Primera Hagadá del kibutz Be’eri: partida de nacimiento de la comuna más dañada el 7/10

Reescribir la Hagadá de Pesaj fue otro modo en que algunos jalutzim y jalutzot del Neguev desearon levantar el acta de fundación de su Kibutz. Varias Hagadot fueron reescritas, aun antes que ellos levantaran los kibituzim. La Biblioteca Nacional de Israel conserva tesoros de cientos de Hagadá reescritas por el movimiento jalutziano. En estos días festivos para conmemorar el Pesaj 5780, acaba de publicar en línea la historia de dos Hagadot del kibutz Be’eri, la comuna socialista que más vidas humanas perdió durante la masacre del 7/10, pero de la que se conoce muy poco del origen de su gente.
Por Leonardo Senkman, desde Jerusalen

La primera Hagadá del Kibutz Be’eri fue compuesta en abril de 1946, seis meses antes que sus javerim y javerot lo hayan levantado con sus propias manos al caer la noche del 6 de octubre. Fue uno de los llamados 11 puntos clandestinos de colonización en el noroeste del Neguev donde fueron levantados 11 kibutzim inmediatamente al finalizar los oficios de Yom Kipur el 5 de octubre. Esa noche en que los judíos se sienten perdonados, nacieron en el mismo parto del Kibutz Be’eri sus otros diez hermanos: Nirim, Kfar Darom, Tkuma, Kedma, Gal On, Shoval, Mishmar HaNeguev, Jatzerim, Nevatim. Seguramente todos ellos nacieron perdonados por Dios en Yom Kipur, pero no por la pérfida Albión imperial que procuraba imponer el plan Morrison-Grady para la partición de Palestina cediendo el Neguev a los árabes.

En abierto desafío a la potencia mandataria, los jóvenes “scouts” miembros del movimiento Ha Noar HaOved Ve Ha Lomed, se habían estado preparando en Maoz Haim, antes de levantar la torre y la empalizada del kibutz Beeri, cerca de Wadi Nahabir, a pocos kilómetros al sur de Be’erot Yitzhak.

Cuando compusieron en abril 1946 la primera Hagadá del Seder de Pesaj, ignoraban cómo serían las primeras barracas del kibutz, pero sí habían imaginado cómo lucirían las uvas del viñedo y las higueras que iban a plantar en los huertos.

Esa primera Hagadá artesanal, compuesta a mano y firmada anónimamente por javerim del grupo scout Tzofim B. Beerot, tal como se lee en la última página de esta suerte de partida de nacimiento del kibutz Be’eri, fue preservada en la Biblioteca Nacional de Israel. Porque antes de asentarse en uno de los 11 puntos del desierto del Neguev, las javerot y javerim estamparon con dibujos, poemas y palabras sueltas de la Hagadá tradicional su hondo deseo de libertad y sed de amor a la tierra prometida. Tierra de promesas que liberaría de la opresión al pueblo judío y también redimiría el alma colectiva (pdut nafshenu) del nuevo sujeto hebreo, a imagen y semejanza del imaginario bíblico.

Mucho antes de que el kibutz se afiliara al movimiento A”jdut Ha’Avoda», uno de cuyos lemas era «De la Biblia al Palmaj», los fundadores de Be’eri ya habían retornado al Tanaj, su acta fundacional del pueblo judío

La precaria tapa ilustrada de la primera Hagadá, evoca una sinécdoque de dos mandatos primordiales: “recordar la fiesta de la primavera” antes de “recordar el día en que salimos de Egipto”.

Leemos la preeminencia de festejar la primavera en la primera página de esa Hagadá de 1946 que reproduce fragmentos de un tropo florido del Cantar de los Cantares:

He aquí que el invierno ya pasó,
la lluvia se acabó y desapareció
brotes de flores se ven en la tierra,
ha llegado la hora del ruiseñor
y el arrullo de la tórtola
ya se oye por los campos.
La higuera echa sus brotes verdes
y las viñas en flor vierten fragancia.

El mandato de recordar el éxodo atraviesa todo el texto de dibujos y oraciones de la Hagadá de Be’eri, pero el deber de memoria suena como si fueran voces de los hijos del Israel bíblico.

Aquellos jalutzim que retornaban a la tierra prometida, más que el éxodo narraban la impaciencia de Jaim Najman Bialik para que dejen el desierto y apuren su entrada a la tierra prometida. Algunos fragmentos de su famoso poema serán también reproducidos en la segunda Hagadá de Pesaj del kibutz Be’eri en 1950.

Arriba, vagabundos
Largo aun es el viaje, y larga la refriega
¡Basta de vagar ya en las carreras del desierto!
Hay un gran y ancho camino ante vuestras caras.
¡Levántense, vagabundos, del desierto salid!
Con paso seguro, pero no llores ni grites.
No sea que se estremezcan las arenas con todos sus durmientes,
Que el pie de cada hombre caiga sano pero en su corazón.
Que cada hombre en su corazón escuche la voz de Dios que dice:
¡Hoy cruzarás la frontera de una nueva tierra!
No más codornices del cielo,
No más pan ligero sino el pan del trabajo, fruto de las manos.
No más tiendas salvajes levantadas bajo la cúpula del cielo
Otra clase levantaréis para vuestro hogar.

El sobreviviente de la Shoah en la primera Hagadá del kibutz Be’eri

Pero conmueve leer que en la primera Hagadá de 1946 los muertos ausentes de la Shoah hayan sido metaforizados por el deber de memoria hacia un sobreviviente recién arribado, quien simbolizaría no solo a un refugiado sino a todos quienes sobrevivieron en la historia judía:

El refugiado vino

Ha llegado el presagio.
Él viene y sus vestidos no están rasgados
y su cabeza no está cubierta de ceniza.
Él vino y con él vinieron millones de sombras.
Y junto a él caminaba una larga procesión de mártires y santos.
Y ellos son los que hablaron desde el interior de su garganta.
Y escuchamos. Escuchamos a las generaciones de su tiempo, a las generaciones lejanas que han pasado y a las generaciones que vendrán. Nuestros padres que fueron masacrados, nuestras madres que fueron torturadas, nuestras hermanas y hermanos que fueron estrangulados, nuestros hijos que fueron quemados vivos.
Un hombre es recordado y no olvidado.

El historiador Muki Tzur recuerda que en su kibutz Ein Gev, cuando se conoció de la Shoah en 1943, se preparó una Hagadá “negra”. Un año más tarde, Ludwig Schwerin, cercano a los miembros del kibutz, diseñó una Hagadá de consuelo que presenta una vista del kibutz: un grupo de miembros y niños contemplando el kibutz desde el Monte Sussita, expresión de esperanza a pesar de la guerra mundial en curso (Muki Tzur and Zvi Shuah eds. Today you Leave for a New Land, Kibbutz Haggadah, 2011).

Lo singular de la semblanza del refugiado que los fundadores del kibutz Be’eri diseñaron en la Hagadá de Pesaj de 1946 no es la Hagadá consuelo preparada por Ludwig Schwerin en 1944.  Tampoco es el Himno de los Partisanos que cantaban mientras lucharon valientemente en los bosques contra los nazis e introducido en las Hagadot del Kibutz Artzi; pero tampoco es la sed de venganza y el no olvidar a todos los Amalek en la historia del antisemitismo, tal como Avraham Schlonsky lo expresa en el ya canónico poema compuesto para las Hagadot de los kibutzim del Hashomer Hatzair.

En la primera Hagadá de Be’eri compasivamente el sujeto recordado es un sobreviviente, no las victimas que fueron “llevadas como rebaño al matadero”, tampoco los heroicos combatientes del gueto de Varsovia, ni los partisanos judíos. Sin dudas, conmueve comprobar que los Tzofim B. Beerot del movimiento jalutziano Ha Noar Ha Oved Ve ha Lomed hayan querido recordar a un año de finalizada la Shoah, a refugiados sobrevivientes

En cambio, el ethos de los compositores que decidieron posteriormente reescribir las Hagadot de los kibutzim será completamente otro, no solo deseaban recordar el heroísmo de los combatientes y no a las víctimas de la Shoah, ellos mismos se sentían protagonistas de la nueva gesta pascual. La Hagadá de la Haganá será escrita y editada en 1948 por el servicio cultural del ejército para los soldados durante la Guerra de Independencia de Israel y el objetivo central fue transmitir el ethos de la seguridad del nuevo Estado judío. Fue titulada: “Para el Festival de la Libertad – Capítulos para los festejos de Pésaj, 1948”. Como bien recuerda Muki Tzur, deliberadamente no se le llamó Hagadá, a fin de preservar el honor de la Hagadá tradicional. Fue diseñado por el artista Arieh Allweil, uno de los fundadores de los kibutzim Hashomer Hatzair, especializado en escritura tradicional hebrea y pintura con motivos judíos.  

La nueva Hagadá de 1950, ya consolidado el kibutz Be’eri pero aun conmocionado por la guerra de la Independencia cuando soportó meses completamente cercado y aislado hasta la liberación del Negev en octubre de 1948, incluyó un poema de Shaul Tschernijovski. Escrito en 1938 durante la Revuelta Árabe en que numerosos asentamientos judíos sufrieron muchas pérdidas, “Rai Adama” expresaba el duelo de miembros del kibutz por la pérdida de javerim en ataques a kibutzim vecinos.

No obstante, la nueva Hagadá de 1950 también continuaba con tropos del amor femenino, amor a la naturaleza y al deseo de una vida enraizada en la tierra, motivos todos que ya habían sido expresados en la primera Hagadá de 1946.

No fue mera casualidad que el poema que abría la primera página impresa, y bellamente dibujada en colores, de la nueva Hagadá de 1950, exclamara:

“Ven y me casaré contigo, hijo de hombre, con campos verdes y cielos de luz.»

¿Empalme amorosamente previsible con el poema compuesto por los jóvenes Tzofim con el cual deseaban finalizar su Hagadá artesanal de 1946?

Porque hay un día
Y la libertad trae el milagro.
Y la marca de Caín para siempre se borra
Y una esquirla de luz chispea en el ojo
Y un corazón nuevo late en el hombre.
Y levántate, y rejuvenece a los abatidos del mundo.
Porque hay un día.

¡Qué duda cabe! Empalmar la fiesta de la libertad con el amor humano y con la naturaleza que también otras Hagadot incluyeron para celebrar la primavera durante el Seder. Hasta un bello himno alegórico cabalístico dedicado al rocío del legendario poeta litúrgico Eleazar Kalir fue empalmado en la Hagadá de Pesaj del Kibutz Artzi. Disfrutemos algunos de sus fragmentos:

En esta noche
En todo el mundo, se dicen alabanzas
Y tesoros de rocío están siendo desbloqueados.
En esta misma noche precioso rocío,
derrama sobre nuestra tierra bendita
con los ungüentos del cielo
Nuestras bendiciones están saciadas.

Posdata

Ninguno de los Tzofim B. Beerot, nunca sospecharon que el kibutz iba a sufrir más de 120 muertos y numerosos secuestrados en Gaza 77 años después.

Lo inimaginable e increíble no solo es la terrible invalidez del pasado para prever el futuro: duele muchísimo más cuando somos incapaces de vislumbrar los peligros mortales que acechan en el presente.

Pero ¿cómo es posible ser totalmente contemporáneos de nuestro presente?

Leyendo la Hagadá tradicional nos imaginamos que cada uno de nosotros podríamos ser capaces de vernos saliendo de la opresión en la tierra de Egipto. Pero nos resulta increíblemente absurdo imaginarnos que en la tierra de Israel, tan soberana y tan fuerte, podría acecharnos, cada tanto, un «Amalek para exterminarnos».

Después de este último Seder de Pesaj 5784 con tantas sillas vacías esperando a nuestros rehenes en Gaza, ¿no habrá manera de que nuevos Tzofim jalutzianos vuelvan a reescribir la Hagadá? Pero esta vez con una semblanza más creíble y convincente de la amenaza de otros Amalek.