Carta de advertencia sobre el terrorismo judío

En una carta dirigida a Netanyahu, el director del Shin Beth (Servicio de Seguridad General israelí), Ronen Bar, advirtió sobre la amenaza existencial que enfrenta el país por la oleada de violencia perpetrada por grupos de colonos mesiánicos contra palestinos en Cisjordania desde que comenzó la guerra.
Por Ronen Bar. Traducción: Kevin Ary Levin

­Le escribo esta carta con dolor y con gran preocupación, como judío, como israelí y como funcionario de seguridad, por el creciente fenómeno del terrorismo judío de la «Juventud de las Colinas».

El fenómeno de la «Juventud de la Colina» se ha convertido desde hace tiempo en una plataforma amplia de actividad violenta contra los palestinos. Nunca pude aceptar el concepto de “crimen nacionalista”. No se trata de un delito, porque se utiliza la violencia con el fin de infundir terror. En otras palabras, es terrorismo. No se trata de un “crimen nacionalista” porque representa una amenaza a la nación.

Un fenómeno encubierto bajo la actualidad de la guerra, auxiliado por la ineptitud policial y posiblemente también apoyo encubierto de parte de las fuerzas policiales, está ganando volumen y cambiando su apariencia: de acciones de pocos individuos a actividades de cientos. Una expansión significativa en el alcance de los participantes en el fenómeno. La pérdida del miedo a la detención administrativa, gracias a las condiciones que reciben estas personas en prisión y de los fondos que les entregan miembros de la Knesset tras su liberación, junto con la legitimación y palabras de elogio, mientras se realiza una campaña de deslegitimación contra las fuerzas de seguridad. De la actividad focalizada y encubierta a la actividad amplia y a la vista. Del uso de encendedores al uso de armas. A veces, utilizando armas distribuidas legalmente por el Estado. De evadir a las fuerzas de seguridad a atacar a las fuerzas de seguridad. De desconectarse de las instituciones a recibir validación de ciertos elementos de dentro de las instituciones. Esto concierne a nuestros jóvenes. Nosotros somos responsables de la educación, de conceder o denegar legitimidad. De trazar el camino y establecer límites.

Actualmente, el fenómeno experimenta una falta de condena por parte de los líderes institucionales y una determinada sensación de respaldo gubernamental. La respuesta a este fenómeno no es el Shin Bet. El Shin Bet es una “curita” destinada a lidiar con una minoría extremista: no es la base para abordar la raíz del problema. Hace falta una coalición de líderes, miembros del gabinete, ministerios, rabinos y líderes regionales. En su ausencia, se impondrá el más fuerte. Los líderes del fenómeno buscan llevar al sistema a una crisis total, de forma tal que el sistema de seguridad nacional ya no tenga la capacidad de manejar los acontecimientos sobre el terreno.

Estamos al borde de un proceso significativo que cambiará la realidad. El daño al Estado de Israel y a la gran mayoría de sus residentes, especialmente en este momento, es indescriptible: la deslegitimación global, incluso ante nuestros aliados más cercanos; el despliegue de fuerzas de las FDI que ya encuentran dificultades cumpliendo las tareas ya existentes y que no están formadas para manejar este tipo de actividades; actos de venganza que tensionan adicionalmente más zonas durante la guerra de múltiples frentes en la que estamos; la inclusión de más personas al círculo del terrorismo, que anteriormente no buscaban hacernos daño; una pendiente resbaladiza que crea un clima de anarquía; mayores dificultad para forjar alianzas regionales necesarias contra el eje chiita y, sobre todo: una gran mancha para el judaísmo y para todos nosotros.

Algunos dirán que esta actividad está en línea con la ideología de los discípulos del rabino Meir Kahane [rabino nacido en Estados Unidos y exparlamentario israelí, que fundó la organización terrorista Kaj y proponía la expulsión de los árabes de Israel y territorios ocupados], combinada con la infraestructura de la «rebelión» que construyeron los discípulos del rabino Itzjak Ginsburg [rabino de Jabad que propone la restitución de la monarquía en la Tierra de Israel y rechaza el derecho de los no judíos a vivir en el territorio, cuyas enseñanzas influenciaron la formación de la “Juventud de las Colinas”]. De ambos provienen las ideas de que es más fácil destruir el tejido social existente que repararlo, apoyar el desmantelamiento de la estructura estatal y la transformación del territorio, con el fin de enfatizar la supuesta contradicción entre el judaísmo y la democracia: dos valores que, a mi entender, no sólo no se contradicen, sino que se refuerzan mutuamente. En nombre de esta visión del mundo, están dispuestos a poner en peligro la seguridad del Estado y su propia existencia, mientras socavan la confianza pública en las instituciones estatales.

Los recientes acontecimientos en el Monte del Templo [la visita del ministro de seguridad Itamar Ben-Gvir a la zona y la promesa de construir una sinagoga ahí, que elevó las tensiones entre israelíes y árabes], son una expresión tangible de esto. El progreso en esta dirección conducirá a mucho derramamiento de sangre y cambiará la apariencia del Estado de Israel hasta que quede irreconocible. Creo que es necesaria una declaración inequívoca de todo el arco político, afirmando que esto constituye una actividad inaceptable y peligrosa, desde el punto de vista moral y de la seguridad. Es necesario un esfuerzo interministerial para erradicar el fenómeno. Estoy convencido de que éste debe ser uno de los objetivos centrales del gobierno. Es urgente hacerlo, antes de que sea demasiado tarde. Este fenómeno representa un riesgo de enormes dimensiones para la seguridad regional.