Gaza-Israel: guerra de memorias, compasión asimétrica y deseos imaginarios de paz

Los debates políticos y mediáticos sobre la guerra que libra Israel desde hace ya nueve meses pretenden probar muy a menudo que el conflicto israelí-palestino se habría convertido en una guerra de memorias. “Si hubiese que seguirlas -observa el historiador francés Guillaume Blanc-, nos veríamos obligados a escoger uno u otro campo”. Sin embargo, prosigue el autor de Descolonizaciones (2022), “la historia no es un supermercado, no podemos escoger. No existe un universo donde encontramos el horror de la Shoah perpetrada contra millones de judíos entre 1939 y 1945, y otro donde habita el terror de la colonización que sufren hoy todavía cientos de miles de palestinos. Sólo hay un mundo y tan solo un pasado. La historia debe aprehenderlo todo. Por eso hay que desembarazarse de los reflejos maniqueos para poder enseñarla y aprender de ella”.
Por Leonardo Senkman, desde Jerusalén

El historiador francés Guillaume Blanc hace un llamamiento para conocer la historia de ambos pueblos enfrentados a muerte para evitar que las pasiones desatadas imaginen que se trata de un conflicto entre sus respectivas memorias. La interpelación de Blanc es la de un autorizado historiador que confía en la razón pedagógica a fin de atenuar las fracturas ideológicas que traban a ambos enemigos poder pensar en términos de descolonización.

El título en plural “descolonizaciones” destaca el hecho histórico de que no había una única vía para salir del imperio colonial, sino varias, y cada una tuvo sus consecuencias. Al mismo tiempo, es consciente de que estas trayectorias no fueron autónomas y que las descolonizaciones de algunos lugares afectaron a las de otros, transformando en última instancia el colonialismo de una parte ordinaria del orden global a principios del siglo XX en una situación anormal e inaceptable.

La lectura del libro de Blanc a escala global sobre la descolonización en África y Asia nos ayuda a ver con mejor perspectiva histórica los deseos imaginarios de algunas interpretaciones sobre la guerra lanzada contra Israel por Hamas. Su masacre el 7/10 no fue perpetrada para la descolonización de Palestina según pautas anticoloniales de otras descolonizaciones en el Tercer Mundo, sino con el designio exclusivo de destruir la potencia colonial israelí.

En su reciente historia, Décolonisations. Histoires situées d’Afrique et d’Asie (XIXe-XXIe siècle) (2022), Blanc nos recuerda el relato heroico y victorioso de la movilización política de mediados del siglo XX de numerosos países colonizados que consiguieron la independencia, no la destrucción de los imperios coloniales europeos que los sojuzgaban.

Pero, además, a diferencia de Hamas, aquellos movimientos descolonizadores han transitado en una doble temporalidad: el cuestionamiento del orden colonial, pero también la construcción negociada de un orden nacional poscolonial.

Una deriva trágica al acecho de los deseos imaginarios de ciertos intelectuales enfrentados por la actual guerra en Gaza es interpretarla como si fuera una guerra de memorias nacionales: la memoria de la Shoah de los israelíes luego del 7/10 versus la memoria de la Naqba de los palestinos. El historiador Guillaume Blanc acaba de salirle al cruce a sendos deseos imaginarios: “La historia no es un supermercado, no podemos escoger. No existe un universo donde encontramos el horror de la Shoah perpetrada contra millones de judíos entre 1939 y 1945, y otro donde habita el terror de la colonización que sufren hoy todavía cientos de miles de palestinos. Sólo hay un mundo y tan solo un pasado. La historia debe aprehenderlo todo. Por eso hay que desembarazarse de los reflejos maniqueos para poder enseñarla y aprender de ella” (citado por Nicolás Truong, Le Monde, 9/12/2023, “El mundo intelectual, fracturado por la guerra entre Israel y Hamás”).

Además, la actual guerra ha desatado pasiones y ha hecho brotar delirios que complotan contra cualquier intento de análisis sensatamente racionales y a nivel   geopolítico.

Para colmo, la asimetría de la compasión hacia las víctimas de ambos bandos echa aún más leña al fuego en la total enemistad y odio entre intelectuales que defienden solamente a Israel o a los palestinos.

El “doble rasero”, la “doble vara de medir” el sufrimiento de los gazatíes respecto de los israelíes es uno de los tropos más oídos en los anfiteatros de las universidades de USA, Europa y América Latina. Del lado israelí, víctimas y rehenes tienen rostros, relatos y testimonios en redes sociales, cuyos carteles son a veces arrancados; en contraste, en Gaza, las víctimas se ven reducidas a cifras, estadísticas, que parecen acumularse de modo inexorable, además de ciudades arrasadas.

Guillaume Blanc

Intelectuales israelíes como Eva Illouz denuncian el doble rasero de la izquierda que se niega a comprender el miedo de los israelíes luego del 7/10: “Esa masacre retrotrae a los judíos al sentimiento de que su inseguridad ontológica no ha sido resuelta ni por el advenimiento de la nación israelí, ni por la democratización de las sociedades”. Según esta académica de la Universidad Hebrea de Jerusalén, la compasión y repudio de la izquierda a la masacre de 1400 israelíes en un solo día   se volatiliza con una frase tantas veces oída de sus colegas progresistas: “es terrible, pero…”. Sin embargo, ese “pero le resulta casi tan chocante a Illouz como el silencio con el que fueron tratadas las víctimas y rehenes, en particular las mujeres que sufrieron violencias sexuales” (Nicolás Truong, Le Monde, 9/12/2023, op.cit.).

Entre los intelectuales que justifican la asimetría de la compasión se destacan activistas que enarbolan la bandera del anticolonialismo para solidarizarse exclusivamente con los palestinos.

“Es necesario resistirse a la disimetría de la compasión, pero la simetría de las compasiones no equivale a la simetría de las posiciones políticas”, analiza Rony Brauman, antiguo presidente de Médicos sin fronteras. “Comprendo la angustia existencial de los judíos de Israel y los pogromos del 7 de octubre representan un horror absoluto. Sin embargo, no son unos millares de combatientes fanatizados quienes amenazan a Israel, sino su política extremista. Asistimos a una guerra colonial”. (ibidem)

Pero a diferencia de la guerra anticolonial de Hamas, recordemos que las luchas históricas de la descolonización procuraban la independencia nacional y solo la expulsión de la potencia colonial, no su destrucción completa, tal como observaba Blanc.

Indudablemente la total asimetría de solidaridad con los palestinos a consecuencia de la guerra interminable en Gaza resulta ser el logro más importante de Hamas en la esfera internacional. Para una parte de la opinión de toda una generación, la organización fundamentalista que sacraliza el Jihad como la guerra santa en su combate para la descolonización ha logrado que el paradigma del exterminio prime de ahora en adelante sobre la lucha por la independencia. Tanto más cuanto que la “lógica de la identificación” ha substituido a la “política de alianzas”, observa el politólogo Bertrand Badie. “Desde las gradas de los hinchas de los equipos de futbol del Sur global hasta una miríada de movimientos sociales internacionales, la bandera palestina reúne ahora a todos cuantos sufren y son o se sienten dominados”, observa el autor de Por una aproximación subjetiva a las relaciones internacionales (citado por Nicolás Truong, Le Monde, 9/12/2023).

El filósofo francés Alain Finkielkraut, a su regreso del reciente viaje a Israel emprendido como expresión de solidaridad, realizó declaraciones que nada tienen en común con la compasión asimétrica ni mucho menos con la guerra de memorias. Siguiendo aquel consejo de Foucault de tener el coraje de decir la verdad, incluso decirla con “la gran cólera de los hechos”, Finkielkraut rechaza las comparaciones de los bombardeos devastadores realizados por Tzahal en Gaza con los ejecutados por los Aliados en Dresde y Normandía: “La analogía es a la vez desinhibida y delirante. Hasta donde yo sé, ni la Luftwaffe ni la Royal Air Force advirtieron a los habitantes de los edificios atacados antes de entrar en acción. Tampoco han establecido corredores humanitarios ni han permitido el paso de camiones con ayuda alimentaria. También quisiera señalar que los aviones aliados mataron a decenas de miles de franceses durante el desembarco de Normandía. La compasión es legítima e incluso saludable, pero debe ir acompañada de discernimiento. La historia nos enseña: la emoción sin inteligencia no es menos devastadora que la inteligencia sin emoción” (entrevista a A. Finkelkraut en Le Figaro, reproducida en Il Foglio Internazionale, 5/5/2024).

No resulta extraño el descreimiento y el pesimismo de Finkielkraut sobre las perspectivas de alto el fuego. Y no solo porque Netanyahu se rehúsa. Reiteradamente ha sostenido “que en un mundo ideal se podría imaginar negociaciones con Hamás. Simplemente no es posible, no es su voluntad, nunca lo será… la única misión de Hamas, desde su creación, es destruir Israel, no obligarlo a abandonar los territorios ocupados” (Santiago Aparicio, “Finkielkraut atiza a Netanyahu, Mélenchon, Hamas… y al Papa”, Diario 16 Mediterráneo, 19/10/2023).

Alain Finkielkraut

El triunfo de Le Pen en las recientes elecciones europeas y ante la eventualidad que gane en el llamado electoral de Macron, el pesimismo de Finkielkraut y la comunidad judía tiñe de angustia cívica al democrático ciudadano judío francés. Porque el filósofo odia a ambos lideres que polarizan la política francesa europea:  al dirigente de ultra izquierda de Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, que apoya a Hamas y subestima el ascenso del antisemitismo, y obviamente a su opuesto, Marine Le Pen, jefa del partido ultra derechista Agrupación Nacional.

Cada uno de ellos es inaceptable para Finkielkraut como francés y como judío. Le resulta insoportable reconocer que el partido de la ultra derecha de origen fascista sea el gran defensor de Israel y que combata el antisemitismo islámico; pero además le resulta repugnante que dentro de la amplia alianza de partidos democráticos de centro izquierda para frenar el avance de la ultra derecha deba apoyar a Francia Insumisa, un partido de ultra izquierda al cual Finkielkraut denuncia de estar movilizando a sus tropas en torno a un solo tema: la supuesta nazificación del Estado judío mientras su aliada Dominique de Villepin denuncia la dominación financiera del “sionismo internacional”.

Deseos imaginarios pacifistas de intelectuales pro Israel

A partir del 7/10 y la larga guerra en Gaza, tanto en Israel como en la diáspora surgen dos reacciones de signo opuesto: por un lado, interpelaciones muy cándidas de intelectuales y activistas que tienen el común deseo imaginario de fomentar la paz Israel-Palestina. Pero también surgen movilizaciones de familiares de los rehenes cada vez más politizadas.

En Israel cunde el desaliento y la desmoralización entre mucha gente que no ve el fin de la guerra actual y el estancamiento en las negociaciones con Hamas para la liberación de rehenes; sin embargo, la protesta de familiares se ha radicalizado en el último mes al extremo que exigen la renuncia del gobierno. Ante la intransigencia de los kahanistas de la coalición de ultra derecha israelí, empezando por el primer ministro que boicotea interrumpir la guerra, las demostraciones de familiares en Tel Aviv y Jerusalén se han vuelto cada vez más violentas y son reprimidas brutalmente por la policía comandada por el fascista Ben Gvir.

En contraste con la marea de protestas familiares radicalizadas, en la sociedad civil algunas ONG pacifistas de larga data en Israel están bregando por finalizar la guerra en Gaza, pero sus operadores expresan más deseos imaginarios cautelosos que estrategias para la movilización eficaces y la reanudación del diálogo con los palestinos.

El caso Gershon Baskin es paradigmático. Director para Medio Oriente de ICO (Organización de Comunidades Internacionales), una ONG con sede en el Reino Unido que trabaja en zonas de conflicto con procesos de paz fallidos, Baskin es un emprendedor político y social que ha dedicado incansablemente 46 años de su vida a la causa de la paz entre Israel y sus vecinos. También es miembro fundador del partido político “Kol Ezraheiha – Kol Muwanteneiha” (Todos los Ciudadanos) en Israel.

Baskin acaba de publicar una Carta Abierta a los Palestinos cuyo título resuena como un deseo imaginario aun antes de leer el texto. “Vosotros podéis romper este ciclo de violencia”, les dice a camaradas palestinos moderados. Luego de advertirles que a esta altura de su vida las críticas que recibirá por su propuesta idealista lo tiene sin cuidado, Baskin reincide en su esperanza de “entablar la paz entre ambos pueblos que viven entre el Mediterráneo y el Jordán”. Y pese a ser consciente de que “no hay simetría entre los palestinos y un Estado fuerte como Israel, reconocido por 165 países y que mantiene vínculos económicos y de seguridad aun con muchos más”, interpela a un imaginario Estado palestino en los candorosos siguientes términos: “El Estado de Palestina debe ser un Estado amante de la paz, respetando los principios de coexistencia pacífica. Se unirá a todos los Estados y pueblos para asegurar una paz permanente basada en la justicia y el respeto de los derechos, de manera que se pueda asegurar el potencial de bienestar de la humanidad”.

Pero al final de la carta, inspirada en versos del gran poeta palestino Mahmoud Darwish, Baskin confía alcanzar ingenuamente un acuerdo siempre y cuando los palestinos sean capaces “de derrotar no a Israel sino al miedo de los israelíes al estado palestino”.

Textualmente Baskin cierra su Carta Abierta con las siguientes oraciones: “Las inspiradoras palabras de Mahmoud Darwish deberían ser la estrella del norte para los palestinos que representan una nueva generación que no olvidará el pasado, pero que tendrá un ojo centrado en el futuro con claridad de propósito, un código moral de justicia y un agudo sentido de la realidad. Estos palestinos saben que para alcanzar el objetivo de la libertad y la dignidad no basta con tener razón, también hay que ser inteligente, y que ser inteligente significa derrotar al miedo israelí, no a Israel” (“An open letter to Palestinians: You can break this cycle”, Gershon Baskin, Times of Israel, 15/6/24).

Posfacio

Inmediatamente después del sábado negro el 7/10, la poeta rumana alemana Herta Müller (Premio Nobel de Literatura 2009) escribió un texto de solidaridad a los israelíes dolientes y familiares en duelo. A diferencia de los wishful thinking y deseos imaginarios de varios intelectuales, dentro y fuera de Israel, sus palabras fueron escritas sin abocetar ningún plan de paz; solo mediante trazos precarios con que las poetas hilvanan sus poemas de amor para siempre. A tal fin, Herta Müller recordó que Paul Celan durante su visita a Israel en 1969 se emocionó al encontrar a compañeros de la escuela de Chernovitz que lograron salvarse huyendo a Eretz Israel. Yehuda Amijai le tradujo al hebreo poemas que dejaron de ser efímeros en su alemán original. Finalmente, Herta Muller recuerda que poco después de que regresó a París y antes del suicidio, Celan escribió a Yehuda Amijai una carta de amor a Israel, que seguramente la poeta rumana-alemana habría sentido “tan fuerte como la muerte”.

«Querido Yehuda Amichai, déjame repetir aquí las palabras que espontáneamente salieron de mis labios mientras conversábamos: No consigo imaginar el mundo sin Israel; y tampoco quiero imaginarlo sin Israel.»

Yo me imagino al famoso poema “Fuga de la muerte” de Celan en dos momentos en ese sábado negro de Simjat Tora el 7/10. El primero corresponde al inicio del verso “Negra leche del alba te bebemos de noche, te bebemos en la mañana y al mediodía”. Y después imagino el segundo momento de los secuestrados en Gaza que corresponde al verso que dice: “te bebemos al atardecer, bebemos y bebemos…”