Todas las guerras pervierten las palabras cuando los medios ponen a circular eufemismos, falsedades y engaños conceptuales mediante una deliberada corrupción corrosiva del lenguaje y del pensamiento.
También las palabras en la actual guerra interminable de Gaza están pervertidas por la guerra de narrativas de cada bando contendiente.
Gran parte de los comentarios en redes sociales son inexactos, incompletos o descontextualizados. No siempre responden a la intención de mentir, pero aceptan la falta de verificación y que importen más los golpes bajos o la imagen impactante que los hechos fiables sobre el terreno bélico.
Se trata para cada contendiente de ganar la guerra por la opinión pública, legitimar decisiones políticas, militares y terroristas, y de obtener un impacto psicológico en el enemigo.
Pero las palabras utilizadas por los medios, fuera y dentro de Israel, pervierten también el lenguaje cotidiano. Las insuficientes palabras del vocabulario corriente israelí no alcanzaban a nombrar la terrible masacre del sábado 7/10 sin invocar a la Shoah; pero también las palabras en los informativos condenaban de genocidio nazi a Israel luego que invadiera Gaza.
Las palabras en hebreo se quedaron cortas para describir la represalia militar de venganza que aún lleva a cabo Tzahal en Gaza. Continúan llamándola, asépticamente, con su nombre de bautismo militar, “Operativo Espadas de hierro”. Pero a medida que veíamos imágenes de la devastación de una Gaza pulverizada, el nombre de ese operativo bélico más que un eufemismo parecía sonar a una boutade de humor negro; y se ennegrecía todavía más si lo comparábamos con un anterior operativo “Plomo Fundido” en Gaza (diciembre 2008-enero 2009).
La ONG “Medios para la Paz” advertía a los periodistas de todo el mundo para respetar un mayor equilibrio en la cobertura de las informaciones, además puso énfasis en la importancia que tiene la palabra en todos los conflictos bélicos y en el poder que ejercen quienes la utilizan como eufemismo.
Un corresponsal español me advirtió que cuando la prensa extranjera es el testigo molesto que Israel procura silenciar, sin permitirle la entrada en Gaza, “después que no se sorprendan de las crónicas que publicamos los periodistas bajo el fuego de Israel”.
Lamentablemente, la censura bélica israelí desprecia y teme a la palabra de los periodistas. De otro modo resulta incomprensible la prohibición militar a que entren a informar desde Gaza.
Una información ya desactualizada afirmaba que, hasta el 4 de noviembre, los números del Comité para la Protección de Periodistas (CPJ) contabilizaban que fueron muertos durante los ataques 36 periodistas: 31 palestinos, cuatro israelíes y un libanés. Cinco meses después, Reporteros sin Fronteras denunciaba que al menos 103 periodistas habían sido asesinados en Gaza durante ataques de Tzahal, de los cuales al menos 22 se encontraban ejerciendo su labor periodística.
Sin embargo, no sorprende que en algunas coberturas de combates las voces de los periodistas silenciados vuelvan a ser escuchadas; sobre todo la voz de los muertos vuelve a ser resucitada con palabras pervertidas de colegas que no se proponen informar con dolor, sino escribir para vengarlos con crónicas de odio y también con mala fe.

Desgraciadamente más fiables que los eufemismos suenan las palabras trágicas en árabe pervertidas por los deudos de víctimas civiles en Gaza al hablar públicamente de su desgracia familiar. Cuando escuchamos en árabe, no en inglés ni en francés ni en español, sus maldiciones, injurias, ultrajes y juramentos de venganza nos despejan muchas dudas sobre el verdadero pensamiento y solidaridad pro-Hamas de numerosos árabes en Medio Oriente.
Por ejemplo, a pocos días del 7/10 un empresario y político jordano-palestino de nombre Talal Abu Ghazaleh, expresó en una entrevista en árabe que “nosotros (los palestinos) le damos la bienvenida a la muerte”, lo que no hacen los judíos. Pues la cultura del martirio está profundamente arraigada entre los musulmanes (sic). Además, para no dejar duda de sus ideas, Ghazaleh recordó que un supuesto político alemán amigo suyo le dijo que Hitler no había exterminado a todos los judíos, para dejar algunos vivos con el fin de que el mundo pudiera ver “por qué hay que matarlos” (citado por Isaac Nahon Serfaty, “El conflicto entre Israel y Hamas, la importancia del lenguaje, Diálogo político 13/10/23; https://dialogopolitico.org/category/agenda/).
Las palabras pervertidas en Israel por la guerra
La sociedad israelí, desde el 7/10 y por la interminable guerra de venganza en Gaza, se comporta no solo como una sociedad militarizada; también habla y piensa con palabras pervertidas. Si las guerras son acontecimientos trágicos en la historia de los pueblos, tiempos de ruptura en los cuales se trastocan los órdenes convencionales, se altera la vida para sectores muy amplios de la población, entonces las palabras sobre la guerra afectan a los lenguajes políticos y también a la comunicación de la gente.
Pero ¿qué pasa con eufemismos que finalmente pierden su significado semántico al cabo de 9 meses de guerra arrasadora? En enero pasado, Tzahal afirmaba haber desmantelado a Hamas en el norte de la Franja, en Jabaliya, Dayr al Balah, Beit Hanoun y Beit Lahia. Su táctica lo llevaría inmediatamente al centro para destruir a Hamas en Jan Junis, donde la ciudad quedó completamente en ruinas; finalmente, Tzahal juró liquidar las cuatro divisiones en el enclave sur de Rafah para lo cual desplazó a más de un millón doscientos mil civiles refugiados. Ocho meses después, emboscadas y táctica de guerra de guerrilla del Hamas recrudecieron; los norteamericanos ya las habían conocido en Irak y Afganistán; en vísperas de la invasión a Gaza, ellos advirtieron a Israel que la guerrilla aparecería en la mayoría de las localidades subterráneas de Hamas de las cuales Tzahal se retiraría después de haber prometido arrasar, liquidar, aniquilar, pulverizar.
¿Lenguaje eufemístico de una guerra triunfalista con el fin de vaciar las palabras de su contenido semántico para evitar usar el lenguaje crudo de las derrotas de guerras anti insurgentes contra guerrillas que resisten tenazmente al invasor colonial? ¿Por qué en lugar de malgastar palabras pervertidas “hasta la victoria total”, confundiendo a todos los gazatíes con Hamas, no se lanzó una campaña similar de esclarecimiento en otras guerras contrainsurgentes de apoyo a la población civil? Cuando la población civil en territorio bélico no era considerada enemiga, algunas guerras contrainsurgentes en el Tercer Mundo pudieron lograr influir en el ánimo de gente inocente del pueblo y debilitar o incluso anular el apoyo que ella prestaba a la insurgencia.
Pero lamentablemente el lenguaje pervertido de la guerra en Gaza contribuyó a no nombrar las necesidades básicas de su población civil. Un ejemplo es la muy perjudicial estrategia de Tzahal de limitar el acceso a la alimentación explicada con varios eufemismos inconsistentes. Más allá de bloquear alimentos en la frontera de Gaza, Israel explicaba con palabras inentendibles para el pueblo las dificultades en la distribución de aquellos pocos alimentos que permitía ingresar. La negativa de Netanyahu a posibilitar el gobierno civil palestino no-Hamas en Gaza es acompañada de palabras pervertidas tendientes a impedir la aparición de una autoridad civil local que podría coordinar eficazmente la distribución de ayuda alimenticia a la gente. Israel ha permitido lanzamientos aéreos y entregas marítimas de alimentos muy publicitados, pero proporcionan apenas solo una pequeña fracción de lo que podría entregar el transporte terrestre, conforme a reglas del derecho humanitario internacional (Kenneth Roth, “Crimes of war in Gaza”, New York Review of Books, 27/6/24).
Ahora bien: un ejemplo de eufemismo bochornoso es de quienes utilizan el lenguaje de la disuasión atómica. Eufemismo pervertido aún más por el lenguaje de ultraderechistas, pero también por académicos pacifistas.
Un ministro de ultra derecha religioso hasta puede imaginar sin pruritos de conciencia que Tzahal lance un ataque nuclear en Gaza “como una de las posibilidades para liquidar el enemigo”. El perverso deseo fue difundido a principios de noviembre pasado por el ministro israelí de Patrimonio, el kahanista Amichai Eliyahu. Me dirán que su consejo patológico fue desautorizado inmediatamente por el Primer Ministro; pero la perversión de su pensamiento no es la de un enajenado marginal sino la de un peligroso político muy bien protegido. El ministro Elyahu forma parte de la coalición por el partido kahanista fundamentalista Otzma Yehudi que lidera el Ministro de Seguridad Nacional, el fascista Itamar Ben Gvir. A comienzos de enero 2024 el mismo Ministro volverá a incitar para que expulsen de Gaza a todos sus habitantes.

No se conoce el grado de adhesión de sectores de la derecha israelí a estas posiciones patológicas. Sin embargo, a nadie le molesta -tampoco a sectores de centro izquierda- que los comunicados en los partes diarios del vocero de Tzahal sobre ataques devastadores y de tierra arrasada sean enunciados con vocabulario afín a “exterminar”, “liquidar”, “fulminar”, “desolar”, “estragar” la franja de Gaza.
Pero la perversión del lenguaje por la guerra más insoportable resulta menos la de un fascista como Amichai Elyahi que leer la guerra en las palabras de prestigiosos investigadores del conflicto palestino israelí.
Uno de ellos, el profesor Benny Morris, acaba de exigir que, si Israel no puede atacar el proyecto nuclear iraní con medios convencionales, antes que sea tarde “debe usar sus capacidades no convencionales” (Haaretz, 27.6).
Afortunadamente, contestó a Morris el joven historiador Adam Raz, autor del reciente libro El camino al 7 de octubre: Benjamin Netanyahu, la perpetuación del conflicto y la degradación moral de Israel. El título de la respuesta a Benny Morris epitomiza dramáticamente los estragos de la perversión del lenguaje en el discurso público de Israel hoy. (Adam Raz. “El discurso de la destrucción se ha apoderado de Israel”, Haaretz, 30/6/24).
En efecto, el bárbaro desvarío de Morris va más allá de la perversión del lenguaje popular israelí. Al introducir la guerra atómica en sus palabras de investigador procura desde el discurso público de un académico romper el tabú internacional más importante, inviolado desde agosto de 1945, contra el uso de armas nucleares En su demencial belicosidad de atacar a Irán con bombas atómicas, Morris se desentiende del crimen de lesa humanidad y se despreocupa por los “efectos colaterales” morales. Morris apenas se preocupa de que “tal vez el ataque nuclear traerá solo algunas quejas contra Israel”. Además, no le preocupan las implicaciones políticas, diplomáticas y militares del uso de armas nucleares, ni el hecho de que ningún gobierno (democrático o autoritario) tiene legitimidad para usar armas nucleares, desconociendo el esfuerzo internacional para prevenir la proliferación nuclear” (Raz, op.cit).
En otro reciente artículo el lúcido e incisivo ensayista B. Michael confesaba en su columna semanal de Haaretz que, a diferencia de sus compatriotas israelíes, él no tenía miedo de la amenaza nuclear de Irán (“De este país tengo miedo. Él, y no Irán, me hace temblar mi columna vertebral”, Haaretz, 25/6). La república islámica podría fabricar suficiente material fisible para tener una bomba nuclear en pocas semanas, pero esa noticia no le genera recelo ni temor a Michael. Por el contrario, caustico él teme más a los ultranacionalistas religiosos de su país que a los ayatolas persas.
Leamos su advertencia surrealista pero probable: “El gobierno está en manos de fanáticos religiosos psicóticos e irresponsables, capaces de cualquier atrocidad. También ellos tienen barbas largas, o al menos trenzas. También ellos llevan extrañas coberturas en la cabeza y sus mujeres son las que llevan extraños turbantes. Y lo más terrible de todo, también sus dedos flotan sobre los botones rojos, los cuales desarrollaron en el infierno. Y solo hay una diferencia entre ellos y sus contrapartes iraníes: los iraníes aún no tienen la bomba. Estos ya la tienen. Y más de una (B. Michael, Haaretz, 25/6),
Posdata
Indudablemente, las palabras están pervertidas por la guerra en Gaza.
Pero las más peligrosas son aquellas en que la guerra ha sido introducida en ellas por sus hablantes, comentaristas de los medios y escribas de todas las tendencias, desde la ultra derecha religiosa, estrategas, políticos, y hasta por distinguidos investigadores académicos
Es urgente desmilitarizar las palabras, dejar de hablar con eufemismos, terminar de una vez por todas con la guerra de venganza en Gaza y negociar la liberación de nuestros rehenes. Y ojalá seamos capaces de volver pronto a saludarnos en Israel y en la Diáspora, con nuestra palabra, la más judía de todas: ¡¡SHALOM!!!