Israel y el Mundo: navegando la diplomacia en medio de la guerra en Gaza

A pesar de las críticas generalizadas a las acciones militares que han repercutido en la prensa e inundado las redes sociales, la gran mayoría de las democracias occidentales y los principales países árabes mantuvieron su respaldo a Israel. Prevaleció el pragmatismo a pesar de atravesar por complejas presiones domésticas e internacionales. El desafío para Israel y sus aliados será navegar el delicado equilibrio entre las preocupaciones de seguridad y las consideraciones humanitarias, todo mientras gestionan las presiones políticas internas y la opinión internacional.
Por Damián Szvalb

Desde que fue atacado por el grupo terrorista Hamas el 7 de otubre de 2023, Israel recibió un contundente apoyo internacional. Inmediatamente después del ataque terrorista de Hamas, los líderes occidentales se apresuraron a respaldar a Israel. Los más importantes, como los presidentes de Estados Unidos y Francia, junto con los líderes de Alemania, Italia y el Reino Unido, visitaron Israel poco después del ataque en una contundente muestra de apoyo político. También dijeron en ese momento que el ataque de Hamas debía ser condenado universalmente y prometieron apoyar a Israel para que pueda defenderse. Un año después, se puede decir que todos cumplieron.

Alrededor de 60 países explicitaron su apoyo a Israel. Son los mismos que se alinearon junto a Ucrania cuando fue invadida por Putin. Se trata de las democracias más avanzadas, las que están conectadas por valores comunes y distintas alianzas. Sin embargo, hay matices y discrepancias que se fueron profundizando a medida que la respuesta militar de Israel avanzaba. Ninguno de ellos generó daños políticos o diplomáticos significativos para Israel. Menos en materia de seguridad. Sí empezaron los cuestionamientos por violaciones del derecho internacional, y por el modo de gestionar la ayuda humanitaria. No obstante, el apoyo fundamental a la seguridad de Israel se mantuvo en gran medida intacto entre los aliados occidentales.

Estados Unidos

Estados Unidos, bajo la presidencia de Joe Biden, mantuvo la posición de su país como el aliado más fuerte de Israel. Aunque ocasionalmente expresó preocupaciones sobre la situación humanitaria en Gaza, Estados Unidos continuó proporcionando un apoyo militar y diplomático contundente a Israel. Todo ello a pesar de llevarse pésimo con Bibi Netanyahu y del mutuo desprecio ideológico entre los gobiernos.

Esta postura firme de Biden lo enfrentó a desafíos inéditos a nivel doméstico, con los republicanos que lo acusan de no darle a Israel un apoyo incondicional, que prometen que Trump sí dará si gana las elecciones de noviembre. Pero Biden enfrentó quizás algo peor: una fuerte campaña pro-palestina de un sector de su propio partido, que tuvo como escenario las calles, pero sobre todo los campus universitarios. Allí, las posiciones de solidaridad con los civiles de Gaza derivaron, en muchos casos, en apoyos a grupos terroristas como Hamas y Hezbolá. También en un explicito desprecio a los israelíes y a los judíos. Un antisemitismo como hace mucho no se veía.

Europa

Las naciones europeas atravesaron un panorama más complejo aún. Aunque generalmente apoyan el derecho de Israel a defenderse, muchos de ellos levantaron mucho la voz criticando las bajas civiles en Gaza. Esto se explica por los equilibrios que deben alcanzar por los posicionamientos ideológicos propios o de los sectores que forman parte de las coaliciones que les permiten gobernar. También necesitaba endurecer el discurso contra las acciones en Israel para desactivar las masivas manifestaciones que se dieron en las ciudades donde las comunidades árabes y musulmanes son muy grandes.

Los gobiernos buscaron un delicado equilibrio que en estos casos nunca funcionan del todo bien porque no terminan de convencer a nadie. Ni a este gobierno de Israel, que parece no alcanzarle que ningún país europeo haya tomado alguna medida que afectara sus operaciones militares en Gaza. Por ejemplo, Bélgica, Italia y España anunciaron suspensiones de ventas de armas a Israel. Sin embargo, se trató de medidas más simbólicas que sustantivas.  Tampoco quedaron conformes los árabes y musulmanes que siempre consideran insuficientes las críticas y las medidas que se toman contra Israel.

Países árabes

Apenas Israel inició sus operaciones militares en la Franja de Gaza para responder el ataque de Hamas, miles de personas salieron a la calle en los países árabes para mostrar su solidaridad con los palestinos. Se trató de algo esperable por todos. Hamas imaginó que se iba a despertar un movimiento de solidaridad de tal magnitud que iba a llevar a los gobiernos árabes, obligados por la presión de las calles a romper relaciones con Israel, o al menos, cortar los procesos para normalizar las relaciones con el mundo árabe. No pasó nada de eso.

Los países con relaciones ya establecidas con Israel o con vínculos sólidos con Estados Unidos optaron por el equilibrio. Criticaron el accionar israelí pero no se preocuparon ni un poco por el destino de Hamas. Sí por el de los palestinos una vez que pase todo esto.

De Egipto y Jordania era esperable. Ambos países con relaciones formales con Israel desde hace muchos años no tienen alternativa: son muchos los intereses económicos y de seguridad que están en juego. Romper con Israel es impensable ya que significaría un cambio radical por muchas cosas, pero sobre todo por Estados Unidos de quien reciben asistencia militar y económica. A pesar de la presión interna, ambos países han mantenido su cooperación diplomática y de seguridad con Israel, reconociendo la importancia de estas relaciones para la estabilidad regional.

Los acuerdos de normalización entre Israel y varios estados árabes, conocidos como Acuerdos de Abraham, han sobrevivido. Países como los Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y Marruecos mantuvieron intactas sus relaciones con Israel, más allá de algunas expresiones públicas críticas a las acciones de Israel en Gaza.

Tampoco los procesos de acercamiento con el mundo árabe se detuvieron, sobre todo el de Arabia Saudita. Seguramente los borradores deberán ser revisados porque van a tener que incluir algo sobre el futuro de los palestinos, sobre todos los de Gaza. Es allí donde quizás el gobierno de Israel al que le toque firmar un eventual acuerdo no pueda desentenderse del futuro de los palestinos si quiere transparentar y formalizar su relación con Arabia Saudita. Un paso virtuoso que haría muy bien a la región.

Nadie está pensando en dejar las bases de un futuro Estado palestino, eso está lejísimo dadas las circunstancias, pero sí dejar establecido algún tipo de definiciones sobre quién administrará la vida de los dos millones de palestinos de la Franja. Eso es difícil que lo haga Bibi con esta coalición de gobierno, que no se saca de la cabeza ir por todo.

Será todo mucho más lento pero ningún país árabe sunita va a frenar este acercamiento con Israel. Lo necesitan por una cuestión estratégica. Para Arabia Saudita su vínculo con Israel está atado a grandes acuerdos en materia de defensa, energía y tecnología con Washington. Todo esto será un desafió enorme para Arabia Saudita también por otra razón no menor: la guerra en Gaza lo agarró en medio de un intento de bajar tensiones con Irán.

Contrariamente a las probables expectativas de Hamas, la respuesta del mundo árabe al conflicto ha estado marcada por el pragmatismo más que por una condena generalizada a Israel. Aunque el sentimiento público en muchos países árabes sigue siendo fuertemente pro-palestino, los gobiernos han evitado confrontar contra Israel.

Lo que sí representó un desafío diplomático significativo para Israel fue la insólita iniciativa de Sudáfrica en la Corte Internacional de Justicia (CIJ), acusándolo de genocidio en Gaza. Aunque la CIJ ordenó a Israel tomar medidas para prevenir actos genocidas, se abstuvo de exigir un alto al fuego. Este resultado, aunque incómodo para Israel, no alteró fundamentalmente su estrategia militar o su posición internacional.

La posibilidad de órdenes de arresto de la Corte Penal Internacional (CPI) contra líderes israelíes presenta una preocupación más seria. Sin embargo, la jurisdicción y capacidades de ejecución limitadas de la CPI significan que cualquier acción de este tipo probablemente tendría un impacto más simbólico que práctico en el liderazgo de Israel.

A pesar de enfrentar críticas sin precedentes y desafíos diplomáticos, Israel ha mantenido en gran medida el apoyo de sus aliados clave en Occidente y relaciones pragmáticas con Estados árabes influyentes. La resiliencia de los Acuerdos de Abraham y el continuo, aunque a veces tenso, respaldo de las democracias occidentales demuestran la compleja interacción de intereses geopolíticos que trascienden el conflicto inmediato.

A medida que evoluciona la situación en Gaza, las relaciones internacionales de Israel seguirán siendo puestas a prueba. El desafío para Israel y sus aliados será navegar el delicado equilibrio entre las preocupaciones de seguridad y las consideraciones humanitarias, todo mientras gestionan las presiones políticas internas y la opinión internacional.

El pragmatismo mostrado por muchas naciones en sus tratos con Israel sugiere que, salvo una escalada dramática o eventos imprevistos, la estructura fundamental de los vínculos internacionales de Israel probablemente permanecerá indemne. Sin embargo, la sostenibilidad a largo plazo de este apoyo puede depender de la capacidad de Israel para abordar la cuestión palestina de una manera que satisfaga tanto sus necesidades de seguridad como las expectativas de la comunidad internacional para una resolución justa y estable del conflicto. Algo que hoy, un año después, parece muy lejano.