Conocí a Nahum (Solan) Solominsky (Lanus 1942-Jerualen 2024) en Juventud Anilevich y desde entonces nuestra amistad se hizo entrañable a lo largo de casi cuarenta años de convivencia en Jerusalén.
A diferencia de otros javerim de la Jativá procedentes de la izquierda argentina, Nahum tuvo una temprana educación sionista jalutziana en Hashomer Hatzair, simultánea a una sólida educación judía de moré egresado del conocido Seminario de Maestros judíos de AMIA. Después de enseñar en una escuela judía, militó en el Partido Socialista de Vanguardia durante los años de estudiante de abogacía en la UBA. Finalmente optó por el sionismo socialista, que no era para él una mera militancia ideológica. La Jativá se convirtió en pasión de todos los días, cuya voz movilizaba a los javerim y sus notas enfervorizaban a los lectores del periódico Nueva Sion. El arrojo y valentía de Nahum para enfrentar a provocadores antisemitas en 1963 recientemente ha sido testimoniado en el libro Cachiporras contra Tacuara, de Ranan Rein. Años después, Nahum escribió el primer trabajo histórico en castellano sobre el olvidado pogrom de la Semana Trágica de enero de 1919, que editó el Congreso Judío Latinoamericano. Inmediatamente después de la Guerra de los Seis Días, Nahum y Bernarrdo Kliksberg, su otro gran amigo, editaron dos libros seminales: Israel, un tema para la Izquierda y Crónica del conflicto del Medio Oriente.
El ethos sionista y la cosmovisión socialista humanista acompañaron a Nahum desde el primer momento de su aliá en 1969, cuando eligió vivir la experiencia del kibutz en Ein Ha-Joresh. En ese kibutz admiró de cerca y cultivó la amistad con Aba Kovner, el legendario partisano del gueto de Vilna y héroe de la Resistencia durante la Shoah. La vivencia de haber conocido a Aba Kovner como guía y madrij marcaron a fuego a Nahum. Desde entonces, profundizó en estudios históricos sobre la sublevación de los guetos y también sobre el dilema de morir como héroes o sobrevivir. Un aliciente adicional para Nahum fue haber trabajado y sostenido conversaciones con la diputada Jaika Grossman, la también legendaria combatiente en la Resistencia de Vilna y la osada mensajera en Bialystok, a quien Nahum ya había conocido durante su visita a Buenos Aires.
A partir del golpe de estado de Pinochet, Nahum coordinó la ayuda brindada a refugiados y exiliados chilenos y argentinos desde el Ministerio de Absorción de Inmigrantes dirigido por Natan Peled y Iosko Meir, dos veteranos del Mapam y el Kibutz Artzi. En 1975, ellos lo estimularon a viajar como emisario a la Argentina, para cooperar con Daniel Recanatti, el representante de la Agencia Judía en Buenos Aires, a fin de facilitar el traslado a Israel de activistas judíos de izquierda en peligro. Durante su arriesgada misión, Nahum tomó contacto con compañeros y amigos en la clandestinidad y en la resistencia en vísperas del terrorismo de Estado, a quienes presentaba la visión alternativa de militar en Israel como judíos y socialistas. El propósito de Nahum era “salvar sus vidas en Israel sin renunciar a su identidad ni a su lucha social”, como solía comentar. Solidariamente, ayudó a exiliados chilenos en Israel como el profesor Juan Rivano y Luis Vega, asesor jurídico para la Defensa de la Seguridad del Estado durante el gobierno de Salvador Allende.
Especiales lazos de amistad y camaradería ideológica unieron a Nahum con los reconocidos intelectuales argentinos socorridos en Jerusalén: Ismael Vinas, José Itzigshon y sus respectivas familias; sin embargo, siempre Nahum se lamentó de no haber tenido suerte de convencer que se trasladasen a Israel otros militantes como Abraham Hochman y Arnoldo Grossman, desaparecidos por la dictadura militar.
Una nueva etapa de vida comenzó para Nahum a partir de los años 80, cuando decidió abrir una oficina de abogado en Jerusalen y a la par militar políticamente en Mapam. Primero fue secretario de la Juventud del partido y luego, entre 1985 y 1990, fue designado responsable del comité de Mapam en Jerusalen. En la icónica Tzavta de esta ciudad Nahum logró organizar algunas actividades inolvidables con intelectuales de la izquierda judía y árabe para el dialogo israelí palestino.
Fueron durante esos años y los siguientes que nuestra amistad personal y familiar tuvo frecuencia casi semanal. Su irresistible alegría de vivir, comer bien, gozar el buen vino, cantar y bailar (inolvidables sus improvisaciones del Zorba el Griego sobre mesas en bares de Jerusalén!) alternaba con conversaciones y serias discusiones sobre los errores del laborismo y las celadas que le tendía al Mapam durante el Maaraj. Pero también celebramos juntos la esperanza después de OSLO I y II, aunque bien pronto lamentábamos juntos el ascenso del populismo de derecha del Likud liderado por Netanyhau.
La enfermedad que abatió su vida coincidió exactamente con el escandaloso proceso de fascistizacion del sionismo religioso fundamentalista de Smotrich y la coalición ultra derechista de Bibi, responsable político del desastre del 7 de octubre. Compungido, en nuestros últimos encuentros, Nahum decía “me enfermé no casualmente durante la más siniestra época de la historia política y militar de Israel”.
Hacía tiempo que mi entrañable javer sionista socialista ya no reconocía la Eretz Hatzvi, esa utópica tierra prometida de nuestros ideales y sueños juveniles de la Jativá. Pero los crímenes de guerra en Gaza y el abandono por Bibi de los secuestrados del Hamas terminaron de trastornar completamente a Nahum, que sufría también porque no podía participar de las manifestaciones en Tel Aviv. !Cómo te hubiera alegrado ver a los doscientos mil manifestantes el último domingo en Tel Aviv!
Yo me encontraba en Buenos Aires cuando me informaron de la muerte del amigo entrañable de quien no pude despedirme personalmente. Una semana antes, apenas oía por teléfono un hilo de voz ilegible.
Conocedor profundo de la tradición bíblica hebrea, me magino que Nahum posiblemente haya pensado alguna vez en esa consoladora expresión del Eclesiastés que representa el viaje de quien muere: “U halaj le Olamó” (Él se fue a su mundo).
Querido Nahum: no te fuiste solo a tu mundo, contigo llevaste a nuestros sueños, ideales y esperanzas, y varios de ellos seguiremos compartiendo, sin que la muerte nos separe definitivamente.
¡Bendita sea tu memoria!
Leo.