Continuamos marchando hacia nuestra ruina

Hace nueve meses que vivimos en una pesadilla constante. Durante este tiempo, hemos marchado firmemente hacia nuestra propia ruina, ignorando las lecciones de nuestra historia que parecen condenarnos a repetirla. Si no hacemos todo lo posible por detener esta verdadera catástrofe, nos encontraremos nuevamente en Masada.
Por Mauricio Lapchik

Hace exactamente un año, publiqué mi primer artículo en Nueva Sión. Decidí entonces alertar sobre el peligro de la ocupación y los procesos de anexión promovidos por nuestro gobierno, en el contexto de un golpe judicial que amenazó -y continúa amenazando- lo que queda de la naturaleza democrática de nuestro país. Abrí aquel artículo con una cita de Yeshayahu Leibowitz, profeta moderno que en los años 90 respondió a la pregunta: «¿Hacia dónde nos dirigimos?». Su respuesta fue categórica y, lamentablemente, profética: «Hacia la ruina del Estado de Israel», dijo el rabino.

Hoy escribo estas palabras exactamente nueve meses después del 7 de octubre, una fecha que quedará marcada en la memoria colectiva de nuestro pueblo. Nueve meses han pasado de aquella masacre y 120 secuestrados aún esperan en Gaza. Nuestro gobierno, el peor en la historia de nuestro país, liderado por el peor Primer Ministro y el peor líder en la historia del pueblo judío, aún no ha decidido poner fin a esta guerra sin objetivos y cerrar un acuerdo para el regreso de nuestros secuestrados.

En estos momentos, miles de israelíes, agotados por tantas protestas, se preparan para acompañar a los familiares de los secuestrados. Después de tantas tristezas y decepciones, sienten un rayo de esperanza ante la posibilidad de un nuevo acuerdo. Espero que al momento de publicarse este artículo, ese acuerdo ya esté sellado, por el bien de los secuestrados, sus familias y por el bien del país.

“Paren la Guerra” – Protesta en Begin, 15.06.24. Crédito: Mauricio Lapchik

Recientemente se publicó una encuesta que revela que la mayoría de los israelíes (un 67%, para ser exactos) considera prioritario un acuerdo que traiga de vuelta a nuestros secuestrados. Muchos ya han comprendido que las falsas promesas de «victoria absoluta» solo eran mentiras al servicio de un gobierno criminal, encabezado por la mayor amenaza para la supervivencia del Estado de Israel: Benjamin Netanyahu. Más de la mitad de la población cree que la guerra continúa por motivos políticos más que estratégicos. Sin guerra, no hay gobierno; sin guerra, no hay coalición. Y sin guerra, Netanyahu comenzará finalmente su caída hacia el olvido, donde su legado será enterrado para siempre. Maldito sea su nombre y maldita sea su memoria.

Estos nueve meses han sido, sin duda, los más duros que este país ha atravesado. Y lo que se avecina será aún peor si no hacemos algo para detener a este gobierno criminal, antijudío y antidemocrático. Durante este periodo, ha quedado claro que el Estado de Israel ya no es un verdadero refugio para el pueblo judío. Así lo ha querido nuestro gobierno. Al abandonar a decenas de israelíes en los túneles de Gaza, permitiendo que muchos de ellos fueran asesinados, ya sea por los terroristas de Hamás o por nuestros propios bombardeos, hemos decidido abandonar la naturaleza judía de nuestro país. Al final, ¿qué es Israel sino un refugio para el pueblo judío que quiere vivir en libertad y sin persecuciones?

Lamentablemente, todo esto se está convirtiendo en leyenda frente a nuestros ojos. Ante el silencio y la complicidad de los que decidieron callar aquí, y de las comunidades judías en la diáspora, que prefirieron proteger al gobierno de Israel en nombre de la «unidad» y justificar una guerra con resultados injustificables, ignorando a su propio pueblo aquí en Israel, que sigue atravesando un trauma y un dolor sin precedentes. Si no fuera por la fuerza inspiradora que han generado los familiares de los secuestrados y las víctimas del 7 de octubre, este país ya habría cesado de existir. Gracias a ellos y a ellas, este pueblo todavía está de pie y listo para seguir luchando contra aquellos que nos quieren destruir, tanto desde dentro como desde fuera. Personas como Einav Zangauker, madre de Matan, o Ifat Calderon, prima de Ofer Calderon, o como Zahiro Shahar Mor, sobrino de Abraham Munder, son ejemplos de lucha, valentía y heroísmo. Cada familia, cada persona que se atreve a salir a las calles día a día y semana a semana para reclamar por el fin de la guerra y por el regreso de los secuestrados, representa un ejemplo de heroísmo.

Pero en lugar de ponerse del lado de los familiares de los secuestrados, quienes llevan meses implorando, clara y contundentemente, por el fin de la guerra en Gaza para alcanzar un acuerdo que permita el regreso de sus seres queridos, la gran mayoría de los líderes comunitarios en la diáspora han preferido convertirse en adictos a la guerra y a la destrucción, como lo ha hecho nuestro gobierno desde el primer momento. Los secuestrados podrían haber regresado hace meses, pero por razones políticas, ahora respiran el denso aire de los túneles de Gaza, algunas ya sin esperanzas.

Caricatura de Hersch Goldberg-Polin, protesta en Kaplan, 26.06.24. Crédito: Mauricio Lapchik

Esta guerra ha dejado una destrucción total en la franja de Gaza. Ha dejado a la población palestina inocente sin esperanza y ha radicalizado aún más a su gente. Esta guerra no nos ha traído más seguridad, sino todo lo contrario. Esta guerra nos ha destruido también a nosotros, como sociedad y como país. Cientos de soldados han caído, cientos de familias están destrozadas, y nuestra sociedad se ha vuelto más violenta, más fascista y más radical. No quiero ni imaginar lo que será Israel en 5 años, ni en 50 años, si todo sigue desarrollándose de la misma manera.

Es evidente que el objetivo del gobierno de Netanyahu, Smotrich y Ben Gvir es destruir nuestro país y nuestra sociedad. Nuestro país depende de su carácter democrático para sobrevivir, así como de nuestros aliados en Occidente y de fronteras claras y defendibles. Es claro que este gobierno busca transformar a Israel en un estado en guerra permanentemente, con la meta final de establecer un régimen de apartheid y poner fin a la solución de los dos estados. Es tan claro, y tan triste a la vez.

El objetivo del Likud es destruir absolutamente todo lo que hemos construido en todos estos años. Nuestro gobierno está en guerra, de eso no quedan dudas. Pero esta guerra es contra la democracia, contra la libertad de expresión, contra la libertad de prensa, contra la economía, contra la separación de poderes, contra la clase media y contra la clase trabajadora. Y esta guerra tiene un objetivo claro: la consolidación de un régimen autoritario y de supremacía judía, desde el río hasta el mar. Un régimen aislado y alejado de Occidente, fanático y peligroso.

Esta guerra es una oportunidad también para los ultraortodoxos, quienes quieren desmantelar este proyecto de país ya que no coincide con sus posiciones religiosas. Pero esta guerra también es atractiva y fundamental para los líderes del Sionismo Religioso: Smotrich, Ben Gvir, Strook, Rothman y varios otros. Para ellos, todo lo que ha sucedido desde el 7 de octubre en adelante ha sido un milagro. Así lo ha definido nuestra Ministra de los Asentamientos y de las Misiones Nacionales (sí, realmente tenemos un ministerio con ese nombre), Orit Strook. Para Bezalel Smotrich, Hamás sigue siendo un recurso necesario para cumplir con sus fantasías mesiánicas.

El objetivo de los mesiánicos en nuestro gobierno es desmantelar el proyecto sionista, destrozarlo y destruirlo, y sobre sus ruinas construir el nuevo “Reino de Judea”. Su visión es la de un régimen teocrático, en Israel, en Gaza, y en Cisjordania, similar al de Irán o al de Hamás en Gaza. Los valores sobre los cuales se construye este viejo y nuevo reino son los valores del racismo, del odio, de la violencia, de la supremacía judía y de la ocupación.

Desde que comenzó la guerra, los colonos en la Cisjordania ocupada han aprovechado para cumplir todas sus fantasías mesiánicas que tienen como objetivo principal la destrucción del Estado de Israel. Debido a la influencia y al poder que tienen en el gobierno, gracias al patrocinio de Netanyahu y otros ministros del Likud, han logrado promover miles de unidades de vivienda en los territorios ocupados, y también han establecido más de 30 nuevos puestos de avanzada a lo largo y ancho del área C de Cisjordania. Y mientras todo esto sucede con la complicidad de nuestro gobierno, decenas de comunidades palestinas fueron desplazadas y expulsadas en este periodo. Hace ya nueve meses que semana a semana, podemos ver casos de terrorismo por parte de colonos que apuntan a palestinos inocentes que viven bajo el yugo de la ocupación. Y allí ya no hay nadie que los defienda, ya que nuestro ejército (el más moral del planeta y quizás del universo) se ha transformado en cómplice de estos actos. Hace unos días, declararon la mayor cantidad de tierras estatales en esta zona desde los años 90, facilitando la construcción de más y más asentamientos. Han logrado legalizar puestos de avanzada y transformarlos en asentamientos (legales bajo la ley israelí, ilegales según el derecho internacional) y, como si esto fuera poco, han saqueado el presupuesto, dejando absolutamente nada para la reconstrucción del norte y del sur del país, que continúan abandonados y sin sus habitantes. Este gobierno mesiánico ha anexado Cisjordania, pero al mismo tiempo, ha perdido de forma sin precedentes territorios en el norte y en el sur. Este gobierno ha destruido nuestra esencia, o por lo menos, lo poco que quedaba de ella.

“Nos han traicionado”, protesta en Begin con las familias de los secuestrados, 25.05.24. Crédito: Mauricio Lapchik.

Para ellos, todo esto es una manifestación del fin de los días. Con cada muerte, el Mesías se acerca. Cada día que pasa es un día de fiesta y celebración. Es por eso que nuestros ministros casi que no asisten a funerales, ni de soldados ni de civiles, tampoco llaman a las familias de los secuestrados, ni hablan con aquellos secuestrados que han regresado del cautiverio de Hamás (y si lo hacen, siempre es con un fotógrafo o con un periodista de por medio para que quede constancia).

Israel se encuentra en el momento más complejo de su historia, gobernado por las personas más peligrosas que ha generado nuestro pueblo. Israel marcha, de forma contundente, hacia su autodestrucción. Pero lo más preocupante es que el gobierno criminal que permitió la masacre del 7 de octubre, es el mismo gobierno que nueve meses después maneja los destinos de nuestro país. La policía (o lo que queda de ella, prefiero llamarle “milicia armada”) está manejada por un criminal fanático que apoya al terrorismo judío, nuestra economía está manejada por un mesiánico radical que poco conoce de economía, pero mucho sabe de odio y racismo. Lástima que Dios no existe, ya que ni siquiera Él o Ella podrá salvarnos.

Ellos nos han conducido a la masacre del 7 de octubre, y si nos siguen liderando, nos llevarán a la destrucción total. Ese es su objetivo.

Y ustedes, estimados lectores, ¿se quedarán callados mientras nosotros marchamos hacia la ruina? Aquí hay millones de israelíes que no están dispuestos a terminar esta historia como ya lo hicimos hace casi dos mil años en Masada. Aquí hay un pueblo que prefiere la vida ante la muerte, la paz ante la guerra. Aquí hay dos pueblos, desde el río hasta el mar, hay 7 millones de judíos y 7 millones de palestinos que quieren vivir, y no morir. Pero lamentablemente, nuestros líderes nos están llevando a la destrucción.

Es hora de que actuemos, de que alcemos nuestras voces y digamos basta.

No podemos permitir que el odio, la violencia y la destrucción definan nuestro futuro. Tenemos que trabajar juntos, israelíes y palestinos, para encontrar una solución política que nos permita vivir en paz y seguridad, ya que quedó más que claro que no existe una solución militar para este conflicto. Debemos rechazar las políticas de ocupación y anexión, y abogar por una solución política, justa y sostenible, que respete los derechos y la dignidad de los dos pueblos en esta tierra que sigue siendo bautizada en sangre.

Es momento de aprender de nuestros errores y construir un futuro basado en seguridad y paz. No podemos seguir marchando hacia nuestra ruina. Debemos detenernos, reflexionar y cambiar de rumbo antes de que sea demasiado tarde. En Masada no hay espacio para otro suicidio colectivo. Y en esta tierra hay espacio para todos, pero de verdad que no queda más espacio para tanto dolor.

Crédito de foto de portada: Daria Landa.