Sin dudas, a sus casi 90 años, Ricardo Halac está más vigente y activo que nunca. Así lo demostró durante la entrevista que se llevó a cabo en la Comunidad Bet HIlel, donde desgranó momentos de su infancia, sus orígenes y su trayectoria como autor, sin esquivar temas espinosos como el exilio, la política, el ser judío y hasta el futuro y la muerte, siempre con la complicidad del público. En este texto compartimos algunas de las reflexiones que Ricardo Halac nos dejó en una animada y jugosa charla a corazón abierto.
1) Padre Coraje (infancia y costumbres familiares)
“Soy hijo de inmigrantes sefaradíes. Mi papá vino de Siria solo, en un barco, a los 14 años. Ya era bastante argentino, le gustaba mucho el tango… Trabajó en una sedería con sus hermanos y, como hizo Menem, a los 30 años se volvió a Damasco a buscar una novia que le cocinara la comida que a él le gustaba: la árabe. Como sefaradíes, siempre estuvimos muy cerca de la comunidad árabe. Mi tío Jaime, hermano mayor de mi papá, hacía una reunión y venían como cincuenta personas ¡No se pueden imaginar lo que era eso! Me acuerdo que mi mamá nos vestía a mi hermano Enrique y a mí para la ocasión, y nos ponía un diente de ajo debajo del pañuelo… contra el mal de ojo. Cuando volvíamos a casa nos mandaban a dormir y mis padres se quedaban comentando los chismes de la fiesta”.
Diagnosticado con bronquitis asmática, Halac pasó parte de su infancia en Córdoba. Ya curado, la familia regresó a Buenos Aires. A los 12 años le pedía a su papá que lo llevara a la sedería un mes a trabajar con él. Iban en ómnibus y Ricardo se quedaba toda la tarde detrás del mostrador viendo cómo se atendía a la gente.
“Hay cosas del destino que nunca voy a entender”, repitió varias veces durante el encuentro.

Quizá – ¿Cómo saberlo? – haya sido en una de esas tardes donde se empezó a gestar su vocación por la escritura. Observar otras realidades, los personajes de diferentes clases sociales y los problemas que afrontaban no parecían serle ajenos. A los 20 años, trabajando como ayudante de contador, le tenía que pagar a los obreros. “Era Interesante vincularme con ellos, me abrían la cabeza esas experiencias”, manifestó.
Un recuerdo más perturbador fue cuando vio llorar a su papá por primera vez. Fue en el tranvía mientras leía en el diario datos sobre Auschwitz. De pronto lo miró y le dijo: “Querido, tenemos que estar preparados porque en cualquier momento nos tenemos que ir”. También relata que su papá solía repetirle la frase de Nietzsche: ‘Lo que no te mata, te hace más fuerte’. Frase que le quedó grabada y, seguramente, le permitió sortear desafíos y/o adversidades.
Siendo un veinteañero, Ricardo ya había viajado a Europa con una beca, había escrito su primera obra, que tuvo muy buena recepción, y trabajaba como periodista en el diario El Mundo. Pero él sabía que a su padre no le agradaba esta decisión. “Mi papá se sacrificaba para que estudiáramos, no le gustaba que me dedicara al teatro, pensaba que no iba a poder vivir de esto. Cuando se estaba muriendo le dijo a mi hermano que me cuidara porque yo tenía hijos y quería ser escritor… Creo que conseguí demostrar lo contrario, tuve éxitos en el teatro comercial, en teatros pequeños, y hasta en cine y televisión. La pegué, tuve suerte, pero con dos contratos de tv en el canal que peor pagaba me pude comprar un departamento de un ambiente”, afirmó. También admitió que conoció el rechazo y sufrió. “No me aceptaron una pieza y me dolió mucho, pero la corregí y después la llevé a otra compañía donde sí fue aceptada. Las piezas no salen así nomás, no es fácil”.
2) ¿Ser o no ser? (¿Judío argentino o argentino judío?)
En relación al judaísmo, Ricardo remarcó que hubo un suceso al que define como “revelador”. “En el secundario -cuenta- jugábamos a la pelota en el Parque Rivadavia. Un día le pegué un pelotazo a una ventana y, aunque no rompí el vidrio, fui a pedir disculpas a la dueña. Ella salió y me respondió: “¿Por qué no te vas a jugar a la pelota a Israel?”. Su reacción mellamó la atención. ¿Cómo podía saber esa mujer, una vecina nada más, que era judío?… “Yo cultivé mucho en mi vida la característica de perseguido, pero puedo contarla porque me la saqué de encima”, explicó.
Claro, que hubo más situaciones de este tenor. Por ejemplo, en su colegio, en 4to grado, la maestra lo invitaba a salir al patio a jugar a la pelota cuando los demás alumnos tenían clase de religión. ¿Por qué? Porque él era judío… Por suerte no fue todo así y tuvo muchísimos amigos, algunos de los cuales lo fueron acercando al teatro.
“No hay conflicto para mí en ser argentino judío o judeo argentino sostiene- no hay conflicto para mi entre esas dos palabas. Lo judío está mezclado con mi vida, con lo que me enseñaron, con la Biblia que me puso mi papá con otros libros en la mesita de luz, con los preceptos que me han guiado toda la vida”.
“Los escritores escriben para la comunidad en la que viven. Pero para los demás yo soy un autor argentino judío. No se olvidan de agregar nunca eso”.
3) “Lo que no te mata te fortalece” (arte y política)
“El teatro independiente me gustaba muchísimo. Tenía algo religioso, no se hace para ganar plata, es un medio de expresión para el que lo hace y lo recibe”, afirma Ricardo que, finalmente, como una profecía autocumplida, en un momento de su vida tuvo que preparar las valijas e irse, tal como le había dicho su padre.

“Soy sobreviviente de una Argentina que cada tanto tenía un golpe de Estado militar, y a mí me ponían en una lista negra. No era el único… Al principio era como una diversión: firmaba con un seudónimo y listo. Pero en el ’75, mientras trabajaba con David Stivel, tiraron unos volantes en la calle Florida que decían que la obra que hacíamos era una conspiración judeo marxista. La Triple A mataba. A mí me empezaron a llamar por teléfono cada media hora amenazándome con hacerlo si no me iba del país. Y me fui a México. Volví al año siguiente porque parecía que el radicalismo y el peronismo iban a encontrar un camino político, pero vino el golpe del ’76. Luis Brandoni había estrenado una obra mía; en la segunda función se lo llevan preso a él y cuando lo liberan me cuenta que Aníbal Gordon le había advertido: ‘Seguí trabajando, pero no con judíos ni con marxistas’… Tengo que reconocer que Brandoni siguió haciendo la obra hasta que bajó de cartel. Eso habla de su fortaleza y personalidad, de lo que es un actor.”
También en plena dictadura incendiaron el Teatro Picadero, donde se estaban presentando obras del movimiento Teatro Abierto, entre ellas una de Halac.
“¡Nos quemaron el teatro! ¡Una salvajada! ¡Es como quemar una iglesia! -describe vehemente Halac y concluye- a mí lo que no me mata me hace más fuerte. Hay que responder con cultura a la barbarie.”
La noche iba avanzando y la charla debía llegar a su fin. Pero la audiencia continuaba preguntando porque la vida y la obra de Ricardo Halac así lo amerita. Quedaron algunos temas sin abordar, pero sí pudo detallar, con su particular estilo, cómo fue su trabajo en el Teatro San Martín y en algunas instituciones de la colectividad. También nos enteramos de una obra que presentó una vez y no la quiere mostrar nunca más. Su título era provocador -confiesa- se llamaba Judío o inocente, y tuvimos problemas con la DAIA. Fue hace mucho, por los ’70, justo cuando él sintió la necesidad de introducir en el teatro la temática judía.
Ahora da clases de teatro y sigue estudiando para terminar su trilogía sobre los conversos, sobre la Inquisición, sobre listas de personas que, de tantas prohibiciones, terminaron desapareciendo.
El escritor se va despidiendo y alguien del público tira la última pregunta: ¿le quedan cosas pendientes? Halac recoge el guante. “¿Pendientes? -repite y remata- somos seres para la muerte, yo la tengo presente todos los días. Tenemos un término y no sabemos cuándo será. Como no tengo señales de que me vaya a ir aún, seguiré trabajando y escribiendo”.
¡Gracias, Ricardo Halac por tu inteligencia, pasión, y compromiso!
Y ustedes, no dejen de escuchar y ver la entrevista completa en este link:
https://www.youtube.com/watch?v=NZ6m9u-hTac
* Periodista y Lic. En Psicología