La reciente resolución del Consejo de Seguridad de la ONU exige un alto el fuego inmediato y la liberación de los rehenes secuestrados por Hamas el 7 de octubre. Esta vez Estados Unidos se abstuvo hacer uso del veto a diferencia de tres ocasiones previas, mientras que los otros 14 miembros votaron a favor, respaldados por Rusia y China. Lamentablemente, la resolución aprobada es renga y manca, porque no condiciona un alto el fuego a la liberación de rehenes israelíes.
La inmediata declaración de la Oficina del primer ministro advirtió hipócritamente que la abstención de EE.UU. ha perjudicado el esfuerzo bélico contra Hamas y socava los intentos de liberar a los rehenes. Ninguno de los familiares de los secuestrados duda que Biden está haciendo más por sus seres queridos cautivos que Netanyahu. Su declaración calificó la decisión como “un claro retroceso de la posición constante de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad desde el comienzo de la guerra” porque da a Hamas la esperanza de que “la presión internacional les permitirá lograr un alto el fuego sin liberar a nuestros rehenes”. Cínica declaración que ya es usada como coartada para expurgarse de responsabilidad por la demora de su liberación.
Observadores internacionales sospechan que la resolución no será cumplida por ninguno de los contendientes. En menos de 24 horas de haber celebrado la resolución no vetada por EE.UU., Hamas rechazó por limitado un alto el fuego de tres semanas que se negociaba en Doha, por mediación de Qatar, Egipto y EE.UU. Pretextaba que Israel “no respondió a ninguna de las demandas básicas de nuestro pueblo y de nuestra resistencia: un alto el fuego integral, la retirada de la Franja de Gaza, el regreso de los desplazados y un intercambio real de prisioneros”. Israel desde el principio rechazó esa demanda calificándola de delirante, reiterando que su campaña militar para destruir las capacidades militares y de gobierno de Hamas se reanudará una vez que se implemente cualquier acuerdo de tregua.
Además, a pocas horas de la abstención norteamericana, Netanyahu ordenó al equipo israelí en Doha interrumpir la negociación y retornar a Israel.
Pero lo más grave serán las consecuencias de que Hamas e Israel no cumplan la resolución de alto el fuego. A diferencia de una organización terrorista ilegalizada, la desobediencia de un Estado miembro de la ONU a una resolución que obliga a ser cumplida, va a agravar mucho más el aislamiento internacional del Estado judío; su incumplimiento, desgraciadamente, pretextará al anti-sionismo virulento de hoy, acusar a Israel como la “paria” entre las naciones, exactamente la figura inversa, pero simétrica, del histórico paria judío, aquel excluido y despreciado que impugnaba el orden establecido, porque su estigma era la marca del rechazado contra las injusticias del mundo.
Muy previsiblemente, el Consejo de Seguridad se abstendrá de aplicar sanciones concretas a Israel, pero expertos israelíes en derecho internacional sostienen que el Estado será plausible de exponerse a sanciones económicas y políticas por iniciativa de algunos Estados miembros de la ONU. La Dra. Tamar Ostovsky Brandeis advierte que Rusia había sido sancionada por la invasión a Ucrania con medidas graves, como la suspensión de acuerdos económicos, de aeronavegación, y por el sistema bancario occidental. “Tales medidas punitivas han de ser dañinas y difíciles de afrontar para Israel, especialmente en una grave constelación de comparecencia ante el Tribunal de Justicia de La Haya, y aguardando el dictamen sobre implicancias judiciales conforme el derecho internacional por las practicas israelíes en los territorios palestinos ocupados. Todo esto en conjunto crea un cuadro de situación de un país que no respeta la ley internacional” (Chen Maanit, “Expertos: Israel estará expuesta a sanciones si no obedece al Consejo de Seguridad”, Haaretz,27.3.24, p.3).
Desde que comenzó la guerra, algunas ONG israelíes apoyan un alto el fuego por razones humanitarias a favor de la desesperada población civil en Gaza, y además para posibilitar el canje de rehenes israelíes.

B´Tzelem, la más veterana de las ONG, ha ido mucho más lejos que reclamar un alto el fuego; pese a que reconoce el derecho de Israel a defenderse de las atrocidades del Hamas, B’Tzelem exigió suspender indefinidamente los combates. Lo hizo en su declaración pública difundida en diciembre del 2023, a los 70 días de la devastadora guerra en Gaza, cuando el número de víctimas fatales ya había trepado a 19 mil, mayoritariamente gazatíes civiles.
No sorprende la decisión de B’Tselem de reclamar un alto el fuego; este “Centro de Información Israelí para los Derechos Humanos en los Territorios Ocupados”, según su sitio web, lucha desde 1989 “por un futuro en el que los derechos humanos, la libertad y la igualdad estén garantizados para todas las personas, tanto palestinas como judías, que viven entre el río Jordán y el Mar Mediterráneo”.
Leamos su declaración:
“Es obligación de Israel proteger a sus ciudadanos de ataques del Hamas, que continúa lanzando cohetes contra Israel y promete más ataques después del 7 de octubre. Sin embargo, el derecho a la autodefensa no confiere el derecho a emplear violencia ilimitada e indiscriminada, ni tampoco permitir que las partes ignoren las disposiciones del derecho internacional humanitario y cometan crímenes de guerra. Ciertamente, Israel no puede confiar en este derecho para justificar una política que elimina cualquier protección de los civiles y supone que no hay espectadores inocentes en Gaza. Desde el comienzo de la guerra, Hamas e Israel han demostrado un flagrante desprecio por las normas del derecho internacional humanitario. Continuar los combates en estas circunstancias conducirá inevitablemente a la muerte de cientos de civiles más cada día. El hacinamiento extremo significa que casi cualquier ataque aéreo o acción terrestre israelí resulta en un alto número de muertos. Sin duda, esto se ve agravado por el hecho de que Hamas opera desde dentro de la población civil, mostrando indiferencia hacia sus vidas. Es evidente que cuanto más inste Israel a la población a desplazarse hacia el sur, mayor será el peligro, al igual que la catástrofe humanitaria”.
La conclusión y exigencia de B’Tselem a la comunidad internacional resultan muy predecibles:
“Continuar la guerra implicará más violaciones de derechos humanos y más crímenes de guerra y, por lo tanto, los combates deben detenerse inmediatamente para evitar mayores daños a los civiles. La comunidad internacional debe intervenir para proteger a los civiles de ambos lados. Debe exigir que hasta que se llegue a un acuerdo a largo plazo, Israel cese las operaciones militares, permita la entrada ilimitada de ayuda humanitaria y bienes a Gaza, consiente en su reconstrucción y acepte que los residentes regresen a sus hogares”.
No obstante, su exigencia respecto del Hamas fue mucho menos contundente; B´Tselem pedía a “la comunidad internacional que también debe exigir a Hamas liberar incondicionalmente a todas las personas secuestradas el 7 de octubre y que cese el lanzamiento de cohetes contra Israel”. Exigencia mucho menos perentoria que destruir el poderío militar de cohetes y terminar con el gobierno de Hamas en Gaza, exigido por Israel y los EE.UU.
Alto el fuego para proteger a civiles de ambos bandos
La discusión y pelea dentro de organizaciones de derechos humanos israelíes en torno a quiénes necesitan más un alto el fuego, prontamente se transformó en un conflicto ideológico y personal entre militantes de B’Tselem.
El diario Haaretz revelaba el viernes 22 de marzo una profunda escisión que provoca la discusión sobre alto el fuego y, para colmo, con un desenlace inesperado: el despido del responsable del departamento de esclarecimiento público de B’Tselem, Roi Yelin (Or Kashti, “No perdamos la imagen humana”. Suplemento de Haaretz. 22.3.24, p.39-41).
La pelea empezó hace dos meses cuando la ONG discutió exigir un alto el fuego, y Yelin se opuso a una propuesta de petición destinada aparentemente a Tzahal, argumentando que no era apropiado para una organización de derechos humanos actuar unilateralmente. Yelin, además, creía que es un error táctico pedir un alto el fuego antes de que B’Tselem supiera cuál sería el plan para proteger a los residentes del sur de Israel expuestos a ataques permanentes de cohetes desde Gaza. Sus colegas sostuvieron que su posición, en el fondo, implicaba apoyar el supuesto genocidio premeditado de Tzahal contra la población civil. Finalmente, la dirección decidió no publicar y postergar el llamado público a un alto el fuego. Sin embargo, aproximadamente un mes después, cuando la organización de derechos humanos volvió hacer otro llamado, Yelin aceptó la decisión debido a su profundo compromiso con B´Tselem y ayudó a redactar el comunicado. Pero comprobó disgustado que la versión para difusión de la declaración fue titulaba simplemente “Alto el fuego ahora”. A ojos de Yelin esta versión equivalía a un llamamiento unilateral dirigido sólo al gobierno israelí y no a Hamas. Esta vez la discusión resurgió con mayor virulencia, ya que, en su ofuscación, Yelin cambió las credenciales de la cuenta de Instagram de B’Tselem para impedir su difusión; acto seguido, Yelin fue convocado a una audiencia y despedido del trabajo.
Este incidente no se limita a un mero conflicto laboral sufrido por un funcionario damnificado que decide entablar una querella laboral contra la ONG: el incidente destapa una querella ideológica ya bastante extendida entre militantes de la izquierda israelí.

La polarización interna en B’Tselem pareciera haber dificultado un entendimiento entre Yelin y sus camaradas intransigentes que desde la denuncia de supuesto genocidio en Gaza velan por las víctimas civiles palestinas, minimizando a las víctimas israelíes con el designio de condenar solo los crímenes de Tzahal en Gaza. Según Yelin, habría habido directivos de B’Tselem que niegan las agresiones sexuales y violaciones atribuidas a terroristas del Hamas, alegando que no había suficientes evidencias; otros dudan sobre la cantidad de israelíes asesinados por Hamas dado que “resulta incierto cuántos fueron muertos por fuego de Tzahal cuando confundían con terroristas la identidad de víctimas israelíes en los kibutzim”. Pero en la entrevista de Haaretz, Yelin se pregunta indignado: ¿acaso esos trágicos errores convierten en menos atroz la masacre perpetrada el 7/10? (Or Kashti, Haaretz,op.cit. ).
Yelin confiesa su dolorosa conclusión al entrevistado;
“Lo que empezó siendo una crítica a la empatía hacia las víctimas israelíes por atrocidades del Hamas difundidas en los informes y coberturas periodísticas, finalmente adquirió un juicio de doble estándar, ya que todo informe de Al Jazeera sobre Hamas era considerado fiable y no requería ser tomado con la cautela y desconfianza que provocaban noticias de fuente israelí” (David Lange, “When They Eat Their Own: Former B’Tselem Employee Roy Yellin vs B’Tselem”, March 21,2024).
Dos actitudes inversas y contrapuestas surgen de recientes entrevistas a judíos y árabes:
“Algunos de los judíos aquí se sienten incómodos con el intento de ‘comprender’ a Hamas, y contextualizar demasiado sus acciones. Por otro lado, los activistas árabes están cansados de estar en un lugar donde sienten que constantemente se espera de ellos que condenen el 7 de octubre. (…) Escucho los debates internos y me doy cuenta, con gran tristeza, de que las personas con las que trabajé durante muchos años están más comprometidas con la agenda palestina que con el principio universal de los derechos humanos», dice R. que trabaja en una organización conjunta de judíos y árabes (David Lange. op.cit).
Posdata
Dos días después de la masacre del sábado 7/10, B’Tselem publicó una declaración de repudio a las atrocidades invocando su total fidelidad ética y espiritual a la significación del nombre mismo de su ONG de derechos humanos. Luego de abominar la masacre del Hamas volvía a dar fe de su irrenunciable compromiso ecuménico de defender el Tselem (la imagen) del ser humano, destrozada por los asesinos.
En esa declaración, la abominación de las iniquidades de Hamas era contrapuesta inmediatamente por la advertencia y divisa de B’Tselem: “quien abandone el principio sagrado que todas las personas son creadas a imagen [de Dios], pierden su imagen (B’Tselem) del ser humano”.
Ahora bien, no solo los asesinos pierden su imagen humana, también la pierden algunas víctimas del terrorismo que confían más en sus pulsiones de venganza antiterrorista que perseguirlos con la justicia. Y aquellos gobernantes israelíes que, por cálculos políticos, hoy se deshumanizan al demorar su sagrado deber judío de pidion shvuim (rescate de cautivos) rechazando el alto el fuego. Nunca más lograrán recuperar el B’tselem, su semblante humano con el cual vieron al prójimo por primera vez.