No soy una política, tampoco una periodista corresponsal de guerra, solo soy alguien que, viniendo de la literatura, de la filosofía y de la historia, reflexiona y siente, a la distancia, profundamente lo que está pasando. Y en consecuencia enfrento la responsabilidad intelectual de expresarme al respecto, con las herramientas que conozco, en la Universidad o en la calle, en el café o en los cuadernos que aún uso.
Como a tantos hijos en la diáspora, me duele Israel; como muchos, no quiero tener nada que elegir que huela a muerte; como siempre, cargo con el yugo de ser realista y al mismo tiempo me cubro con el sueño de la paz, como la mejor de las promesas, y defiendo el derecho a existir, a coexistir, a insistir en la búsqueda del diálogo y no del terrorismo o el exterminio, literalmente a convivir, no en un estadio de muerte sino en dos estados de vida. Parece ingenuo o demasiado idealista a estas alturas y sin embargo, si tengo que replegarme hasta mi criatura interior para seguir ansiándolo, para permitirme decirlo, contra toda estrategia o filo retórico y pragmático, lo haré. Por eso continúo escribiendo, por eso desgrano en el lenguaje la sensación ardiente del dolor hondo y creo que hoy lo más revolucionario es la esperanza.
Me detengo y escucho a lo lejos: dentro de cada uno de nosotros late la tierra y pareciera querer salirse por los ojos, enredarse en las manos y subir atragantada hasta la lengua. Gritemos: por la vida. La nuestra y la de ellos, la de todos.
¡Shaná Tová!
Shemá
(A la memoria de mi padre, Isaac Mizraje)
¡Oye, Israel!
no solo las alarmas
del aviso prudente
por preservar la vida
¡Oye, Israel!
no solo los misiles
que caen o se interceptan
y los ayes de asombro
o de dolor
¡Oye, Israel!
no solo la voz firme
del soldado entregado
que entrena por cuidarte
¡Oye, Israel!
no solo al voluntario
de la tierra querida
de la tierra dormida
de la tierra despierta
¡Oye, Israel!
oh tierra del desvelo
perpetuo de la muerte
¡Oye, Israel!
oh tierra de la vida
y los frutales
el olivar el cítrico la palma
los fractales del riego
¡Oye, Israel!
el riesgo y las fracturas
el sesgo fratricida
y el trasiego
la copa se volcó
fue el estallido
¡Oye, Israel!
al hermano que reza
y al otro que atraviesa
la frontera
al niño aquel que huye
sollozando
y al que teme
y al santo al peregrino
¡Oye, Israel!
desde lo hondo del pozo
en que te sumen
te suman al destierro
precioso de las horas
las horas de la vida
que se restan
¡Oye, Israel!
al filo de los túneles
que ladran
a la labranza ardiente
de la zarza que alumbra
a la alabanza cumbre
que no cesa
¡Oye, Israel!
al porvenir del suelo
y la penuria
la patria y la memoria
el paso en el país de los pasados
y del futuro incierto
¡Oye, Israel!
bien viejo y joven
porque tú eres mi tierra
la de tantos
la tierra de los nuestros
la que gime
la que lágrima a lágrima
se enciende
con un alto temor
y en clamor tiembla
que vuelvan los rehenes
uno a uno
que vuelvan los rehenes
a la casa
que restituyan
sus pupilas ciertas
el sentido del mundo adolorido
¡Oye, Israel!
pues queremos mirarlos
buscar en sus semblantes la medida
para templar la paz
pintar sus ojos
sobre nuestras cortezas para siempre
y en nuestros corazones ser su ritmo
y untar con su saliva
los terrones de tierra promisoria
donde crecer después
con fértil savia
para la provisión de los que vienen
Óyenos pronto
por todos los perdidos
los partidos
¡Oye, Israel!
porque si Dios es uno
uno es el hijo
que ha surgido de Aquel
múltiple el nombre
tan uno y vasto eterno
que los vientos las aguas y los montes
con sus mil rostros lo reflejan siempre
los mil colores y las muchas lenguas
las leguas del amor
y del olvido
de ser Él con nosotros
los humanos
de ser Él en nosotros
solos
juntos
yendo y viniendo por la tierra ilusa
cuando Adonai Ejad
y su criatura
creación a su imagen
también una
tan incontable como las arenas
tan formidable como los desiertos
tan solitaria como la gran nube
que al ancestro se abrió
se conocían
¡Oye, Israel!
atentas arenillas vuelan
en la pólvora
que va quedando atrás
polvo de drones
polvo al que volveremos
llanamente
allanados los unos y los otros
¡Oye, Israel!
porque tu tiempo apremia
a tientas
porque el tiempo es ahora
de los vivos
para que los fusiles ya no pesen
en los hombros cansados
del hombre y la mujer
y la casa del hambre
de otros tantos
no se enfrente a tu roca
Miro el muro
la bendita pared con sus lamentos
y las otras murallas
sin papeles
pero igual de implorantes
lamentando
lamiendo el aire con sus ojos secos
murallas de inscripciones invisibles
y de gritos sin fondo
El oeste del templo
y este sol
que no quiere salir
ni arrodillarse
que ha olvidado brillar
que se subsume
en el ciclo de fuegos
este sol
que ya no sabe si dorar las piedras
o adorar tu hermosura
hacia el ocaso
¡Oye, Israel!
Adonai Elohenu, Adonai Ejad
y aquellos pobres
aquellos palestinos perseguidos
aquellos tus hermanos en las sombras
las sobras que dejaste
que dejaron
para acabar así
unos con otros
hasta acabar así
unos sin otros
enredos de las pieles deshojadas
desollando el amor
desprotegidos
destierros de la sangre y las promesas
inauditas hazañas
los sufrientes
¡Oye, Israel! te llamo
a cada instante a cada hora del día
y en la noche
entre mis sueños y ante mis insomnios
¡Oye, Israel!
imploro por tu vida
por tu perpetuidad
por tu derecho
por tu historia al volver
por tu trabajo
por tu ansiada existencia
¡Oye, Israel! te amo
y te padezco
te auspicio y te interrogo
te clamo y no me oyes
¡Shemá, shemá, shemá!
¿Qué harás ahora?
si giras como un dreidel
Truena un shofar al borde del abismo
María Gabriela Mizraje, Buenos Aires
Tishrei 11, 5785 / Octubre 13, 2024