estruendosas, esas que venden, que levantan el rating. Tapados por la sombra mediática de “Bailando por un sueño”. No tendrán el cartel rojo de ‘Crónica TV’. Sus vidas, si algún día irrumpen en los diarios, como la buena noticia que cada tanto hay que dar, estará en la página 35. Todas historias que emocionan de un 2006 ya ido.

Por Hugo Presman

La música según Eduardo Galeano

Era un mago del arpa. En los llanos de Colombia no había fiesta sin él, para que la fiesta fuera fiesta. Mesé Figueredo tenía que estar allí con sus dedos bailanderos que alegraban los aires y alborotaban las piernas. Una noche, en algún sendero perdido, lo asaltaron los ladrones. Iba Mesé Figueredo camino de una boda, a lomo de mula, en una mula él, en la otra el arpa, cuando unos ladrones se le echaron encima y lo molieron a golpe. Al día siguiente alguien lo encontró. Estaba tirado en el camino, un trapo sucio de barro y sangre, más muerto que vivo. Y entonces aquella piltrafa dijo con un resto de voz: Se llevaron las mulas. Y dijo: Se llevaron el arpa. Y tomó aliento y se rió. Echando baba y sangre se rió. Pero no se llevaron la música.

Johana Mercado

Tiene 11 años. Es cordobesa. La vida fue mezquina con ella desde antes de nacer. Forma parte de los millones, que el psiquiatra martiniqués negro Franz Fanon, descendiente de esclavos llamaba “Los condenados de la tierra”. Aquellos a los que la vida los cargó con una hipoteca que no contrajeron.
Johana vivía bajo un puente con sus hermanos y sus padres. Donde las inundaciones del río Suquía convertían “su casa” en una fuga. Ahí donde sobre un solo colchón, la familia dormía por turno. Donde el sol era el despertador, que le ponía alas a los pies de Johana para caminar las treinta cuadras que la separaban de la escuela. Esas que diariamente recorría con dos zapatillas para el mismo pie. Esas mismas treinta cuadras que caminaba de regreso, sacándose las zapatillas si el cielo descargaba su ira. Las dos zapatillas del mismo pie, son un enorme tesoro. Hay que cuidarlas de las inclemencias del tiempo.
A la noche, con las estrellas como decoración, la hermosa morocha de ojos negros escribe los cuentos que nunca le contaron, siempre y cuando consiga un pedazo de papel. Una vez leyó algunos pedazos de Harry Potter recogidos en la basura.
Johana, la de los ojos negros profundos, la que a veces dormía sobre un colchón, la que carece de mochila y cartuchera, la que quiere ser abogada, la que camina sesenta cuadras con dos zapatillas del mismo pie, es el segundo promedio de la escuela Grecia de Córdoba.
Johana fue encontrada por la corresponsal del diario ‘Clarín’ en Córdoba, Marta Platía, que puso el caso en la consideración pública.
La niña le contó a la periodista su vida y sus deseos de tener una casa para su familia. “Una casa con paredes y techo”. Eso que es tan obvio para los que tenemos el hábitat protector. Eso que se divisa maravilloso y para nada obvio cuando se vive bajo un puente.
Johana Mercado y su familia recibieron a fin de año una casa de la gobernación de Córdoba. La vida vino en su auxilio para levantarle algunas cuotas de su hipoteca.
La piba de 11 años de ojos negros intensos cree que la escuela es lo único que la puede sacar de todo esto. Y todo esto es la miseria y sus miserabilidades. Y en la búsqueda de la salida incluye a su padre José, lustrabotas, su madre, Patricia, y sus cuatro hermanos.
Para Johana, la casa a la que se fueron a vivir “es un palacio”. Tiene dos cuartos. Sueña que en el patio puedan levantar dos habitaciones adicionales. La Nochebuena- que nombre más preciso- la familia la pasó en la casa “con paredes y techos”. En la madrugada del 25, una lluvia intensa y un descenso de temperatura, esta vez los vieron desde su nuevo hogar. Algunas lágrimas se escabullen de esos ojos enormes que apresan la vida.
Johana Mercado quiere ser abogada.
Recuerda cuando un embarazo de su mamá se prolongó más allá de lo aconsejable y murió su hermanita.
“Yo quiero defender a las mujeres como ella” afirma, con la misma convicción y firmeza que le permitieron ser el segundo promedio de la Escuela Grecia de Córdoba.
Johana Mercado no sabe quién es Eduardo Galeano. Todavía no necesita saberlo. Pero ella es un ejemplo más de “Que no se llevaron la música”.

Los Murciélagos

Ser ciego es una de las disfuncionalidades que más impresionan a los que podemos ver. El eufemismo, una circunvalación sobre la verdad, suele denominarlos no videntes. Que personas en esas condiciones jueguen al fútbol, demuestren en algunos casos una habilidad exquisita con la pelota, forma parte de las sorpresas inagotables, bellas y bestiales que da el ser humano.
El murciélago tiene ojos pequeños que casi no utiliza. Su habilidad para emitir sonidos y orientarse a través del rebote del mismo, es la base de su orientación y fue tomado por el hombre para la invención del radar.
La selección argentina de fútbol ciego, adoptó ese simbólico nombre.
Un deporte en que cada equipo tiene un arquero que ve y cuatro jugadores de cancha. A diferencia de los partidos habituales, se pide a los espectadores silencio, como en el tenis, porque los futbolistas pueden hablar entre ellos para coordinar los pases y sobre todo escuchar el balón, que posee cascabeles. Los jugadores necesitan la guía del arquero vidente en el sector defensivo, la del entrenador en el sector medio y la de un «llamador» detrás del arco rival.
En general los jugadores suelen expresar una afirmación, que parece un lugar común: no se consideran discapacitados, sino: «personas con distintas habilidades».
Estos jóvenes han vuelto a ganar el Campeonato Mundial de Fútbol para ciegos. No ven, pero tienen los otros sentidos agudizados. En especial, el oído. Por eso, los murciélagos, cada vez que entran a una cancha, ejercitan, lo sepan o no, aquello que cuenta Eduardo Galeano: “Pero no se llevaron la música”.

Natty Petrosino

Nació en Bahía Blanca, esa ciudad tan influida por la marina y el diario ‘La Nueva Provincia’ de la familia Massot. Atravesada durante décadas por un antiperonismo cerril.
Tiene 67 años. Nació en cuna de oro y vivía en el barrio residencial Palihue.
Fue modelo de pasarela.
Un cáncer se cruzó en su vida. Cuando lo superó, abrazó una firme convicción religiosa.
Quedó convencida que Jesús le prolongó a la vida para que la dedicara a una obra humanitaria.
Primero convirtió a su casa en un alojamiento de madres solteras, vagabundos y prostitutas.
Su esposo Vicente, un día no encontró sus pijamas. Se los había regalado a sus cada vez más abundantes huéspedes.
Pero eso era poco. Entonces fundó una red de hogares en todo el país para enfermos y pobres.
Dio de comer, sin subsidios estatales, a 7.000 personas.
Se sube a su casa rodante y recorre el país en busca de problemas. Ella se las arregla para encontrar soluciones. En Formosa trabajó con los wichis. Libró una batalla contra la sífilis, la tuberculosis, la sarna y el cólera.
Construye salas de primeros auxilios, hospitales, casas.
Alguna vez, una periodista se le acercó y le preguntó: “¿Que le diría a los gobiernos que desatienden a los pobres?
Natty la miro largamente. Luego posó sus hermosos ojos en el horizonte y con voz firme afirmó: “Dios no nos va a preguntar ¿Qué hizo el gobierno de tal o cual país? Si no ¿Vos qué hiciste en ese momento que había hambre?
Este año, fue proclamada la mujer del año en Italia.
Natty Petrosino liquidó sus riquezas y puso su vida al servicio de los demás.
Las pasarelas quedaron lejos. La antigua modelo es un modelo a la que se compara con la Madre Teresa de Calcuta.
Cada día en que se sumerge en la pobreza profunda, tal vez la historia de Mesé Figueredo le recuerde que se llevaron las mulas, se llevaron el arpa, pero no pudieron llevarse la música que todos los días Natty Petrosino le ofrece a la vida.

Zunilda

Su nombre no dice nada. Ni siquiera conocemos el apellido.
Cuando entró en la cuarta década de su vida, y siendo madre de dos hijos, los médicos le detectaron una grave enfermedad hepática. La única solución era un transplante. A medida que pasaba el tiempo su salud se deterioraba sensiblemente y sus días empezaron a transcurrir en terapia intensiva. La espera del órgano compatible fue larga y angustiante. Parecía que la vida huía antes que la ciencia pudiera realizar la operación. Un día, en que el sol brillaba y la primavera parecía más intensa los médicos le dijeron a Zunilda que su larga espera había llegado a su fin. Había un órgano compatible e iba a ser transplantada.
Pero la sorpresa se lo llevarían los médicos que habían acompañado a Zunilda en esos días sin esperanzas. “Doctor, le agradezco muchísimo a usted, a su equipo y mucho más a la familia del donante, pero yo quisiera dejar ese órgano para el chico que está detrás de mí en la lista de espera, ya que él también se encuentra, como yo, en urgencia nacional. Considero que ya viví suficiente y que poder salvarlo le daría sentido a mi vida”.
El libretista de esta historia quiso darle un final feliz. A las pocas horas surgió otro hígado compatible y ambos se salvaron.
Dice Juan Carr: “nunca habíamos sido testigos de un renunciamiento igual” Y concluye: “Hace mucho tiempo que no vemos a Zunilda, la Grande, pero sabemos que tiene una vida normal en el Gran Buenos Aires. Atiende a su familia, hace sus cosas, y tal vez no tiene muy claro que es el único ejemplo viviente que conocemos de una persona que, en situación desesperada, eligió morir para salvar la vida de un semejante”.
Zunilda, aquella de la que ignoramos hasta su apellido, no leyó a Galeano. No sabe quién fue Mesé Figueredo. Pero conoce e interpreta la música que no se pudieron llevar.

La música según Eduardo Galeano

Era un mago del arpa. En los llanos de Colombia no había fiesta sin él, para que la fiesta fuera fiesta. Mesé Figueredo tenía que estar allí con sus dedos bailanteros que alegraban los aires y alborotaban las piernas.
Una noche, en algún sendero perdido, lo asaltaron ladrones. Iba Mesé Figueredo camino de una boda, a lomo de mula, en una mula él, en la otra el arpa, cuando unos ladrones se le echaron encima y lo molieron a golpes. Al día siguiente alguien lo encontró. Estaba tirado en el camino, un trapo sucio de barro y sangre, más muerto que vivo. Y entonces aquella piltrafa dijo con un resto de voz: Se llevaron las mulas. Y dijo: Se llevaron el arpa”.
Y tomó aliento y se rió. Echando baba y sangre se rió: “Pero no se llevaron la música”, dijo con el última aliento.
Esa música que interpretan Johana Mercado, Los Murciélagos, Natty Petrosino, Zunilda, entre tantos otros.
Algunos fulgores y la música del 2006, en algunos de sus mejores intérpretes.