La guerra contra Hamas ¿venganza bíblica?

A seis meses de la guerra, es posible comprobar que la mayoría de la opinión pública no apoya un alto el fuego hasta que Tzahal logre que la Franja sea totalmente inhabitable. Pero aún si Tzahal terminara liquidando el resto logístico militar de los terroristas del Hamas, la prolongación de la guerra terminará por hacer inhabitable completamente la franja de Gaza. Los dos millones y medio de civiles jamás perdonaran a Israel haberles destruido sus ciudades y hospitales. Como escribe Zvi Barel, los israelíes continuarán viviendo toda la vida “atemorizados y amenazados” por gazaties destrozados que solo quieren venganza.
Por Leonardo Senkman, desde Jerusalen

El clamor a la venganza por la masacre del 7/10 fue compartido casi por todos los israelíes, incluso por aquellos pacifistas que siempre han procurado el entendimiento con los palestinos. En particular, miembros veteranos laicos, y socialistas de los kiibutzim fronterizos asolados desde la Franja de Gaza. Un clamor que sigue gritando que la guerra a muerte fue lanzada contra Hamas, no contra los palestinos. Pero la sed de venganza no se cuida de diferenciar a gazatíes civiles de los terroristas del Hamas: para el israelí común y corriente, el pueblo palestino es el que vive en Cisjordania, Jerusalén Oriental, y en campamentos de refugiados: no quienes sobreviven en Gaza.

A seis meses de la guerra, es posible comprobar que la mayoría de la opinión pública no apoya un alto el fuego hasta que Tzahal logre que la Franja sea totalmente inhabitable. Tal sed de vendetta insaciable arriesga la vida de los rehenes al prolongar las negociaciones indefinidamente: en el fondo, la mayoría se opone a canjearlos por prisioneros del Hamas. Solo liberarlos en un operativo rescate Entebbe gigantesco.

Al escuchar algunas diatribas guerreras de ministros mesiánicos de la derecha religiosa oigo ecos de venganza bíblica, resonancias de aquella amenaza de Jehová de los ejércitos contra la tribu vecina enemiga de su pueblo elegido: “Pondré mi venganza contra Edom en manos de mi pueblo Israel, y harán en Edom conforme a mi ira y conforme a mi furor; así conocerán mi venganza”, declara Jehová, el Señor (Ezequiel 25:14).

Pero la mayoría de la gente no hace asociaciones de los combatientes en Gaza con la venganza bíblica. En cambio, continúan estudios psicosociales para afrontar el pos trauma del furor inclemente bélico y ayudar a la resiliencia de centenares de reservistas que vuelven muy trastornados de la guerra.

Afortunadamente, se empezó a abordar el deseo de venganza de la población civil israelí desde la perspectiva de la tradición judía. Durante la «Semana del Rabinato Israelí», el 31 de enero pasado se llevó a cabo una reunión extraordinaria en la Casa de los Combatientes del Gueto, en la que se mostró cómo la tradición judía siempre estuvo dividida respecto a actos de venganza, individuales y colectivos.

Ha sido inevitable, pero comprensible, que la discusión y reflexión girase en torno al relato bíblico de la violación de Dina, hija del patriarca Jacob, y sobre la pulsión de muerte   de Shimón y Leví, sus hermanos, quienes perpetraron una terrible venganza contra todo el pueblo de Siquem (hoy Nablus).

Génesis 34 relata la historia de la violación de Dina y también del enamoramiento de Siquem. Hijo de Hamor heveo, “príncipe de aquella tierra, quien la tomó, y se acostó con ella, y la deshonró. Pero su alma se apegó a Dina y se enamoró de la joven, y habló al corazón de ella”. Y le comunico a su padre Hamor “que deseaba tomarla como esposa”.

Ambos hermanos de Dina urdieron una conspiración para frustrar su casamiento con el príncipe heveo: exigieron que no solo Siquem y Hamor se circuncidaran, sino también todos los vecinos de su ciudad. Hijo y padre aceptaron la condición impuesta, ilusionados de que ambos pueblos podrían mutuamente mezclarse y “emparentarse con nosotros; dadnos vuestras hijas, y tomad vosotros las nuestras” (Éxodo 34:8-12, énfasis mío).

Pero la venganza del ardid de los hermanos Shimón y Levi se cumplió con genocidio, “el tercer día cuando sentían ellos el mayor dolor de la circuncisión todos los varones debilitados y desjarretados”, fueron degollados. El asesinato colectivo a filo de espada, horrorizó a Jacob, además del despojo de todo lo que había en la ciudad y en el campo; llevaron cautivos a todos sus niños y sus mujeres, y robaron todo lo que había en las casas”. 

Cuando Jacob estaba a punto de morir, profetizó sobre cada uno de sus 12 hijos. Esto es lo que dijo en su maldición a Simeón y Leví, los hijos asesinos: “Armas de iniquidad sus armas. En su consejo no entre mi alma, ni mi espíritu se junte en su compañía. Porque en su furor mataron hombres. Y en su temeridad desjarretaron toros. Maldito su furor, que fue fiero. Y su ira, que fue dura. (Génesis 49:5-7).

Este legendario relato bíblico no acontece en una de las guerras del antiguo Israel contra Edom, de quien Jehová prometió vengarse. Pero para cierta tradición del judaísmo humanista, la venganza horripilante de los hermanos de Dina continúa siendo catártico, aun para muchos israelíes que clamaban en las redes sociales vengar la masacre de Hamas del 7/10.

“El judaísmo es una cultura que santifica la controversia”

La rabina Dra. Segalit Or, graduada del Seminario Rabínico Israelí en el Instituto Hartman y de la Midrasha  Oranim, dirigió los eventos de la «Semana Rabínica Israelí» que incluyeron a un grupo diverso de rabinos y rabinas de todas las corrientes: seculares, tradicionales, reformistas, conservadores y ortodoxos.

Cuando Itzak Tessler le preguntó en su reportaje periodístico cuál es la percepción del judaísmo respecto al tema de la venganza, la rabina Or respondió: «El judaísmo es una cultura que santifica la controversia, y en casi todos los temas hay diferentes opiniones. Incluso en el tema de la violación de Dina, nuestro antepasado Jacob inmediatamente se opuso al acto de sus hijos y les dijo: ‘Me habéis avergonzado con hacerme abominable a los moradores de esta tierra, el cananeo y el ferezeo; y teniendo yo pocos hombres, se juntarán contra mí y me atacarán, y seré destruido yo y mi casa´”.

Ingrid Betancourt es rescatada después de permanecer seis años y medio secuestrada.

Después de que sus hijos lo fustigaron, Jacob no se abstuvo de responder, pero antes de morir la rabina Or recordó que dijo de Shimón y Leví: Malditos sean porque son feroces(El judaísmo, ¿respalda los llamados a la venganza?, entrevista a la rabina Segalit Or por Ithzk Tessler, Ynet español.1/2/24).

“A veces es necesario usar la fuerza”, continúa Or. “Vengo de una tradición que trata de pensar en la cooperación y la lucha por la paz con los árabes. Esto no siempre es posible, y puedo entender el deseo y la emoción. Me senté con personas del sur que habían sido evacuadas semidesnudas. Pidieron venganza y yo no pude protestar, porque obviamente eso es natural. Pero como política, tal vez eso no es lo que deberíamos estar haciendo, pragmática y no sólo moralmente. (…). Creo que comenzamos esta guerra por razones justificadas. Pero yo sostengo que la venganza viene de una emoción natural, y lo que en realidad estoy intentando es mostrar que se puede actuar no desde la venganza, sino desde la planificación, y se ve diferente. Los comentaristas del acto no claman venganza, sino que luchan, trayendo dilemas, lo cual es difícil de hacer cuando te precipitas hacia adelante en un frenesí de venganza” (El judaísmo, ¿respalda los llamados a la venganza?, entrevista a Segalit Or, op.cit).

Venganza, abominación y secuestro

La vergüenza del patriarca Jacob de haberse sentido abominable por la venganza criminal de Shimón y Levi a los ojos de sus vecinos cananeos, “moradores de esta tierra”, vuelve a ser sentida por numerosos israelíes que al principio aceptaron vengar la masacre del 7/10. Pero pronto sienten que se “precipitan hacia adelante en un frenesí de venganza”.

Ahora bien: este frenesí se transforma en un arrebatador delirio homicida cuando se quiere vengar, además de la violación, al secuestro de mujeres, niños, ancianos, jóvenes y soldados rehenes en Gaza.

Frenesí de vindicta aún más violenta cuando los secuestrados no son  políticos ni militares, sino niños, mujeres y ancianos. Pese a la cruel experiencia que vivieron los políticos secuestrados por parte de la guerrilla colombiana, ella es diferente a la de los civiles rehenes. Ambos secuestros, de civiles y políticos, fueron usados como arma de combate por la guerrilla colombiana.

Los prolongados secuestros de políticos, con el propósito de forzar un intercambio con el Gobierno, fue uno de los actos más crueles de las FARC. Esa estrategia se intensificó en el ocaso del gobierno de Andrés Pastrana (1998-2002), tras la fallida negociación de El Caguán. Las familias de los secuestrados presionaron incansablemente al Ejecutivo de Álvaro Uribe (2002-2010) para conseguir un acuerdo humanitario que nunca llegó. Los secuestros políticos, que conmocionaron a una sociedad asolada por todo tipo de violencias, se saldaron con 13 muertos, ocho entregas unilaterales, 15 rescatados por el ejército –entre ellos Ingrid Betancourt– y dos fugados. Muchos de los sobrevivientes escribieron libros contando experiencia de su cautiverio.

Un caso celebre fue el de la política y politóloga  franco colombiana  Ingrid Betancourt cuando el 23 de febrero 2002 se dirigía a la zona de distensión establecida por el entonces presidente Pastrana con el fin de realizar conversaciones de paz con la guerrilla de las FARC. Al cabo de seis años y medio será liberada por el ejército, junto a once militares que habían permanecido secuestrados algunos por más de diez años, y tres contratistas estadounidenses (Del rapto a la pesca milagrosa. Breve historia del secuestro en Colombia, Mauricio Rubio. CEDE,2003).

A diferencia de la complacencia y silencio de la izquierda anti globalización ante los secuestros y masacres del Hamas, el secuestro de civiles por las guerrillas colombianas fue duramente criticado por Fidel Castro.

El mitológico líder cubano escribió en Granma el 3 de julio de 2008, después de la liberación de Ingrid Betancourt, la siguiente condena al secuestro de civiles, muy vigente hoy: “Por elemental sentimiento de humanidad, nos alegró la noticia de que Ingrid Betancourt, tres ciudadanos norteamericanos y otros cautivos habían sido liberados. Nunca debieron ser secuestrados los civiles, ni mantenidos como prisioneros los militares en las condiciones de la selva. Eran hechos objetivamente crueles. Ningún propósito revolucionario lo podía justificar”.

Cinco días después Fidel Castro volvió a escribir: “Critiqué con energía y franqueza los métodos objetivamente crueles del secuestro y la retención de prisioneros en las condiciones de la selva. Pero no estoy sugiriendo a nadie que deponga las armas, si en los últimos 50 años los que lo hicieron no sobrevivieron a la paz. Si algo me atrevo a sugerir a los guerrilleros de las FARC es simplemente que declaren por cualquier vía a la Cruz Roja Internacional la disposición de poner en libertad a los secuestrados y prisioneros que aún estén en su poder, sin condición alguna. No pretendo que se me escuche; cumplo el deber de expresar lo que pienso. Cualquier otra conducta serviría solo para premiar la deslealtad y la traición”. (énfasis mío) (Izquierda y derechos humanos: notas para un debate, Iosu Perales,Envío, 317, agosto 2008).

Hace unos años, una investigación del Centro Nacional de Memoria Histórica de Colombia, consignada en el informe Una sociedad secuestrada, documentó 39.058 personas secuestradas por lo menos una vez en 40 años. La Comisión de la Verdad elevó esa cifra a por lo menos 50.770 en el marco del conflicto armado entre 1990 y 2018. La principal responsable ha sido la extinta guerrilla de las FARC, con un 40% de los casos, La última guerrilla en armas -el ELN- aún  mantiene a unos 30 rehenes en su poder y es reacia a abandonar esa práctica a pesar de estar sentada en una mesa de diálogo para la paz con delegados del presidente Gustavo Petro. (Secuestro en Colombia, el regreso del gran trauma nacional, Santiago Torrado, El País 14/11/23).

Posfacio

El secuestro de civiles también es un arma de guerra del Hamas. Pese a diferencias abismales con las extorsiones de las guerrillas colombianas, el gobierno de Israel debería negociar la liberación de nuestros rehenes como lo han hecho presidentes colombianos, desde Andrés Pastrana al actual Gustavo Petro. Subsistir prolongadamente en la selva colombiana no es comparable a sobrevivir bajo los laberintos subterráneos de Gaza. Pero aún si Tzahal terminara liquidando el resto logístico militar de los terroristas del Hamas, la prolongación de la guerra terminará por hacer inhabitable completamente la franja de Gaza. Los dos millones y medio de civiles jamás perdonaran a Israel haberles destruido sus ciudades y hospitales. Como escribe Zvi Barel, los israelíes continuarán viviendo toda la vida “atemorizados y amenazados” por gazaties destrozados que solo quieren venganza. Y la peor de todas las venganzas de Hamas, aunque Israel la derrote: los israelíes estarán condenados a vivir en una sociedad desgraciada porque van a renunciar completamente a toda esperanza de reconciliación y paz (Ellos se vengaron, nosotros nos vengamos, ellos se vengarán”, Tzvi Barel, Haaretz, 10/4/23).

Imagen de portada: Shimón y Leví, llevando adelante la venganza contra el pueblo de Siquem.