Teatro

Repensando la vida, familiares y sobrevivientes del atentado a la AMIA se suben al escenario

Con producción general del Departamento de Arte y Producción de la AMIA y protagonizada por Adrián Furman, hermano y sobreviviente; Alejandra Terranova, Hugo Basiglio y Jennifer Dubín, hijos de trabajadores de AMIA, se estrenó la obra de teatro “La silla vacía”, un tributo a aquellos que ya no están, pero cuya presencia perdura en cada recuerdo y en el firme reclamo de verdad, memoria y justicia.
Por Ana Wortman
Y nadie sabe cómo seguir: (Hamburgo-Munich, 1957)

Aquí
donde naufragué en sal,
aquí en el mar
con sus azules niños de pecho,
que se nutren
posesos de luna
en el ama del alma-
aquí en la arena,
que danzaba en el zodíaco,
aquí yace lo cifrado con lo no nacido

apareces
hacia atrás
en el vacío oscureciente,
que en torno a ti espera,
una cesta para ser llenada
con frutas que van por metálicas vías astrales o son expedidas
mi aliento te tiendo y caigo para habitar nuevamente en un cardo que nunca será flor-

Nelly Sachs (poeta judía alemana, 1891-1970) exilada en Suecia durante la 2da Guerra Mundial)

El 18 de junio se estrenó la obra de teatro La silla Vacía en el auditorio de AMIA, el mismo lugar que fue blanco del terrorismo internacional tres décadas atrás y a un mes del 30 aniversario del atentado.

Esta representación artística sobre la tragedia inmediatamente nos remite a la enfática afirmación del filósofo judío alemán Theodor Adorno[1] “No se puede escribir poesía después de Auschwitz”.[2]

Esa afirmación, como muchas otras, no debe tomarse literalmente, en todo caso da cuenta de una herida profunda al hombre en su ser genérico y nos remite a una profunda desazón acerca de cómo seguir y con qué lenguajes abordar el dolor, el sinsentido, la culpa y todo un conjunto de emociones, sentimientos y preguntas que nos produce el terror.

¿Existe la humanidad después de estos horrores? En todo caso, lo que dramáticamente nos advierte Adorno es que lo que ha fracasado es la ilusión de la Ilustración: el conocimiento, la ciencia y el arte como liberador del hombre de la magia, lo trascendente y fundamento de la civilización occidental. ¿Eso supone que debemos abandonar el conocimiento, el arte y los valores de libertad y progreso?

Esta frase fue puntapié de numerosos debates en el mundo de la escritura, resignificada y aludida de diversas maneras. Poetas como Paul Celan, rumano de lengua alemana, cuyos padres había muerto en un campo de concentración, y Nelly Sachs, alemana, exiliada en Suecia, considerada poeta de la supervivencia y de lo judío, parecen contradecir la afirmación de Adorno y expresan nuevos modos de escritura del horror y de la existencia humana.

Estos interrogantes que atravesaron la crítica cultural post Segunda Guerra Mundial en torno al Holocausto y el nazismo fundamentalmente, aunque también en relación a la pérdida del sujeto en la sociedad de consumo, vuelven a actualizarse con el recuerdo de este atentado, ya no en Europa sino en la Argentina.

¿De qué manera pueden vincularse arte y memoria?, ¿cómo hacer arte desde la tragedia? ¿Cómo ficcionalizar la muerte injusta, la muerte injustificada, si es que se puede justificar una muerte no natural para los vínculos vivos y los sobrevivientes? Una y otra vez, la pregunta recurrente, ¿por qué a mí?, ¿por qué a mi padre?, ¿por qué a mi hermano? ¿Existe un modo “apropiado” de relatarlo?

Memoria, verdad y justicia fue una consigna que marcó el accionar de los organismos de DDHH durante la última dictadura militar argentina y sostuvo y sostiene la reivindicación de los 30.000 desaparecidos. Notablemente, esta consigna reaparece como fundamento de una situación aún no resuelta por la justicia como consecuencia del atentado terrorista a la AMIA el 18 de julio de 1994, en el cual murieron 85 personas.

La dramaturgia de la obra La silla vacía está basada en los testimonios de cuatro familiares que ponen el cuerpo durante una hora y cuarto para ofrecer una puesta en escena que transita la tristeza, la bronca, la nostalgia, interrogantes nunca respondidos y, muy especialmente, el amor y el recuerdo hacia los seres queridos. ¿Es posible el duelo en la tragedia? La luz, la distribución de las sillas donde se sientan los familiares y sobrevivientes asi como la presencia permanente en cada movimiento y el desplazamiento de los familiares-actores de una silla vacía construyen la escenografía de la ausencia

En palabras de Elio Kapszuk, director de arte y producción de AMIA, de donde surgió la idea, la propuesta teatral “es una experiencia íntima, única y genuina, que solo puede ser generada desde el encuentro y el diálogo entre personas que han atravesado y siguen transitando el mismo dolor. Los testimonios de los protagonistas proponen, con valentía y autenticidad, un recorrido sobre cómo la vida se transforma y cómo se sigue en medio de la injusticia y la impunidad,” asegura.

Por su parte, la directora Sol Levinton explica “La titulamos La silla vacía porque una silla vacía es un símbolo crucial de aquel que ya no está. En escena siempre hay una silla vacía, pero ni los actores ni el público pueden anticipar cuál va a ser. Porque la vida es así: impredecible, inesperada. No hay forma de pronosticar qué nos depara. No hay justificación para las personas que se convierten en víctimas, y nadie está exento de serlo”, expresó. “Pero, como decimos en la obra, una silla puede ser sólo una silla, y a veces puede ser mucho más.”

Además de ser un hecho artístico, se trata de la primera vez que AMIA incursiona en las artes escénicas, la obra de teatro implica un reclamo de justicia en el marco de las acciones que viene desarrollando a través de diferentes iniciativas artísticas. Constituye un hecho de denuncia de la impunidad vigente en la causa y no permitir que el olvido se sume al poder destructivo que ocasionó el terrorismo, proponiéndose emocionar al espectador.


[1] Esta frase recurrente en situaciones trágicas de la historia de la humanidad post Segunda Guerra Mundial aparece en el libro Sociedad y critica de la cultura de Theodor Adorno, en 1949.

[2] Adorno, como una parte de la intelectualidad judía alemana, había emigrado a los EEUU, ocupado sus universidades, así como artistas y guionistas formaron parte de la escena cinematográfica de Hollywood.