Muchos ni siquiera recuerdan qué ocurrió el 29 de diciembre de 2022. Un día más en el calendario. Para la mayoría, era el momento de despedir el año y recibir 2023 con esperanzas y promesas, como cada año nuevo. Nadie imaginaba que este sería el año en que nuestro país caería en la peor crisis política de su historia, interrumpida, aunque solo momentáneamente, por el ataque más brutal que hemos sufrido.
Desde entonces, ya había señales claras: este sería el año en que la Línea Verde desaparecería por completo, al menos para nosotros, los israelíes. También sería el año en que la ocupación terminaría de ocuparnos a nosotros. La formación de ese gobierno mesiánico y criminal era una advertencia de lo que se avecinaba. Sus intenciones eran claras: los principios de la coalición de gobierno comenzaban con una declaración contundente: “El pueblo judío tiene un derecho exclusivo e indiscutible sobre todas las partes de la Tierra de Israel. El Gobierno promoverá y desarrollará asentamientos en todas las partes de la Tierra de Israel: la Galilea, el Néguev, el Golán y Judea y Samaria”. Este “derecho exclusivo” estableció la supremacía judía como el eje central de todas las decisiones, tanto en los Territorios Ocupados como dentro de Israel. Estamos hablando del mismo gobierno que perdió tanto territorios en el norte como en el sur, mientras los únicos territorios que consiguió fortalecer, fueron los Territorios Ocupados.
Y aunque algunos me acusen de ser demasiado crítico, reconozco que este gobierno no ha fracasado en todo. Ha fracasado en todo, menos en un aspecto: mientras nosotros salíamos a las calles alzando la voz contra el golpe judicial de un gobierno abiertamente antidemocrático, ellos concentraban sus esfuerzos en la anexión de Cisjordania. Mientras la guerra ardía -y aún seguimos en guerra-, no dejaron de avanzar en su único proyecto: devorar cada rincón de Cisjordania y de Jerusalén Oriental. Mientras exigíamos el regreso de nuestros secuestrados, el gobierno mesiánico de Judea persistía en su verdadero plan: destruir lo que quedaba de Israel y, sobre sus ruinas, fundar un nuevo Reino de Judea. Así, demolieron lo poco que quedaba de nuestra democracia, transformando los valores judíos en valores de supremacía judía.

El problema no es que no sepan gobernar; el problema es que saben exactamente lo que hacen. Mientras el país se consume en llamas, ellos, como pirómanos calculadores, avivan el fuego. No hay azar en este desastre. Cada decisión es un ladrillo más en la demolición de un país que alguna vez prometió ser distinto. Cada acto de este gobierno es un acto en contra de los valores de la declaración de independencia israelí.
En solo 21 meses, el gobierno israelí -o más bien, el primer gobierno del Reino de Judea- ha logrado anexar el Área C de los Territorios Ocupados, destruir las instituciones democráticas que milagrosamente aún sobrevivían. El Parlamento se ha vuelto irrelevante; la policía sirve a un kahanista que apoya el terrorismo judío; y el Poder Judicial está a un paso de ser finalmente sometido. Han creado una guerra de infinitos frentes. El país entero es un frente de guerra. Y la única herramienta que tiene este gobierno criminal para mantenerse a flote es la guerra. Guerra, guerra, y más guerra.
En estos 21 meses, el triunvirato del mal -Netanyahu, Ben Gvir y Smotrich- ha conseguido lo que ningún otro gobierno antes. No solo son responsables de permitir el mayor ataque terrorista que este país haya sufrido, sino que han establecido decenas de nuevos asentamientos, muchos lejos de la Línea Verde. Aprobaron más de 20,000 unidades de vivienda para colonos en Cisjordania, con la complicidad total del Estado. Además, “declararon” más de 2,400 hectáreas como “tierras públicas”, un eufemismo que encubre el robo sistemático de tierras palestinas. El objetivo es claro: anexar Cisjordania, primero el Área C, luego el Área B, y si pueden, también el Área A. Después de 31 años de engaños bajo la cortina de humo de los “Acuerdos de Oslo”, Israel ha revelado su verdadero plan: instaurar un régimen de apartheid entre el Río y el Mar. Y nosotros, en silencio. No sea cosa que te traten de “traidor”.
Desde el 7 de octubre, según B’Tselem, el acoso de los colonos ha obligado a los palestinos a abandonar al menos 19 aldeas en Cisjordania. Limpieza étnica. Entre esa fecha y agosto de 2024, 589 palestinos fueron asesinados en Cisjordania, al menos 570 por fuerzas israelíes y 11 por colonos, según la ONU. Entre las víctimas había personas acusadas de planear ataques terroristas, pero también civiles desarmados. En ese mismo periodo, palestinos mataron a cinco colonos y nueve miembros de las fuerzas de seguridad israelíes. Mientras tanto, más de 30 puestos de avanzada fueron establecidos por colonos, con el respaldo del Estado y el apoyo del gobierno. Muchos de esos puestos son focos del terrorismo judío, un fenómeno que ha crecido exponencialmente.

El riesgo de una nueva intifada nunca ha sido tan alto. Israel enfrenta amenazas en todos sus frentes: el norte, el sur, Yemen, Irán y otros enemigos. Sin embargo, la estrategia de nuestro gobierno es seguir debilitando a la Autoridad Palestina, que irónicamente colabora con nuestras fuerzas de seguridad para evitar una ola de ataques que sería imposible contener sin su ayuda. Al mismo tiempo, el gobierno de Israel sigue fortaleciendo, directa o indirectamente, a las facciones más extremistas y violentas que continúan floreciendo en Cisjordania. Por suerte, han dejado de transferirle dinero a Hamas, como lo han hecho durante años con total impunidad.
Estoy convencido de que incluso aquellos que se identifican con la derecha, que veneran a Jabotinsky y ven en Menachem Begin a un prócer, estarían de acuerdo conmigo. Quizás no por las mismas razones, pero ya no hay duda: el gobierno del eje del mal, encabezado por Netanyahu, Ben Gvir y Smotrich, no sólo es una amenaza para la existencia del Estado de Israel; se han convertido en sus principales destructores.
Mientras tanto, nosotros miramos hacia otro lado, rehusándonos a reconocer lo que ya todo el mundo reconoce. Incluso la Corte Internacional de Justicia, después de años de deliberaciones, declaró en julio que la ocupación israelí de los Territorios Ocupados es ilegal y debe terminar de inmediato. Ahora, la ocupación no solo es ilegal, es también inmoral. Y el precio de esta inmoralidad lo vienen pagando los palestinos, pero ahora también lo estamos pagando nosotros. Las mismas tácticas y herramientas utilizadas en contra de los palestinos en los Territorios, ahora nuestra policía (o mejor dicho, nuestras milicias armadas) las utiliza en contra de nosotros. Las fuerzas antidemocráticas y mesiánicas que fueron creciendo durante décadas en Kiryat Arba, Kdumim, Pnei Kedem y Hebron han secuestrado nuestro país y a nuestro pueblo, tomándonos como rehenes en su fantasía mesiánica que tiene como objetivo final el apocalipsis. No es casualidad que el Monte del Templo se haya convertido oficialmente en el nuevo foco de peregrinación de ministros y allegados a nuestro gobierno. No existe manera más sencilla de convertir este conflicto en un conflicto religioso, no solo entre judíos y palestinos, sino entre judíos y musulmanes. La última vez que conté, había casi 2 billones de musulmanes en el mundo, mientras nosotros, los judíos, somos un poco menos.
Es claro que la única posibilidad de un acuerdo regional para contrarrestar la principal amenaza existencial que enfrentamos (bueno, la segunda, después de nuestro propio gobierno y los que lo sirven, apoyan y perpetúan en el poder) se encuentra en una solución política. El primer paso de esta solución es un cese al fuego permanente y un acuerdo por nuestros secuestrados. Esto es lo que la mayoría del país quiere. Este gobierno, obviamente, luego de casi un año de guerra, no tiene ninguna intención de detenerla. Este gobierno, no tiene ningún tipo de apoyo tampoco. Así que este gobierno tendrá que desaparecer, como una pesadilla que se desvanece al abrir los ojos. Luego, nuestro país debe buscar una solución que reconozca una solución de dos Estados para dos naciones, no como un “premio a Hamas” (qué argumento tan estúpido; la razón por la que una organización terrorista y despiadada como el Hamas se hizo tan fuerte fue justamente la carencia de un Estado palestino), sino como una forma de asegurar nuestra seguridad. ¿Qué haríamos sin los tratados de paz que mantenemos, a duras penas, con Egipto y Jordania? ¿Cómo protegeríamos nuestras fronteras? ¿Quién lo haría?
Hace unos días, con Shalom Ajshav decidimos lanzar una campaña en honor a Chaim Peri. El título de esta campaña se basa en un cartel que cita la célebre frase: “mejor tener dolores de paz que agonías de guerra.” Durante años, Chaim se sentó semana tras semana, no muy lejos de su kibutz, Nir Oz, sosteniendo ese cartel.
Chaim Peri fue una persona que rompió con cualquier molde. Fue artista, escritor, socialista, agricultor, hombre de trabajo, amante de la gente y defensor de la paz. A lo largo de su vida, persiguió la justicia y la paz. No solo encontró su lugar en múltiples ámbitos, sino que tocó muchos corazones, dedicando su energía a la causa de la paz. Lamentablemente, no tuve la suerte ni el honor de conocerlo.

Enseñó en las escuelas de la región de Nir Oz y en el Colegio Sapir, fundó la galería de arte del kibutz (La Casa Blanca) y el jardín de esculturas. Fue uno de los fundadores de la bodega de Nir Oz y dedicó su tiempo a diversas actividades enfocadas en la educación y la cultura.
Chaim creía en el cambio y la esperanza. Ayudó a palestinos enfermos de Gaza a recibir tratamientos que les salvaran la vida en Israel, mostrando así su nobleza y humanidad. Chaim eligió la vida, la fraternidad de destinos y la posibilidad de creer que aquí puede haber un futuro distinto.
El 7 de octubre, Chaim fue secuestrado en su hogar mientras protegía a su esposa, Osnat. Dejó atrás a su amada, cinco hijos y trece nietos. Chaim Peri fue asesinado en cautiverio por Hamas, abandonado por nuestro gobierno.
El recuerdo de Chaim Peri es una luz que nos guía, y su legado permanecerá grabado en nuestros corazones. Que su memoria sea una revolución de vida, paz y esperanza. Él tenía razón: “mejor tener dolores de paz que agonías de guerra.”
Es hora de poner fin a estas agonías, en memoria de tantos luchadores por la paz que fueron asesinados hace casi un año. Muchos de ellos fueron los verdaderos constructores de nuestra nación, a diferencia de aquellos destructores que, hoy en día, ocupan el gobierno, el parlamento y otras instituciones. Pero su tiempo en el poder no durará mucho más.
Como dicen algunos: «עם הנצח לא מפחד מדרך ארוכה» – «El pueblo de la eternidad no teme a un camino largo.»
Foto de portada: “Activistas de Peace Now/Shalom Ajshav – “La ocupación va a ocupar Israel”, en frente de la Knesset en la primera protesta en contra de este gobierno, 29.12.2022