¿Qué vino a hacer este judío? ¿Qué? Pregunto: ¿qué vino a hacer este judío a mi país? ¿Vino a robar? No robó nada. ¿Vino a conquistar? ¡Pero si es un judío irrisorio, más solo que la luna! No podría conquistar la tierra prometida si todos los árabes se fueran y quedara vacía. ¿Qué vino a hacer este hombre? (porque es un hombre, mal que le pese, aunque no se parezca en nada al resto de los hombres, o al menos a los europeos, o al menos a los húngaros). Vino y se fue. Se podría haber quedado (al fin y al cabo, nadie lo invitó, ni a irse ni a quedarse). Se fue. Pero antes tuvo la idea de venir, y de esa idea hizo un plan, y de ese plan surgió su llegada (y su partida, que ya estaba implícita en su llegada) a Hungría. ¿Que por qué estaba implícita su partida? No sabía húngaro, no conocía las costumbres, ni siquiera sabía si lo recibirían. Y lo recibimos. Mejor no podemos recibir a nadie. Ese era el plan, quizás. Que lo recibiéramos. ¡Así busca Kafka entrar al castillo! Bueno, aquí lo recibimos mejor que a Kafka, y eso que los checos tienen muy buena prensa. Son amigos de los judíos. Eso se dice. Pero yo no lo creo: los judíos no tienen amigos. Nunca conocí a nadie a quien le gustaran los judíos. Aquí en Hungría solo los tontos se dejan engañar por los judíos. O los que quieren sacar alguna ventaja. ¡Pero no es fácil sacarles algo a los judíos! Y menos a este. No porque fuera avaro: no tenía nada el pobre, era casi un gitano. Pero tenía su plan, su pequeño plan, mal pensado, mal ejecutado. Un plan a la vista de todos. ¡Ojalá todos los judíos fueran tan estúpidos! Pero en cierto sentido son estúpidos: se creen invisibles. Y luego están los otros, los de negro, que ponen su candelabro de hanuká gigante en Moskva Tér, y la gente lo escupe, algunos detienen su auto, se bajan, lo escupen, y siguen su camino.
Esos judíos provocadores son aún más tontos: quieren hacer el truco de la carta robada de Poe. Quieren hacerse notar. Mal pensado. No hay que hacerse notar. No hay que ir adonde no te llaman. Y este judío de Sudamérica ¡vino a esconderse entre nosotros! Como si fuéramos una parva de heno, para esconderse en el campo. ¿Y quién lo iba a buscar? Si lo dejaron escapar no era tan importante. ¿Pero escapar de qué? ¿y aquí? Deudas no tenía, que yo sepa. ¿No le gustaba el calor del trópico? Entonces hizo bien: el clima en Hungría es espléndido, en especial en primavera. La gente se queja de los cambios de presión. Dicen que los Cárpatos… tonterías. Budapest en primavera es el paraíso en la tierra. Así que vino este judío buscando el sol y la brisa, quizás los campos de girasoles, no, no, a los judíos no les gusta la naturaleza.
Vino a buscar el hollín de Pest. ¡No quiero imaginar su ciudad llena de agujeros en Brasil! ¡Pest! A los judíos les gusta. Ya tienen el distrito siete, ya les dimos Ujlipotváros… ¿qué más quieren? Por si fuera poco, ahora vienen los israelíes. Huyendo de su guerra. ¿Los queremos? No, no los queremos. Pero el judío de Brasil… podría haberse quedado entre nosotros. Un huésped. No tiene nada de malo. Pero no vino a quedarse, vino a… solo el diablo lo sabe. No era joven cuando vino. Debía tener más de treinta años, y se quedó como veinte, así que… ¿un artista de la vida? Eso dicen los segundos violines. El primer violín es un artista del violín, y el segundo… un artista de la vida. Un escarabajo de oro. ¡Pero cómo puede serlo un judío, si adónde va siempre hay otros judíos como él! todos escapando, hablando, gesticulando…
Podría haber conocido a una buena chica húngara. De pueblo. Pero no quería compromisos. No quería ser húngaro, y la verdad es que no podía ser húngaro. Un judío no puede ser húngaro ni en mil años. Pero podría haberlo intentado. ¿Quién se lo prohibió? Uno debe hacer un esfuerzo en la vida. Pero hay que saber quién es uno. ¿Y quién era él?
¿Un judío de Brasil, tocando canciones de pastores, y la música con las síncopas incomprensibles, de los negros? En Hungría no hay lugar para eso. Así que se volvió a Sudamérica. De él no queda ni una historia para acompañar la sopa de pescado.