Al año del desastre: osemos pensar en la fundación del Segundo Israel

El desastre de Simjat Tora el 7/10/23 y la guerra de Tzahal en Gaza que aún no concluye, han marcado a sangre y fuego el fin de toda una época del primer Estado Judío, que nos exige la impostergable necesidad de osar pensar en la fundación del Segundo Israel.
Por Leonardo Senkman, (desde Jerusalén)

Históricamente, el fin de toda una época acababa con paradigmas fundacionales que habían forjado el Estado nación de numerosos países cuyas profundas crisis no eran sólo políticas; el fin de época simbolizaba un colapso a escala internacional (la cuestión colonial fue decisiva en la transición de la Cuarta a la Quinta República en Francia). En Israel se detona como una implosión sistémica acompañada por las violencias bélicas y ataques terroristas externos. Pero (se) engañan quienes creen que es posible superar la conmoción sufrida hace ya un año en Israel solo cambiando su fallida política de seguridad, o recuperando nuevamente la capacidad de disuasión militar. No colapsaron el 7/10 únicamente las alertas y la respuesta tardía de las fuerzas armadas israelíes; también colapsó -en una vengativa guerra asimétrica contra Hamas- el mito del “ejército moral” (Toar ha neshek) de Tzahal y su cínica justificación de que los miles de civiles gazatíes muertos son lamentables “daños colaterales”.

La implosión acabó en Israel con varios mitos y políticas públicas porque su conmoción destructiva y la onda expansiva son sistémicas. La implosión ha desconcertado a la sociedad civil militarizada, a la estructura educacional y al campo cultural e ideológico del país. Además de poner en ebullición al conflicto con los palestinos, la implosión precipita la anexión territorial. Previsiblemente, pone al descubierto el nacionalismo irredentista de la ortodoxia religiosa mesiánica, y corroe las relaciones Israel-Diáspora abriendo la caja de Pandora que muestra una faz abominable del sionismo, que Herzl ya había condenado.

Ahora bien: a fin de repensar seriamente en otros paradigmas ineludibles si aspiramos a la fundación del segundo Estado de Israel, es menester tomar conciencia histórica de algunas dimensiones del peligro que desenmascara la implosión sistémica del primer Estado judío. Por razones de espacio analizaremos los peligros de la política de seguridad y luego el avance hegemónico del sionismo religioso en el Estado y la sociedad.

El embaucamiento de una guerra prolongada

Irán no oculta su designio de procurar la destrucción de Israel. Pero su estrategia no consiste en una guerra atómica como el delirante Netanyahu busco convencernos; tampoco en una confrontación bélica directa. La estrategia de los Ayatollah, en cambio, pretende imponernos una larga guerra de desgaste junto con sus aliados chiitas en Líbano, Siria, Irak, Yemen y Cisjordania. Dennis Ross acaba de criticar a Israel por intentar hacerle el juego a los Ayatollahs: “Aunque esta estrategia bélica de asedio de los proxy de Irán desde las fronteras con Israel y también fuera de ellas es evidente, el enfoque estratégico del actual gobierno de Israel parece, irónicamente, estar jugando a favor de Irán”. (Dennis Ross, “Netanyahu juega a favor de Khamenei”, Foreign Policy, 13/9/2024)

La crítica de Ross a Netanyahu por embarcarse en una guerra prolongada proviene no de un enemigo sino de un diplomático norteamericano pro israelí. Actualmente, Ross es miembro del pro israelí Washington Institute for Near East Policy y copresidente de la junta directiva del Jewish People Policy Institute. Mucho más dramático, el analista geopolítico y militar israelí Yosi Melman advierte al gabinete bélico de Netanyahu por su responsabilidad de provocar la tercera guerra de Líbano, que cobrará miles de muertos en la retaguardia civil.

Por su parte, Mordejai Gilat, veterano periodista de investigación de la corrupción política y pública en Israel, denuncia la prisa de Netanyahu en provocar una guerra de relieves apocalípticos para aplazar su juicio penal en diciembre próximo: “Netanyahu arrastra hacia una desastrosa guerra regional en todo el país. Lo hace sabiendo perfectamente que tal guerra podría provocar la destrucción de miles de hogares, ataques a bases militares, el colapso de innumerables edificios públicos, la devastación de asentamientos, kibutzim y pueblos en desarrollo, y la ruina del Tercer Templo. Sabe que una guerra así podría llevar al país al abismo, y aun así no se apresura a detener esta locura mediante el cese de la guerra en el sur. (…) Otro ardid de Netanyahu de escapar de su juicio penal y destruir el valor supremo del estado de derecho, que es la igualdad ante la ley. Otro desesperado intento de aplazar la fecha de su comparecencia, programada para principios de diciembre”. (Mordejai Gilat, “Predicción: Netanyahu argumentó ‘No tengo tiempo para testificar en el juicio, hay una guerra en el norte‘, Haaretz, 18/9/2024)

La crítica de todos estos tan diferentes analistas comparte argumentos sólidos. Por empezar, critican a estrategas militares y a políticos de la extrema derecha que rechazan por completo poner fin a la guerra en Gaza impidiendo la liberación de los rehenes. Por supuesto, critican el rechazo a convocar elecciones democráticas anticipadas, que allane el camino a una comisión estatal investigadora de la debacle el 7/10, condición sine qua non para empezar a reflexionar cómo reconstruir a la Israel pos bélica sin Netanyahu. Él ha sido el mentor de la anterior doctrina de seguridad cuyo fracaso colaboró a la implosión del Estado judío el 7/10.

Además, también critican a analistas políticos y generales de centro y laboristas, quienes no piensan estratégicamente el día después de la guerra, apenas si reclaman la unidad de la totalmente polarizada sociedad israelí. Esos generales no tienen la cabeza fría para cálculos estratégicos políticos, sino solo para restituir a Tzahal los perdidos tres pilares de la clásica doctrina de la seguridad nacional durante décadas pasadas: disuasión, alerta temprana y victoria decisiva.

Assaf Orión.

Un ejemplo de ello es la preocupación del general retirado Assaf Orión, quien fue responsable de la formulación de políticas estratégicas, la cooperación internacional y la diplomacia militar. Orión acaba de publicar un lúcido ensayo: “Israel and the Coming Long War/To Defeat Iran’s Resistance Axis, the IDF Needs a New Strategy and a Unified Country” (Israel y la larga guerra que se avecina/Para derrotar al Eje de Resistencia de Irán, las IDF necesitan una nueva estrategia y un país unificado, Foreign Affairs, 12/9/2024).

La disuasión implica, a ojos de Orión, utilizar el formidable historial de victorias de Israel (y derrotas enemigas) para disuadir a cualquier antagonista de atacar el país. Dadas las disparidades de potencial humano y militar entre Israel y sus enemigos, la doctrina nacional de seguridad israelí programaba guerras cortas, contundentes y decisivas, libradas en territorio enemigo. Ahora bien: tal doctrina colapsó el 7/10 de 2023 y un año después resulta casi impotente para instruir y entrenar a Tzahal en una guerra que es librada en siete frentes simultáneos, comandados por Irán y sus proxy que cercan a Israel no solo en Gaza.

En el fatídico 7/10, Israel no logró implementar tres de los cuatro pilares de la doctrina de seguridad: su disuasión resultó ineficaz, sus sistemas de alerta temprana fallaron y su débil defensa terrestre se derrumbó antes de la invasión masiva de Hamas: Tzahal está librando una guerra que comenzó en su propio suelo, y sus comunidades fronterizas en el norte y el sur han sido evacuadas. En el frente principal en Gaza, Hamas aún no fue derrotado, mientras Israel se prepara para la tercera guerra en el Líbano, el bastión del poderoso Hezbolá.

Militarmente, el peligro mayor es que Israel ha elegido librar una guerra larga de desgaste en lugar de una corta. Indudablemente, la mayoría de las unidades combatientes de Hamas han sido derrotadas y desmanteladas la mayor parte de sus centros de producción y de fabricación de cohetes, y más de la mitad de sus fuerzas (al menos 17.000 de un total estimado de 30.000 combatientes) han muerto. Sin embargo, Israel todavía está muy lejos de eliminar la amenaza guerrillera; al año de iniciada la guerra, Hamas ya da señales de recuperación, reclutando nuevos miembros para sus filas y manteniendo obstinadamente su control sobre el terreno. Además, la prolongación de la guerra actual, en parte por decisión de Israel, ha impuesto altos costos a su ejército, sociedad y economía. La amplia devastación de la Franja de Gaza y los más de 40 mil víctimas reportadas por Hamas están socavando la reputación y la posición de Israel, aislada como un país paria por las críticas internacionales y medidas punitivas iniciales.

Implosión en las relaciones religión-Estado: la ofensiva del sionismo religioso

Desde la fundación de Israel, las relaciones Estado-religión han sido uno de los clivajes problemáticos para la formación de coaliciones gubernamentales. Al operar como religión civil en Israel, la decisiva influencia de la religión judía para la gobernabilidad variaba durante los diferentes regímenes políticos repercutiendo en la sociedad civil pluricultural y multiétnica con orientación mayoritaria laica. Las versiones socialista-sionista y estatista de la religión civil prevalecieron durante el período de hegemonía del sionismo laborista, aproximadamente hasta 1977. Hasta la derrota del proyecto hegemónico laborista, la religión civil tuvo características muy diferentes a la promovida por el Likud en coaliciones de la derecha. El avance del sionismo religioso sobre toda la sociedad civil se hizo sentir como resultado de la creación de un “bloque histórico-social” político-económico de derecha, y no por una mera coalición política cambiante. Su “nueva” religión civil marca el ascenso del sionismo religioso hacia la hegemonía en la sociedad judía israelí, en particular durante las coaliciones en que los partidos religiosos no sionistas y sionistas nacionalistas mesiánicos fueron integrados como clientela política del populismo de derecha de Netanyahu.

Bibi pudo formar su actual coalición de 64 mandatos con socios parlamentarios de ultraderecha gracias a los partidos ultra ortodoxos, Shas (11 escaños) y Judaísmo Unido de la Torá (siete escaños), y sobre todo merced al Sionismo Religioso que, con 14 escaños, hizo una entrada triunfal en la Knesset. Desde entonces, el público conoció a sus líderes políticos y las bravuconadas de dos hombres extremistas del nuevo gobierno, pero poco conocían de sus creencias y prácticas religiosas. Itamar Ben Gvir, líder de Fuerza Judía ex militante activo del partido Kaj liderado por el rabino racista estadounidense Meir Kahana, exigió de Netanyahu la cartera de ministro de Seguridad Nacional y ser el capo de la Policía israelí. De activista impenitente que multiplicaba las provocaciones pavoneándose por los barrios árabes de Jerusalén Este, a quien los servicios de seguridad israelíes consideraban un terrorista, Ben Gvir logró pasar a ministro a cargo de la policía israelí, con facultades de crear milicias judías para reprimir a los árabes en Israel.

El otro ministro extremista de ultra derecha, Bezalel Smotrich, líder del Partido Sionista Religioso, defiende doctrinariamente la colonización judía como una obligación casi religiosa, a la vez que niega a los palestinos cualquier derecho a la autodeterminación. Fue designado en dos carteras clave: es ministro de Economía y exigió rango de ministro dentro del Ministerio de Defensa, donde controla la división que dicta la política civil, la construcción de viviendas y expansión de asentamientos en Cisjordania ocupada.

Sin embargo, los medios informan poco sobre el avance de la penetración ideológica del sionismo religioso en la sociedad civil e ignoran los cambios profundos doctrinarios escatológicos del partido fundacional del sionismo religioso.

En efecto, las relaciones religión y Estado cambiaron fundamentalmente en los últimos años debido al proceso religioso cultural que en hebreo se llama hadatah, la expansión confesional en el Estado y la sociedad por el avance de la hegemonía eclesiástica no solo en el sistema político israelí. También en el sistema educativo y en el discurso público, indiscutibles escenarios que dan cuenta del nuevo bloque en el poder. La hadatah ha sido inseparable del nuevo bloque que sucedió al bloque histórico fundacional del primer Estado judío, hegemonizado por el sionismo laborista, pero apoyado por el sionismo religioso liberal del partido Mafdal.

La joven guardia nacionalista ortodoxa en los 1980s y 1990s, que relevó a los fundadores liberales del Mafdal histórico, propiciaba el ideal de un “Estado de la Torá”, que fusionaba el nacionalismo judío y la religión judía. Como explicó Shlomo Fischer: “[El] concepto de [Estado de la Torá] incluye dos ideas separadas, pero conectadas. La primera es que el valor y la realización religiosa pueden ser realizados en los ámbitos seculares o mundanos de la política, los asentamientos, la producción económica, la producción cultural y el ejército, es decir, ámbitos fuera del estrecho ámbito privado sacramental de la oración, el ritual y la ética interpersonal. En el ámbito militar las primeras mejinot -programas voluntarios de liderazgo para jóvenes israelíes- fueron creadas por sionistas religiosos de derecha con un objetivo político estratégico bien claro. Asimismo, los sionistas religiosos vienen participando activamente en las academias pre militares religiosas privadas. La segunda idea del Estado de la Torá es que estos ámbitos tienen que ser ordenados conforme una reglamentación religiosa. Después de 1967 explícitamente, la visión del Estado de la Torá incluía la soberanía judía sobre toda la Tierra de Israel” (Fischer Shlomo, “¿Change or Continuity? Torah Regime, Citizenship and the Origins of Radical Religious-Zionism”, en: Points of Reference: Changing Identities and Social Positioning in Israel, Zeev Shavit et al. (eds.), Van Leer Jerusalem Institute, 2020).

La nueva religión civil de Israel: el sionismo religioso

El proceso de consolidación de la “nueva” religión civil, según el investigador Yoav Peled, abarca tres fenómenos diferentes: 1) el creciente peso demográfico de los judíos religiosos, tanto jaredim (ultraortodoxos) como sionistas religiosos, debido a sus alta tasas de natalidad; 2) la vuelta a la religión, fenómeno global, también entre los judíos israelíes, anteriormente identificados de “seculares tradicionalistas”; 3) la creciente difusión del discurso público con iconos religiosos judíos en la cultura general y en la esfera pública. Políticamente, la consecuencia más importante del hadatah es el estatus cada vez más hegemónico que gradualmente ostenta el sionismo religioso en el discurso público de Israel.

Utilizando el concepto de hegemonía cultural de Antonio Gramsci, Peled analiza el deliberado proyecto del sionismo religioso para reemplazar al sionismo laborista laico, a fin de construir un nuevo bloque histórico en la reciente sociedad israelí hegemonizada por el populismo de derecha de Netanyahu y sus aliados religiosos. (Yoav Peled, “From Safe Haven to Messianic Redemption: The Ascendance of Religious-Zionism”, Politics And Religion Journal, 16/06/2022)

Ahora bien: resulta importante tomar en cuenta que el exitoso avance de la religión en la sociedad civil sucede pese a la persistencia de la población laica israelí. En 2018, el 11% de los judíos en Israel se definió como religiosos-sionistas (dati), el 10% como jaredim y el 43% como laicos (el resto se definió a sí mismo como “tradicional”, una categoría que describe la religiosidad moderada). Sin embargo, de las personas de 20 a 44 años el 15% se define como jaredi, indicador de la tendencia demográfica predominante. En términos de crecimiento natural, en 2018-20, en promedio, una mujer religiosa sionista dio a luz 3,92 hijos, una mujer jaredi dio a luz 6,64 y una mujer secular dio a luz 1,96 (Yoav Peled and Horit Herman Peled, The Religionization of Israeli Society, Routledge, London, 2019, Appendix).

El investigador Yair Sheleg ha dedicado mucho tiempo a estudiar la composición interna de sionistas religiosos como el rabino Zvi Thau, el más extremista de todos en la comunidad jardali. Sheleg descubrió que uno de los fenómenos más significativos del sionismo religioso en su conjunto, y de la comunidad jardali en particular, es el temor a ser identificados con el judaísmo ultra ortodoxo antisionista. Históricamente, el sionismo había rechazado ferozmente a la ultraortodoxia, utilizando epítetos rayanos en el discurso antisemita; así, la ultraortodoxia había sido estigmatizada por el sionismo como supérstite del Galut (destierro) judío, acusando a quienes observaban el deber del estudio de la Torá como “rémora galútica” de un judaísmo improductivo. Peor aún, fueron acusados de practicar un estilo de vida poco masculino. En cambio, el ideal sionista religioso del “nuevo judío” jalutziano es asociado, y quizás incluso en su apariencia física al ideal ario regenerativo: ser un hombre nuevo de acción, machista y guapo, musculoso y trabajador. En las últimas décadas, según Sheleg, mientras el secularismo israelí habría abandonado en gran medida el ethos jalutziano, por el contrario, el sionismo religioso se mantiene fervientemente fiel a él. Ésta es la razón principal por la que, de los tres componentes de la identidad sionista religiosa (la fe del creyente, pasión nacionalista y cierta curiosidad liberal), el componente nacionalista se ha convertido en la marca registrada de su subjetividad. Los graduados varones del sistema escolar sionista religioso pueden ser jardalim, también más liberales en su observancia religiosa, o incluso haber abandonado por completo un estilo de vida religiosa; pero les resulta muy difícil rebelarse contra la cosmovisión nacionalista de derecha, ya que ser nacionalista constituye la expresión misma del ethos masculino. Tal afectación de género presenta un desafío especial para los jardalim, porque su cosmovisión religiosa es cercana a la de la ultraortodoxia. Pero a pesar de esta proximidad, la comunidad jardali no quiere ser identificada con la ultra ortodoxia, ya que la imagen de esta última es percibida como muy alejada de la masculinidad y desapegada del territorio nacional-estatal israelí. (Ilanit Chernick, “How did Religious Zionism become a pillar of Israel?”, The Jerusalem Post, entrevista a Yair Sheleg, autor de From the Margins to the Fore: Religious Zionism and Israeli Society, 3/7/2019).

Ahora bien, a diferencia de las juventudes del fascismo y el nazismo genérico secular, estos jóvenes sionistas religiosos violentos y machistas atacan a los palestinos de los territorios pretextando santificar los territorios bíblicos de Eretz Israel. Pero al obligar a los palestinos a aceptar el sionismo de los judíos israelíes como religión civil, están motivados políticamente al procuran legitimar su anexión territorial nacionalista en clave religiosa, pretendidamente no colonialista.

Yair Sheleg hace diferenciaciones y matiza entre los sionistas religiosos, quienes participan en distintos partidos de la derecha, incluidos Likud. Los jardalim (influidos por los jaredim) se diferencian respecto de los ultraortodoxos desvinculados de todo interés territorial. El nacionalismo religioso de los jardalim rasuró todo lazo de los sionistas religiosos con los temas y visión universales de los sionistas religiosos liberales como Naftali Benet. El nacionalismo de los jardalim germina del nacionalismo territorialista religioso a ultranza, que exaltaba el Rav Kook. Pese que el rabino Avraham Shapiro, del Mercaz Harav, proviene de la corriente jaredí, está motivado mucho menos por la visión mesiánica del sionismo religioso; por el contrario, el rabino Zvi Israel Tau, lidera a los sionistas religiosos fanáticos que luchan contra toda forma profana de vida, combaten por la santidad integral de la Tierra de Israel y la pureza cotidiana. Este ideal es místico y se alimenta de la intransigencia territorialista mesiánica. La traducción en términos militares de esta secta del sionismo religioso es empujar a Tzahal para una guerra en varios frentes simultáneos, en Gaza contra Hamas, en Líbano contra Hezbollah y también contra los persas en Irán. Políticos como Smotrich aprovechan la encrucijada de guerra prolongada actual para anexar la Cisjordania legitimados por su milenarismo mesiánico y escatológico; un irredentismo semejante al de aquella ortodoxia anexionista de Gush Emunim luego de la Guerra de los Seis días (Iair Sheleg. Breve historia del Sionismo Religioso (hebreo), 2024, ver reportaje de Olivia Pitusi, Suplemento Libros Haaretz, 13/9/24).

Precisamente, el avance del mesianismo y del milenarismo en el sionismo religioso han sido, ideológica y discursivamente, imprescindibles colaboradores en la implosión del bloque histórico fundador del primer Estado judío. En antagonismo total al mesianismo escatológico del sionismo religioso, la cosmovisión del sionismo de Herzl y Weitzman era la vuelta del pueblo judío al concierto de las naciones y confiar en el porvenir histórico de los ciudadanos en el renacido Estado judío. Por el contrario, el sionismo religioso retrógrado, procura sustraer a los judíos de la modernidad, consagrándolos otra vez Pueblo Elegido para aislarlos del mundo a fin de que la Torá reemplace la legitimación del derecho internacional a Israel.

Convocatoria a una asamblea constitucional para la fundación del segundo Israel

Son muchos más los juristas, intelectuales, escritores y académicos que políticos israelíes que osan convocar una asamblea constituyente después del fin de la guerra. Tanto en Israel como en las diásporas surgen iniciativas para superar la implosión del primer Estado judío a fin de pensar nuevos paradigmas y principios que orienten la fundación de un segundo Israel. Todos coinciden que luego de la implosión del primer Estado judío el 7/10, no solo es un deber ético y acto de justicia elegir una Comisión Investigadora Pública para obligar a comparecer a los responsables militares y políticos del desastre nacional. También exigen que por primera vez en la historia la ciudadanía israelí sea convocada para participar de una Asamblea Constituye con el objetivo supremo de fundar el segundo Estado Judío.

Una asamblea constituyente o congreso constituyente es una reunión nacional de representantes populares que asumen el único objetivo de acordar reglas que regirán, en el futuro, la relación entre gobernantes y gobernados, así como el funcionamiento, distribución del poder y fundamento de su sistema político, social, cultural, educativo y religioso.​

Una asamblea/congreso de representantes colegiados elegidos por los ciudadanos, cuyo cometido será redactar la primera Constitución de Israel que definirá no solo la organización política y plenos poderes o poder constituyente al que deben someterse todas las instituciones públicas. La ciudadanía ejerciendo su autoridad de mandatario, tendrá a su cargo ejercer la facultad de legislar, para proclamar una nueva ley fundamental y los principios rectores de la fundación de un segundo Estado y sociedad plurinacional, multiétnica y pluri lingüística en Israel.

Asamblea constituyente a la cual serán invitados a participar también delegados de las diásporas judías, quienes sin ser ciudadanos harán oír sus expectativas como con-nacionales y miembros del Pueblo Judío para el cual fue creado el primer Estado.

Una asamblea popular y democrática que liberará para el advenimiento de una sociedad civil israelí pluralista que sancione en leyes constitucionales el espíritu de los principios democráticos del Acta Fundacional de la Independencia de 1948.

Una asamblea que no repita errores anteriores de Israel y propicie la convivencia israelí-palestina en sendos Estados nacionales independientes y soberanos.

Una asamblea que acepte uno de los logros democráticos más relevantes de la modernidad liberal: la separación de la religión del Estado para acabar con la coacción confesional.

Una asamblea capaz de reflexionar sobre cómo forjar una sociedad hebrea nacional en que los ciudadanos disfruten de identidades múltiples, tal y como millones de seres humanos la disfrutan en un mundo global y transnacional.

Ojalá que Rosh Hashaná 5785, también llamado Día del Recuerdo, ayude a no olvidar a los rehenes en los túneles en Gaza y que el gobierno israelí no los abandone aceptando negociar su liberación.

Y que este día sagrado de Tishrei, llamado también Yom Ha-Din (Día de Juicio) en el comienzo del Año Nuevo del calendario judío, augure el fin de la guerra y el inicio de la senda fundacional del segundo Israel.

¡Shana Tova!