Los populares están conformados por organizaciones históricas de la política continental. Los preside Manfred Weber del Partido Social Cristiano de Baviera, el aliado incondicional de la Democracia Cristiana Alemana, mientras que el secretario general es Antonio López-Istúriz del Partido Popular Español. A pesar de que este grupo parlamentario ha tenido mejores performances electorales, como los 268 escaños del año 2004, sigue liderando el Parlamento europeo, esta vez con 186 bancadas. La centro derecha tradicional viene decayendo elección tras elección junto a otros grupos de derecha, pero en esta oportunidad ha recuperado 4 parlamentarios respecto de su peor resultado en años, derivado de la contienda del 2019. El bloque socialdemócrata, de centroizquierda, es la segunda fuerza y pasó de un histórico de 200 parlamentarios en el año 2004 a un magro 135 en estas últimas elecciones. Como principal aliado, ha visto desfilar un sinfín de dirigentes por los altos cargos de la representación. El otro compañero de ruta son los liberales demócratas de Renew Europe, un conglomerado de partidos de centro a centro derecha dentro de los que podemos destacar el Partido de la Democracia y la Libertad de Mark Rutte, el Renacimiento de Emmanuel Macron junto a otros movimientos del gobierno francés o Acción de Ciudadanos Insatisfechos del checo Andrej Babis, entre otros, quienes principalmente con Macron y los rumanos, han mermado en las bancas, pero han alcanzado los 79 parlamentarios.
Esta suerte de comunión de grupos condujo hacia un centro permeable casi históricamente los hilos del Europarlamento, ya que han coordinado los cordones sanitarios a la ultraderecha desde la constitución de esta institución política.

Lo que ha sucedido en esta reciente elección es que las derechas más extremas han crecido vigorosamente y son una realidad. La alianza Conservadores y Reformistas de Europa (ECR) ha crecido en 4 bancas (73), con Fratelli de Italia de Giorgia Meloni con 24 bancas como líder del grupo, mientras que Ley y Justicia de Polonia del Presidente Andrej Duda obtuvo 18 escaños, y terciando anda Vox con apenas 6. El otro grupo de ultraderecha, Identidad y Democracia (ID), logró 58 bancas, 9 más que en la elección anterior, gracias a la avanzada de la Agrupación Nacional de Marine Le Pen. A su vez, hay partidos no inscritos en estos grupos por diferencias metodológicas e ideológicas. Alternativa por Alemania obtuvo 15 bancas y Fidesz del húngaro Viktor Orban obtuvo 10, pero no se nuclean ni en ID ni en ECR.
Sumando todos los espacios de ultraderecha, alineados o no alineados, llegan a 146 bancas y si se juntan, son la segunda fuerza del Euorparlamento, y por sobre todas las cosas, no paran de crecer.
El espectro de derecha se hace más de derecha. Las razones y la izquierda.
Al calor de las demandas de parte de las sociedades europeas, la centro derecha ha ido virando de un centrismo levemente inclinado a la derecha a una derecha más conservadora y menos social. Un valioso ejemplo es Angela Merkel, cuya visión de la economía social de mercado había puesto en la alianza con la socialdemocracia un valor inalienable a la democracia alemana, pero cuando se retiró de su partido, la Democracia Cristiana, las bases eligieron al derechista Friedrich Merz para reemplazarla. Otro puede ser el partido de Macron, Renacimiento, ex República en Marcha, que pasó de tener más del 50% de sus filas con integrantes de ideologías progresistas, derivado de muchos dirigentes del PS Francés, a que 7 de cada 10 se considere abiertamente de derecha. En Italia pasaron del facineroso Silvio Berlusconi a la supremacista Giorgia Meloni. En España, hace 10 años se fundaba el socioliberal Ciudadanos y hoy no hay rastro de poder de estos para pasar a la neofranquista Vox.
El incremento de la agenda de derechos sociales de minorías, el crecimiento de la inmigración, los problemas de seguridad, el factor Ucrania junto al incremento en la región de la incidencia de China, Rusia y los árabes petroleros, son factores que esgrimen los datos de una encuesta a los votantes de la derecha en la semana previa a las elecciones en los cinco países más poblados de Europa.
Pensadores como Ezequiel Saferstein y Pablo Semán, entre otros, abordan la batalla cultural que ofrece la derecha ante estos temas junto a la plasticidad para entrar en el terreno de las redes sociales, posicionar una fake news o un concepto ideologizado como una verdad revelada, mientras las demandas sociales de los “verdaderos” ciudadanos están siendo desatendidas por los partidos tradicionales para imponer agendas ajenas al país financiadas por agentes externos. Como se extrae de una reciente entrevista de Ramiro Gamboa a Germán Friedmann, investigador del Conicet, «Si vos le decís ‘facho’ a cualquier cosa, va a aparecer uno que le diga ‘zurdo’ a todo el mundo marcando que el sentido común no es conservador”. La batalla de la derecha pasa por este lado, por homogeneizar todas las debilidades de los partidos tradicionales y catalogarlas de “comunistas”, “socialistas”, “corporativistas” junto con descalificativos, haciendo alusión a lo que no funciona. La crueldad está de moda, diría Martin Kohan, y los que más impactan son los sanguinarios.

Anna Grzymala-Busse, directora del Europe Center de la Universidad de Stanford sostiene que la mayoría de los y las votantes de los partidos populistas no pertenecen al grupo económicamente más débil, sino que “más bien tienen miedo a la pobreza y a descender en la escala social”. La situación económica desmejorada pospandemia permitió ampliar lo existente de las extremas derechas europeas. Tras la victoria aplastante del partido de Marine Le Pen en estas elecciones, Macrón llamó a elecciones anticipadas por entender que ya no representa la voluntad de los franceses mientras su aliado Los Republicanos llaman abiertamente a apoyar a un gobierno con la ultraderecha. En Alemania, Alternativa por Alemania dio un golpe tras ser la segunda fuerza más votada, por encima de los verdes y los socialdemócratas. En Italia, la derecha consiguió una estabilidad política que hace tiempo no se logra.
Mientras tanto, la izquierda busca su posición. Mientras gobierna España en una alianza de años bastante heterogénea donde cohabitan el PSOE, Sumar, los republicanos catalanes, vascos y en menor medida, Más Madrid y Podemos como externos, en Portugal dividieron al Gobierno por nimiedades dejando paso a la centroderecha a conducir en soledad. En Alemania, el gobierno del SPD, los Verdes y los liberales de centro viene en caída por falta de liderazgo. En Francia, se ha unido el PS con una gran elección europea junto a los Ecologistas, los Comunistas y La Francia Insumisa de Melenchón con la finalidad de ponerle un freno a Le Pen y la ultraderecha. En Portugal el PS quedó como la única izquierda con potencia y votos, algo similar que en Rumania y Polonia.
El actual auge de la derecha, últimamente en su forma ‘populista’, también indica que la izquierda no ha sabido relacionarse con la frustración popular, dejando el campo libre a las fuerzas de derechas.
¿Hay futuro?
Hoy parecen todas pálidas, pero de una crisis sale una destrucción creadora diría Schumpeter basado en Marx. Revalorizar la democracia en la era soft de las autocracias religiosas e identitarias validadas por el enorme flujo de recursos económicos podría ser una punta del iceberg de las izquierdas.
Otro puntal que podría impulsar a las izquierdas son los efectos del cambio climático que van recayendo sobre las poblaciones. A medida que los efectos recaigan sobre la pasividad estatal de los negacionistas, podrá haber un avance de una conciencia de protección necesaria de forma colectiva.
Salir del intelectualismo, el academicismo y la superioridad moral es el deber primero para volver a ser popular y enamorar a los sectores populares. Esa es la gran meta, al menos, para algunos pensadores.