El documental El campo en mí, de 62 minutos, gira alrededor de la vida de Luba AlKon de Biegún, una niña sobreviviente del holocausto, que ya siendo casi una mujer pudo emigrar desde Europa a la Argentina.
La canción en idish Lomir singen ciri bim, ciri bom, de la tradición ashkenazi, crea desde el comienzo la atmósfera, con su textura sensible, que tendrá la película.
En Buenos Aires, Luba se enamoró y formó una familia. Mesri es su nieta y la realizadora de esta película testimonial que narra el modo en que aquella experiencia traumática de su ancestra atravesó la generación de su madre y de su tía en silencio, y llegó hasta ella y sus hijas. La directora y la abuela construyeron juntas un vínculo de afecto, amor y humor. La risa, remedio infalible, ahuyenta los fantasmas del antijudaísmo.
Contra lo que se podría esperar, la ópera prima audiovisual de esta fotógrafa y coreógrafa formada en la periferia de la academia no es un filme sobre el horror y la violencia. Muy al contrario, se trata de una celebración y un canto a la vida de todo un linaje femenino que lidia con las vicisitudes amargas y sabrosas de la existencia.
Se centra en la figura de Luba desde distintas perspectivas, ya que detrás de la cámara hay diferentes personas, no sólo la autora del documental que le dio el marco general al relato, sino otras y otros que en distintas oportunidades pudieron filmarla. Desde aquel entrevistador que le tomó testimonio sobre su llegada en tren y su estadía en seis campos de concentración y del horror, hasta imágenes de su querido álbum familiar.

Una visita no muy lejana a la peluquería le da entrada a la voz de la protagonista, quien hace toda una declaración de principios sobre la contradicción entre sus ganas de estar coqueta y el gasto superfluo que demanda.
“Este proyecto surgió hace muchos años cuando aún vivía mi abuela Luba. Ella era muy fuerte y amorosa, con un ímpetu avasallante”, evoca Mesri. “Violenta por momentos, se llevaba el mundo por delante. Yo quería explicar y justificar esa violencia a través de un documental que contara su historia como sobreviviente de la guerra. Quería mostrar el lado afectuoso y decir al mundo que no era culpa de ella, que la guerra la había marcado a fuego”.
La mudez es una de las cuestiones que aparece cuando se intenta llevar a Luba, mediante una conversación, a su pasado de víctima de la persecución y opresión nazi.
Como un rompecabezas de la identidad, la directora juega y compone con fragmentos fílmicos y temáticos de archivo. Luego del montaje nos encontramos con una historia conmovedora sobre una mujer en un tiempo ido. Las voces de los afectos se entrelazan también a través de audios encontrados.
No hay aquí una cristalización de una identidad subjetiva, sino un devenir en la relación con las hijas, la nieta y las bisnietas de Luba. El tema de la memoria atraviesa El campo en mí, aunque no de manera evidente sino como lo que quedó hundido, sumergido pero presente, en el iceberg.
La narración toma a una figura individual que ha padecido lo peor, pero lo hace de un modo que trasciende el caso íntimo para convertirse en puerta de entrada a una historia más plural.
El enigma del tiempo
Respecto del tema del tiempo, en esta obra vale reflexionar de la mano del filósofo polaco Leszek Kolakowski, para quien todo aquello que vemos o tocamos es consecuencia de hechos que quizás sucedieron hace diez segundos, tal vez millones de años. ¿No resulta entonces correcto decir que todo lo que vemos o tocamos es el pasado? Respecto a nuestra experiencia, el pasado lo es todo. Todo nuestro conocimiento del llamado mundo “externo” es un fluir continuo de actos a través del cual lo que era el pasado se convierte en presente. Lejos de no ser nada, el pasado lo es todo. Y el enigma del tiempo no es exclusivamente algo que los filósofos hayan inventado para divertirse tratando de desenmarañar sus misterios. El misterio está al alcance de todos, aunque por supuesto que no todos quieren pasársela pensando en el tiempo. Claro que esa vivencia del pasado es diferente para cada una y cada uno.
La directora del film sostiene que El campo en mí es “un intento de transmitir a mis hijas y su generación las vivencias de una persona cercana y presente en nuestro recuerdo, como lo fue mi abuela. Para que el holocausto no sea una página más en los libros de historia y algo de ese linaje continúe en ellas también, aunque queramos perdonar, aunque queramos olvidar”.
El propósito de Mesri es que su trabajo permita que la existencia de Luba “sea algo palpable y tangible. Personas de carne y hueso vivieron ese horror y las marcas de lo sucedido nos acompañan aún y lo seguirán haciendo”.