¿Turquía será secular?: la derrota de Erdogan y las implicancias en el futuro

Las últimas elecciones locales en Turquía provocaron un duro revés para el actual presidente Recep Tayyip Erdogan, quien detenta la presidencia desde el 2014. La grave situación económica y la política social y religiosa provocaron que grandes sectores de la población desplacen su voto hacia otros partidos que ahora amenazan con su perpetuación en el poder.
Por Federico Glustein

El presidente Recep Tayyip Erdogan ha sufrido un duro revés en las elecciones locales turcas del pasado domingo 31 de marzo. El principal partido opositor de Turquía, el socialdemócrata, laico y europeísta, Partido Republicano del Pueblo (CHP), se alzó con una contundente victoria, obteniendo un voto global de 37,74% y la conservación de importantes ciudades turcas como Ankara o Estambul. Poco más atrás quedó el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) con un 35,49%, evidenciando un potente golpe a las ambiciones de perpetuarse en el poder de Erdogan quien detenta la presidencia desde agosto de 2014 pero previamente fue primer ministro entre 2003 y 2014, y alcalde de Estambul entre 1994 y 1998, tras ser acusado de intolerancia religiosa y cumplir con cuatro meses de cárcel.

La situación económica es grave a pesar del despliegue de la maquinaria de propaganda oficialista. El país enfrenta una inflación oficial del 67% y una devaluación de la moneda del 65% en menos de un año. La cantidad de pobres se estima que es superior al 35% y el desempleo al 12%. Turquía se quedó sin moneda extranjera para pagar sus deudas e importaciones, quedando en 67 mil millones de dólares de déficit de reservas netas, transaccionando muchas de las operaciones en oro. Los euros o dólares de los ciudadanos se desincentivan desde el poder, pero cada vez son más los ciudadanos que venden los ahorros en esas monedas para comprar oro por conveniencia y así poder otorgárselos al Estado para poder negociar con socios políticos y comerciales estratégicos: Rusia, Qatar y Emiratos Árabes Unidos. La inversión extranjera se ha ido retirado paulatinamente de Turquía desde que Erdogan concentró cada vez más poder.

El partido del mandatario, el islámico AKP, gobernaba 38 capitales provinciales desde las últimas elecciones municipales en 2019, pero a partir de ahora lo hará en solo 23. El opositor CHP pasó de 22 a 36, quedándose con distritos fuertes como Bursa y ampliando su dominio en Estambul y Ankara, ciudades que gobierna desde el último proceso electivo, tras más de 25 años de gobiernos islámicos. A su vez, el prokurdo antinacionalista de centroizquierda, DEM, sucesor del Partido Democrático de los Pueblos (HDP), se alza con 10 capitales, la mayoría en el Kurdistán turco, a pesar de los varios intentos de proscripción del gobierno central. El aliado ultranacionalista de Erdogan, el MHP, perdió tres capitales, pasando de las 11 que tenía a solo 8.

Este resultado posiciona al socialdemócrata Ekrem Imamoglu como virtual contendiente de Recep Erdogan en las elecciones presidenciales de 2028, tras obtener una ventaja superior a los 10 puntos, aunque también podría subirse al ring electoral el alcalde de Ankara, Mansur Yavas, quien obtuvo una contundente victoria por más de 25 puntos. Es una clara decantación de las protestas que sucedieron en las principales capitales turcas exigiendo la secularidad del país, junto a procesos de apertura cultural y religiosa, el respeto por la multiculturalidad, los derechos humanos y las minorías, sobre todo, los kurdos, pero haciendo énfasis en algunos ataques a ciudadanos cristianos.

Un punto de inflexión en la autocracia de Erdogan

“Desafortunadamente no obtuvimos el resultado que esperábamos”, espetó Recep Erdogan en el bunker del partido oficialista AKP tras la inesperada derrota electoral. Es que las regiones del Mar Egeo, las provincias costeras y del interior han cambiado de bando. Tras jornadas previas de violencia política que dejó al menos tres muertos, incluyendo un candidato opositor, tras enfrentamientos que incluyeron armas blancas y de fuego.

El presidente Erdogan emite su voto en las últimas elecciones municipales.

Sin embargo, pese al análisis de la victoria socialdemócrata por las condiciones económicas y sociales, una parte de la caída de los votos islámicos de AKP se deben a la gran irrupción del Nuevo Partido del Bienestar (YRP), que quedó como tercera fuerza política, obteniendo un 6,19% de los sufragios, aunque solo dos capitales. De ideología radical islamista y ultraconservadora, cuenta con cinco diputados en el parlamento turco y es la que se avecina con gran vigor para el espacio de ultraderecha, cooptando una parte de los adherentes del Partido de Acción Nacionalista (MHP), que ha sido un gran aliado de Erdogan en el Congreso y del Buen Partido (IYI), quien ha obtenido un pobre 3,9%.

La concentración de poder del mandatario turco que detenta el manejo de las riendas nacionales desde hace más de 20 años, es un escollo para muchos de los votantes jóvenes islámicos, quienes tras la gran caída de la economía, los hechos de corrupción y las múltiples maniobras para censurar movilizaciones ciudadanas y candidatos de partidos con potencialidad para arrebatarle el sillón presidencial, han decidido apoyar a un partido radical.  Es así como el YRP encarna la crítica a Erdogan en la situación económica y en los acuerdos comerciales ente Turquía e Israel, espetándole la inacción en torno a la situación en Gaza, llevando adelante protestas contra el gobierno por ello y arrebatándole electores en las regiones de Anatolia Central donde el AKP es hegemónico.

Es así como el autócrata turco empieza a evaluar una posible mayor incidencia islámica en la gestión para recuperar parte de los votos perdidos. La gesta de una República Islámica menos moderada comienza a vislumbrarse tras los resultados electorales del domingo 31, junto a la posibilidad de restringir a sectores moderados y laicos que pueden amenazar el régimen. 

Vistas al futuro: ¿la posibilidad de una Turquía secular?

Turquía es una república presidencial tras la reforma constitucional del año 2017 que le permitió, tras el referéndum, abolir el cargo de primer ministro y convertir al presidente en jefe de Estado y de Gobierno. Además, le permite al máximo mandatario disolver el Parlamento o convocar elecciones anticipadas, nombrar jueces sin la necesidad de confirmación de adhesión parlamentaria, así como gobernar mediante decretos vinculantes, y bloquear leyes sancionadas por la Cámara.

Otra enmienda constitucional que se agrega es que, en el segundo mandato presidencial -límite consecutivo de mandatos-, el Parlamento puede convocar elecciones anticipadas y el jefe de Estado puede volver a presentarse y, si gana, computar un nuevo mandato de cinco años. Es decir, la reelección indefinida mediante un tecnicismo. Podría gobernar por cuarta vez como presidente, pero por sexta vez contando el otro régimen.

Esta situación legal, aunque no necesariamente legitimada, muestra un desafío para el socialdemócrata CHP. Primero y principal, porque la justicia puede vetar a contrincantes con fuerte intención de voto, como Ekrem Imamoglu, quien ha sufrido un veto judicial para candidatearse como presidente en las últimas elecciones nacionales. El segundo es que para ganar las presidenciales, debe haber un fuerte hartazgo del régimen de Erdogan en la población que permita segmentar parte de su electorado y movilizar posiciones islámicas moderadas hacia la centroizquierda, pero también las más radicalizadas hacia parte de la ultraderecha. Por último y no menos importante, la unión de la oposición debe garantizarse desde el vamos, dado que, en los sufragios del 2023, no hubo acuerdo entre el Partido Democrático (HDP) y el Partido Republicano del Pueblo (CHP) y sería deseable incluir otras opciones no radicalizadas a un conglomerado opositor que respete la Constitución Turca que expresa que es una República laica y democrática, contrario a lo que sucede en la actualidad.

Las protestas en las principales ciudades turcas van a requerir de un liderazgo político representativo que se traslade a las urnas en las próximas elecciones. No algo efímero, sino sostenido, con los valores de la calle en acción, aunque con las experiencias de gobierno en las capitales mucho más eficiente y certera que nunca. El poder de convencimiento ciudadano será un paso clave para retornar a la Turquía secular que declama la manifestación popular.

A nivel internacional, Turquía es puesta en un marco distinto: forma parte de la OTAN, pero las potencias europeas lo observan desde lejos por la cercanía con otros procesos poco o nada democráticos. Desde Putin, Xi Jinping, pasando por Maduro, Ortega o Bashar Al Asad, pero también Estados Unidos, son aliados eventuales del poderío de Erdogan, mientras que, por transición derechista y conservadora, hay ciertas migas con Orban y Meloni, quienes se guardan por un tiempo su islamofobia.  

Por todos estos adalides, las próximas elecciones presidenciales serán claves, entre una nueva oleada aún más conservadora e islámica que pone en jaque a naciones vecinas no musulmanas como Israel, Grecia, Georgia o Armenia por sus alianzas extremistas, mientras juega al populismo conservador y la autocracia o se abre nuevamente hacia el secularismo como los primeros años de Erdogan en el poder.