Iediot Hajaronot, 21/5/24

La declaración del fiscal de La Haya podría haberse limitado a enjuiciar a los líderes de Hamás

El fiscal jefe de la Corte Penal Internacional, Karim Khan, quien era considerado una elección razonable por Israel cuando asumió el cargo, cambió su actitud tras la incursión terrestre en Gaza. Pero en el gobierno no entendieron lo grave que era la situación. En lugar de involucrar a abogados senior y a los asesores legales, prefirieron marginalizarlos y dedicarse a la pequeña política. Ahora, todos lamentan haberse quedado dormidos en la guardia.
Por Ronen Bergman*. Traducción: Yoel Schvartz

En otro mundo, la acusación de Khan publicada ayer (20.5) debería haber sido una victoria diplomática, mediática, legal, moral, de valores, tal vez incluso histórica, para Israel. Ayer, basado en la evidencia «recopilada y examinada por mi oficina», el Fiscal General de la Corte Penal Internacional en La Haya, Karim Khan, acusó a los líderes de Hamás de los peores crímenes. No solo a los dos principales sospechosos, Sinwar y Muhammad Deif, sino también al jefe del ala política de Hamás fuera de Gaza, Ismail Haniya, la figura de mayor rango de Hamás que no se encuentra en la Franja y que es un invitado bienvenido en muchos países, y se mueve entre Doha y Estambul. El pedido de Khan de una orden de arresto en su contra plantea un desafío para Qatar y Turquía, y podría acelerar el movimiento catarí, del que hay diferentes informes sobre sus posibilidades, para cerrar las oficinas de Hamás en Doha. Ciertamente, las posibilidades de que esto pueda ocurrir no disminuyeron ayer.

Y el pedido contra los tres no es menos que estremecedor. No solo porque están acusados de los peores delitos en el libro de leyes internacional, incluido genocidio, asesinato, tortura, trato cruel a prisioneros de guerra y más, sino también por «violación y otros actos de violencia sexual como crímenes contra la humanidad». Esta acusación, sobre el tema que se ha convertido en el más sensible, no es solo un reconocimiento, que ya se expresó en un informe de la subsecretaria general de la ONU, Pramila Patten, de que los militantes de Hamás cometieron sistemáticamente crímenes relacionados con el sexo, sino mucho más que eso.

«Sostenemos que los crímenes contra la humanidad fueron parte de un ataque generalizado y sistemático contra la población civil en Israel por parte de Hamás y otros grupos armados de acuerdo con una política organizacional», dijo Khan. Esas tres últimas palabras, «de acuerdo con una política organizacional», van al corazón del debate sobre este tema tan delicado. Y viniendo de la boca de Karim Khan, por primera vez de un organismo legal internacional reconocido, respalda lo que muchos niegan vehementemente: que no se trata solo de iniciativas locales, sino de una política de Hamás: ataques, sospechados por ahora, como parte de un sistema organizacional. Israel no podría haber esperado una formulación mejor.

En el otro mundo, un poco menos aterrador, las noticias terminarían aquí y comenzarían los análisis sobre el significado de las cosas. Pero en el mundo real, aterrador y sin atenuantes, el fiscal continuó y también publicó su solicitud de emitir órdenes de arresto contra Netanyahu y Gallant. El hecho de que las acusaciones contra el Primer Ministro y el Ministro de Defensa sean menos graves en su narrativa fáctica que las de la tríada de Hamás, no puede ser ni un flaco consuelo. Porque al estar en la misma página del anuncio del fiscal, en inglés, francés y árabe, crea una comparación entre los peores actos de aquellos y los peores actos, pero un poquito menos, de estos.

La historia, por supuesto, es irónica. Netanyahu y Gallant, por supuesto, rechazaron vehementemente la acusación y Netanyahu se expresó aún más agresivamente contra el pedido de una orden de arresto en su contra. Una orden que la historia, irónica como ella sola, los coloca a él y a Gallant, su alma odiada, su némesis política, del mismo lado de la ley de las naciones.

En Israel, en el Ministerio de Justicia y en el de Relaciones Exteriores, dicen que el fiscal los engañó. Hace unas seis semanas comenzaron a llegar informes sobre la intención de solicitar las órdenes. Uno de los miembros del equipo del Tribunal, según el rumor, bebió un poco más de la cuenta y le contó a alguien, que le contó a alguien más, y las cosas se fueron desenredando hasta llegar a la oficina del Primer Ministro, el Ministerio de Justicia y luego a la comunidad de inteligencia. Un esfuerzo israelí por descubrir qué estaba sucediendo en el Tribunal no solo no refutó los rumores, sino que los confirmó. Netanyahu, según personas cercanas a él, entró en gran presión, y por un momento pareció que había algo que lo asustaba más que la renuncia de Smotrich (Ministro de Finanzas y líder del partido nacionalista “Hogar Judío” , N.d.T).

En el Ministerio de Justicia, los expertos estaban convencidos de que, una vez más, lograrían cancelar o al menos posponer la sentencia. Entendieron, o al menos creyeron entender, que el fiscal dijo que esto ahora está en una especie de «estado de espera», que ahora se interpreta como un intento de Khan de burlarse de Israel, para que no ejerza presión y le permita avanzar en el camino de presentar la solicitud sin obstrucciones. Es posible que esto sea cierto, o medio cierto. Demuestran que la actitud de Karim Khan, un abogado serio de gran estatura considerado una elección razonable por parte de Israel cuando asumió el cargo, cambió drásticamente. Está tratando a Israel, con su sistema judicial, sus marcos jurídicos y de investigación, como a criminales comunes a quienes se puede (y acaso se debe) engañar. La filtración del Ministerio de Justicia, basada en el entendimiento de que las cosas estaban bajo control, calmó la ansiedad. Netanyahu también dejó de temer y volvió a las preocupaciones sobre Ben Gvir y Smotrich.

Ahora, cuando todo esto resulta ser un error y los temores iniciales se vuelven insignificantes en comparación con la solicitud publicada, todos lamentan haberse quedado dormidos en guardia. Pero la cuestión táctica es relativamente menor. En el otro mundo, el aterrador pero menos, nada de esto debería haber sucedido porque allí habrían entendido que la situación era difícil, si no muy difícil, y habrían actuado en consecuencia.

En el mundo paralelo, habría un diálogo fructífero y nutritivo siempre entre el Fiscal General del Gobierno y el Primer Ministro, quienquiera que fuera, y en ese diálogo ambas partes sabrían promover medidas no solo para combatir las sospechas creadas retrospectivamente, sino

también para involucrar a los abogados en el proceso de toma de decisiones sobre temas militares, incluidos los más sensibles. Incluido, por ejemplo, en 2003, preguntarle al Fiscal General del Gobierno si era legal según la ley internacional asesinar al jeque Ahmad Yassin, fundador y líder de Hamás, a pesar de que era un líder político y anciano enfermo en silla de ruedas (el Fiscal General dijo que no y no, y no de nuevo, hasta que llegó la evidencia que, en su opinión, justificó el ataque).

Decir que todo el mundo está en contra de Israel y que de todos modos habríamos llegado al mismo resultado es más o menos como decir que Hamás no quiere un trato e Israel ya ha perdido su inocencia en las negociaciones con la organización asesina. Incluso si es cierto que todo el mundo está en contra y todos son antisemitas, de lo que tengo grandes dudas, Israel aún tendría que haber calibrado estas cosas de antemano y actuado con sensatez y sabiduría para evitarlo. En el otro mundo, el Fiscal General y su personal habrían estado involucrados en todas las decisiones sobre la guerra, explicando al gabinete y a los jefes militares que deben hacer las cosas según el protocolo. En el otro mundo, incluso en las primeras dos semanas cuando la sangre hervía y el alma anhelaba venganza, los asesores legales se asegurarían de que las decisiones cumplieran con la ley internacional, incluso si esa ley parecía periférica y no importante, e incluso molesta para algunos en ese momento.

Pero en el mundo real, la turbia relación entre Netanyahu y la Fiscal General y todo el sistema de fiscalía, después de que Netanyahu intentó despedirlos y destruirlos, marginó al Fiscal General y su personal en muchos foros. Y estos, con razón o no, a menudo no insistieron en estar presentes.

En el mundo real, los esfuerzos políticos por sabotear el sistema judicial israelí dañaron su reputación, y Khan se volvió cada vez menos convencido de la independencia del sistema judicial y más convencido de que Israel actuaba ilegalmente, por decir lo menos.

Khan, astutamente, atrapó a ambas partes en una trampa imposible. Y no es que no hubiera advertencias. En el otro mundo habrían prestado atención al tuit de doble sentido del Fiscal General, y si no lo hubieran notado, tal vez habrían leído la columna publicada aquí en febrero, después de la Conferencia de Múnich, donde se mencionó ese tuit: «Israel se encuentra en medio de un proceso cada vez más intenso, cada vez más fuerte, cada vez más rápido, cuyo final es un Estado proscrito, paria, boicoteado y detestado». «Ojalá que de aquí, de Múnich, salga una bandera roja que intente explicarles a los ciudadanos del Estado de Israel, tal vez incluso a sus líderes, la gravedad de la situación». La bandera salió. Nadie la vio.

En el otro mundo habrían leído aquí la hoja de recomendaciones publicada por el Dr. Reuven Sheindorf, uno de los principales abogados en derecho internacional, que se desempeñó como subdirector de la Fiscalía General del Gobierno y encabezó la enorme división que durante años logró frustrar las iniciativas para iniciar procesos internacionales contra Israel. Sheindorf recomendó una serie de medidas que deben tomarse de inmediato, antes de que se emita la orden, e incluso antes de que el fiscal anuncie siquiera que tiene la intención de solicitar una.

«También debe considerarse la posibilidad de pedirle al fiscal que transfiera el proceso de revisión e investigación a Israel. El estatuto del Tribunal se basa en la idea de complementariedad, dando prioridad a los Estados que desean y pueden investigar por sí mismos las denuncias planteadas con respecto a sus ciudadanos o a los actos cometidos en su territorio. Si alguien hubiera tomado esa acción, las cosas parecerían menos forzadas que ahora, cuando no hay duda de que se están considerando dentro del sistema judicial».

En otro mundo, aterrador pero menos, Israel estaría mucho más preparada para este momento, y muchos creen que Khan no querría avergonzarse a sí mismo, incluso si se convenciera de que debía emitir una orden, con un intento tan divorciado legalmente. Pero este no es el otro mundo, este es este mundo, con la pesadilla a toda potencia. Y ahora Israel se convierte en el tercer Estado contra cuyo Jefe de Estado en ejercicio se ha solicitado una orden de arresto. Una pesadilla.

* Investigador en temas de seguridad y política internacional, miembro del equipo que acaba de obtener recientemente el Premio Pulitzer por su investigación para el NYT sobre la impunidad de la violencia de los colonos en Cisjordania.