La nueva obsesión de Netanyahu -conseguir la presencia israelí permanente en el corredor Filadelfia, ubicado en la frontera entre Gaza y Egipto, a costa de abandonar a los rehenes retenidos por Hamás en Gaza que todavía sobreviven- es un giro particularmente cruel, incluso para un individuo que ya sabíamos que era tan desconectado y cínico.
Después de todo, el control militar de Israel de la ruta Filadelfia -como aclaró explícitamente hoy el ministro de defensa, Yoav Gallant, y como también aclaró directamente a los ministros del gobierno el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel, “Herzi” Halevi- no es en absoluto una necesidad de seguridad. Es una necesidad política, no de seguridad.
Netanyahu busca presentar a su base política un planteo populista impactante, según el cual las únicas opciones que ahora están sobre la mesa son o un acuerdo para liberar a los rehenes y poner fin a la guerra, o la seguridad personal de todos los demás ciudadanos de Israel. Está declarando que un acuerdo para salvar a los rehenes comprometería la seguridad nacional, por lo que él, en su rol de primer ministro, debe tomar el camino más noble: sacrificar a los rehenes en nombre de un bien común imaginario.
Pero este planteo es completamente falso. Y no sólo porque los encargados de la seguridad de Israel han declarado una y otra vez que esta necesidad es falsa, y no sólo porque, por supuesto, hay más de una respuesta correcta a la compleja situación actual de Israel, sino también porque el hombre que ha construido, inflado y promovido la marca personal de «Señor Seguridad» para sí mismo durante toda su vida política, con una insistencia ejemplar, ha logrado en realidad exactamente lo contrario.
Netanyahu no hizo nada ni antes ni después del 7 de octubre para garantizar la seguridad personal de los israelíes. Sus partidarios deberían preguntarse a sí mismos con honestidad: “¿realmente me siento más seguro?”.
A lo largo de todos sus años en el poder, el mayor crimen de Netanyahu fue preservar el statu quo y esconder todos los problemas bajo una alfombra, primero de brasas, y ahora en llamas. Las acciones de Netanyahu debilitaron intencionalmente a la Autoridad Palestina, incluso cuando ésta mostró su voluntad de ser socia plena de las FDI en la coordinación de la seguridad. Netanyahu mantuvo y fortaleció a Hamás con el objetivo de «dividir y conquistar» a los palestinos. Creía que Gaza podría mantenerse indefinidamente como una enorme prisión si sólo ingresaban algunos dólares de vez en cuando. Netanyahu profundizó la ocupación de Cisjordania sin ningún horizonte político. Netanyahu hizo lobby para poner fin al acuerdo nuclear con Irán sin ofrecer ninguna alternativa.
Mientras tanto, prometió repetidamente que su visión conmovedora para el Estado de Israel era «administrar el conflicto» y «vivir por la espada para siempre». Esa última promesa se cumplió definitivamente. Netanyahu no es el Señor Seguridad en absoluto, sino el Señor Estancamiento y Caos.
En realidad, un acuerdo para liberar a los rehenes y poner fin a la guerra de Gaza es una pieza clave de la única manera de garantizar la seguridad sostenible para Israel en el largo plazo. Luchar para siempre no es una solución. Luego de casi once meses de combate, ya está claro que no existe ni la posibilidad de «victoria total» ni de «eliminación» del enemigo, dos de las frases favoritas del primer ministro durante los últimos meses; está claro también que es imposible controlar a otro pueblo por la fuerza para siempre y tampoco convenceremos nunca a la comunidad internacional de que mantener una política así es una estrategia legítima.
El eslogan del “corredor Filadelfia» es sólo otra ficción populista, tal como lo fue la promesa de «victoria total» que hizo Netanyahu al comienzo de la guerra. En el mundo adulto, no importa cuán justificada haya sido cada guerra en su inicio -e Israel definitivamente tenía justificación al dar una respuesta militar contra Hamas tras el ataque y las masacres del 7 de octubre-, al final de cada conflicto siempre habrá algún tipo de acuerdo de cese al fuego. Esto mismo ocurrió en todas las instancias anteriores de combate en Gaza, aunque hayan terminado con acuerdos de cese al fuego cuyos detalles los gobiernos de Netanyahu mantuvieron ocultos.
En vez de admitir esto y trabajar en acuerdos más amplios y de más largo plazo, en diálogo con los actores pragmáticos de la región, Netanyahu optó por aplicar una curita suelta cada vez, y así fortalecer a los sectores más radicales
Es cierto que siempre habrá extremistas que no se contentarán con un acuerdo de cese al fuego, ya sea a corto o a largo plazo: los que quieren una Palestina «del río al mar» y los que quieren un Israel «del río al mar». Pero es posible llegar a entendimientos entre la mayoría de los israelíes y palestinos razonables, y protegernos a todos de las minorías extremistas cuando son más pequeñas y están más aisladas local e internacionalmente.
Un acuerdo que permita salvar a los rehenes y poner fin a la guerra es un primer paso fundamental para la seguridad de Israel. El abandono de los rehenes a cambio de la presencia judía permanente en Gaza perjudica la seguridad de Israel a largo plazo. Israel no puede simplemente hacer desaparecer a dos millones de palestinos. La dicotomía real es o un ciclo interminable de derramamiento de sangre o una solución diplomática que posibilite un futuro mejor para ambas partes.
Insistir en un acuerdo de liberación de rehenes y cese al fuego es insistir en un Israel que busca la vida, un Israel que está moral y militarmente comprometido con sus ciudadanos y con un futuro más seguro, en lugar de un Israel que busca vivir por la espada para siempre y que glorifica la conquista y la muerte.