Judíos expulsados ayer obligan hoy a gazatíes a ser desplazados internos

A no pocos sobrevivientes de la Europa genocida que lucharon en la Guerra de Independencia de Israel, la Naqba continúa conminándolos a que el espectro de los refugiados palestinos de 1948 nunca los haga olvidar su fatalidad de haber sido judíos expulsados. La atroz guerra en Gaza causa un desplazamiento forzoso de gazatíes del norte, a quienes Israel, por primera vez, les impide convertirse en refugiados fuera de la Franja. Si bien ciertos crímenes de guerra por parte de Tzahal resultan incomparables con el genocidio tercermundista en Darfur, por ejemplo, sí podrían quizás equipararse ciertos aspectos del destino horroroso de expulsados gazatíes con los desplazados durante la guerra en Sudán.
Por Leonardo Senkman, desde Jerusalén

Israel no es el único país del Tercer Mundo que nació como un etno-Estado nación confesional que convirtió a centenares de miles de árabes palestinos musulmanes en refugiados. Un resultado similar se dio con la creación de Pakistán en agosto de 1947, que produjo un desplazamiento masivo de su población nativa conforme a las afiliaciones religiosas; los hindúes y los sijs fueron desplazados a la India, mientras que los musulmanes de la India fueron desplazados a Pakistán.

Pero Israel fue el único país del Tercer Mundo en que sobrevivientes del mayor genocidio europeo fundaron el Estado judío que provocó la expulsión de palestinos nativos hacia otros Estados vecinos, donde fueron asistidos con el status de refugiados en campamentos de UNRWA.

Setenta y cinco años después, la atroz guerra en Gaza causa un desplazamiento forzoso de gazatíes del norte, a quienes Israel, por primera vez, les impide convertirse en refugiados fuera de la franja; hoy centenares de miles de ellos son condenados a no volver nunca más a sus domicilios destrozados: ellos están confinados en carpas de campaña frente a la costa en el sur del enclave presidiario.

Varios trasplantes genocidas continúan infamando la actual guerra en Gaza al compararla con Auschwitz, como si Israel fuese el único país del mundo que desafía el derecho internacional (Lawrence Davidson, “Auschwitz to Gaza: The War Against International Law”, Counter Punch, 31/12/24).

Pocos, en cambio, publican sobre desplazamientos forzados de familias enteras gazatíes en términos comparables con otros casos dramáticos en países fallidos del Tercer Mundo. Porque si ciertos crímenes de guerra por parte de Tzahal resultan incomparables con el genocidio tercermundista en Darfur, por ejemplo, sí podrían quizás compararse ciertos aspectos del destino horroroso de expulsados gazatíes con los desplazados forzosos durante la guerra en Sudán.

Desplazamientos internos coercitivos en África y en Gaza

En efecto, resulta incomparable el genocidio en Darfur con la matanza de 45 mil palestinos en Gaza, además de ser completamente ilegítimo. La invasión de Tzahal a la franja tuvo otros objetivos que la ofensiva genocida de Omar al Bashir lanzada en 2003 para perpetrar su campaña de limpieza étnica contra grupos Fur, Masalit y Zaghawa, ejecutada por muchas de las milicias que integraban las Fuerzas de Apoyo Rápido; el pretexto del dictador era sofocar un levantamiento armado contra su régimen criminal y expoliador.

En 2008, la ONU estimó que más de 300.000 personas habían muerto y que millones fueron obligados a desplazarse fuera de Sudan, por lo cual el fiscal argentino Luis Moreno Ocampo pidió una orden de arresto para el presidente de ese país, Omar al-Bashir, al que acusó de genocidio, crímenes contra la humanidad y de guerra. Según el fiscal, el mandatario sudanés implementó un plan para destruir a los grupos Fur, Masalit y Zaghawa debido a su origen étnico, y si bien sus motivos eran políticos, su propósito era genocida.

Pese que, al cabo de 25 años de dictadura, Al Bashir fue derrocado por un golpe militar en 2019, un nuevo conflicto armado estalló en abril del 2023 entre las Fuerzas Armadas Sudanesas (FAS) y las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), que se extendió inmediatamente desde Jartum a otras zonas del país, incluidas las grandes ciudades de la multiétnica región de Darfur. El último balance de víctimas del mayor conflicto en activo del África subsahariana, protagonizado por Sudán, arroja más de 61.000 muertos durante los primeros 14 meses de guerra, según la London School of Hygiene and Tropical Medicine. (Lola Hierro, “Sudán se desangra en la peor espiral de violencia desde el inicio de la guerra civil”, El País, 26/11/24).

Además, a un mes y medio de la renovación de las hostilidadesen 2023, Sudán ya había registrado más de 2,2 millones de desplazados internos, una cifra similar a toda la población palestina de Gaza, de la cual la mitad fueron forzados por Tzahal a desplazarse al sur de la Franja. A mediados de septiembre de 2003, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), la cifra de sudaneses desplazados internos habría superado los cuatro millones, es decir, algo más del 9% de la población del país. El conflicto que estalló en abril, sumado a las violencias previas, sobre todo en la región de Darfur, elevan a más de siete millones el número total de personas que han tenido que dejar sus casas.

Ahora bien, el desplazamiento forzado de palestinos del norte de Gaza, cuantitativamente muy inferior, supera, sin embargo, muchísimo más que el 9 % de la población sudanesa: los refugiados internos gazatíes representan, según algunas estimaciones, casi dos tercios de la población total de la Franja, con el agravante de que Human Rights Watch calificó en noviembre pasado de «limpieza étnica» al probable despojo permanente de los habitantes en áreas despejadas por Tzahal para que sirvan como zonas de amortiguamiento y corredores de seguridad. Esa misma denuncia, en boca del general Moshé Ya’alon, comparada con la de la organización norteamericana de derechos humanos, tronó como una bomba.

Efectivamente, el muy condecorado ex ministro de Defensa de Israel causó gran revuelo al acusar a Tzahal el 2/12/24 de llevar a cabo una limpieza étnica de palestinos en el norte de Gaza. Moshe Ya’alon -quien prestó servicio durante tres décadas en Tzahal, incluso en la unidad de comando de élite Sayeret Matkal, y fue jefe del Estado Mayor militar- también declaró que Israel estaba perdiendo su identidad como democracia liberal, convirtiéndose en un “corrupto y leproso Estado mesiánico fascista (…) Conquista, anexión, limpieza étnica: miren el norte de Gaza”, dijo Ya’alon al canal israelí Democrat TV. Al sorprenderse el entrevistador de escuchar «limpieza étnica», preguntó: “¿Es eso lo que piensa, que vamos en camino hacia eso?”. “¿Por qué ‘en camino’?”, respondió. “¿Qué está ocurriendo allí? No hay Beit Lahya. No hay Beit Hanoun. Actualmente están operando en Jabalia y, esencialmente, están limpiando la zona de árabes”, contestó contundente. El general Ya’alon aludía a ciudades y pueblos dondehan sido arrasadas franjas de viviendas y otras infraestructuras civiles para dar paso a «zonas de amortiguación» y «corredores de seguridad» en todo el enclave asediado (Mick Krever, Dana Karni, “Un ex ministro de Defensa de Israel acusa a su país de llevar a cabo una limpieza étnica en el norte de Gaza”, CNN, 2/12/24).

Moshe Ya’alon.

Otra información que empieza a impactar a la opinión pública son los bebés de pocos días muertos por hipotermia en las carpas devastadas de sus padres desplazados. Estas primeras noticias, después de que las heladas provocaran la muerte de seis recién nacidos, despertaron la sensibilidad israelí; hasta entonces, habían parecido ciegos y sordos ante la evidencia mediática que viene advirtiendo hace tiempo de que cientos de miles de palestinos debieron aglomerarse en tiendas de campaña colocadas en la costa lluviosa y azotada por el viento en pleno invierno. Ahora la inclemencia del frío está matando también a adultos debido a las pésimas condiciones de las así llamadas «zonas de seguridad», donde Tzahal evacuó forzosamente a los palestinos del norte de Gaza.

Me pregunto si la insensibilidad israelí será similar a la insensibilidad de los sudaneses urbanos ante los informes de organizaciones internacionales como ACNUR, que efectuó denuncias en relación a centenares de miles de refugiados sudaneses expuestos a la intemperie. ¿Tan insensibles pueden ser los occidentales y modernos israelíes ante la desnutrición y enfermedad infantil? ¿Tan semejantes a los primitivos sudaneses que no protestaron por la muerte, entre mayo y septiembre del 2023, de más de 1.200 niños menores de cinco años en campamentos del Estado de Nilo Blanco, al sur de Sudán?

Pese que las circunstancias y contextos internacionales de la guerra en Sudán y en Gaza son completamente diferentes, y no obstante que ofendería a mis conciudadanos israelíes al compararlos con los sudaneses, pareciera que la insensibilidad ante los desplazados es muy semejante en el país mesoriental-gigante-tecnológico y en el paupérrimo país africano.

El subdirector de Acción Humanitaria de UNICEF, Ted Chaiban, declaraba a dos meses del estallido de la guerra en Sudán que los 14 millones de niños que necesitan ayuda humanitaria urgentemente representan 1 de cada 2 niños que viven en el país, además de los 1,7 millones de niños desplazados recientemente, que se suman a los desplazados anteriormente por otras crisis políticas y conflictos como el de Darfur.

Aproximadamente la mitad de los más de 3,3 millones de personas desplazadas en Sudán desde el comienzo de la guerra son niños. Pero a diferencia de los refugiados en Gaza, en Sudán tienen posibilidades de huir con sus padres a países vecinos. Por ejemplo, hay más de 300.000 refugiados que lograron llegar a Chad. Pese a las distancias y tremendas dificultades, finalmente cruzaron la frontera “prácticamente sin nada, exhaustos, deshidratados. Con niños desnutridos porque tuvieron que pasar por hasta 11 puestos de control para llegar a la frontera, a menudo con sobornos”, según el testimonio de Ted Chaiman (Marc Español, “Uno de cada dos niños que viven en Sudán necesita ayuda humanitaria urgentemente”, El País, 14/8/23.

Pero esta situación es imposible de imaginar para los desplazados internos gazatíes, ya que están imposibilitados de cruzar la frontera con Egipto.

Abandono forzado de hogares en Sudán y en Gaza

En Gaza los desplazamientos y expulsiones internas durante el primer año de la guerra se repiten cíclicamente por las acciones de limpieza étnica de Tzahal y/o estrategias de combate antiterroristas. Significativamente, el informe anual -de mayo del 2024- del Observatorio de Desplazamiento Interno, autorizada fuente mundial de datos y análisis sobre desplazamientos internos, caracteriza así a Gaza: «Huir de casa varias veces». Lamentablemente, el Observatorio olvida agregar a su caracterización que, cuando los gazatíes huyen, sus casas son destruidas y deben sobrevivir en carpas precarias a las cuales jamás llamarán ‘casas’.

El Observatorio, dependiente del Consejo Noruego de los Refugiados (NRC), mide dónde están, cuándo y hacia dónde se movieron las Personas Desplazadas Internas (IDP), aquellas que emigran contra su voluntad, pero que no llegan a salir de las fronteras de su país, a diferencia de los refugiados. El Observatorio también olvida comentar que los padres de los desplazados internos gazatíes habían sido refugiados palestinos que huyeron a Gaza; pero ahora sus hijos y nietos han perdido ese estatus porque Tzahal los condena a ser desplazados internos confinados dentro de la Franja.

Sudán es el país con mayor número de nuevos desplazamientos internos, el segundo movimiento de población jamás registrado, solo por detrás del que generó la invasión rusa en Ucrania en 2022. En total, alberga a 9,1 millones de desplazados internos: el número más alto del mundo. Junto a República Democrática del Congo (RDC), ambos países africanos aglutinan la mitad de los desplazamientos del último año. Siria, Colombia, Yemen, Ucrania y Gaza también han contribuido a engrosar esta cifra. (Lola Hierro, “Las guerras en Gaza y Sudán conducen a un récord de desplazamientos forzados en el mundo”, El País, 14/5/24)

En Gaza, desde el 7 de octubre 2023 se han registrado 3,4 millones de movimientos forzosos, cuando la población es de 2,3 millones de habitantes. Evidentemente, muchos de los gazatíes huyeron de la violencia no una, sino dos o más veces. Al cierre del año, el 83 % de la población del enclave palestino se encontraba desplazada. La cifra es ligeramente inferior a la de República Democrática del Congo (3,7 millones), pero este país tiene 100 millones de habitantes, mientras que en Gaza viven solo 2,3 millones.

La huida de la violencia en Gaza, no una sino varias veces, también es una realidad entre los sudaneses. Casi el 70 % de los nuevos desplazados internos han huido de Jartum, la capital, una de las zonas más devastadas por la guerra civil, y de la región de Darfur -el 30%-, según la OIM. La mayoría de los desplazados internos registrados en el país antes del 2023 se encontraban ya en zonas castigadas por la guerra que estalló en abril. Por ello, “algunas personas podrían haber sido desplazadas por segunda o tercera vez, lo que daría lugar a un recuento doble”, advertía la coordinadora para África y Medio Oriente del Observatorio de Desplazados Internos (IDMC).

Aquí termina la semejanza entre ambos desplazados internos. Porque si los gazatíes que han huido de sus casas también lo han hecho con lo puesto, carecen, sin embargo, de las comunidades de acogida que tienen los sudaneses en su enorme territorio africano. Peor aún: si los crímenes de guerra en Sudán han disparado las necesidades humanitarias y la ayuda urgente para más de la mitad de toda la población, en Gaza es toda la población de 2,2 millones la que yace al ras de una situación de catástrofe humanitaria.

El coordinador del informe resalta como agravante la naturaleza cíclica del fenómeno de desplazamiento repetitivo en Sudán, pero el empobrecimiento en Gaza ya es mucho más pronunciado: por encima del 60% de las casas están destruidas o han desaparecido, por lo que incluso si los ataques de Tzahal terminasen, los gazatíes tardarían muchos años en recuperar las condiciones de vida anteriores (“Las guerras en Gaza y Sudán conducen a un récord de desplazamientos forzados en el mundo”, op. cit.).

A esta conclusión también arriban los israelíes Ariel Handel y Mori Ram, aunque desde una postura ideológica descolonizadora que denominan domiciliocidio; a diferencia del genocidio, la devastación del domiciliocidio se propone «desposeer al nativo de su hogar», una estrategia bélica que ambos investigadores atribuyen a quienes en Tzahal planificaron la guerra de desolación en Gaza:

“La fantasía de arrasar la Franja de Gaza y destruir sus hogares no sólo es bastante consensuada, sino que también se realiza con entusiasmo y coherencia sobre el terreno. En otras palabras, incluso si existe la fantasía de un asentamiento judío en Gaza o de una limpieza étnica, lo que en realidad ha estado ocurriendo desde hace más de un año es la destrucción intensa y sistemática de estructuras físicas: residencias, infraestructura urbana, edificios gubernamentales, centros educativos, instituciones médicas y más. Ya en las primeras etapas de la guerra, Israel puso en uso sistemas de inteligencia artificial como el «Evangelio» y el «Lavender», que, según el testimonio del personal militar, produjeron objetivos -tanto humanos como no humanos- casi automáticamente y a un ritmo que «ni siquiera decenas de miles de oficiales de inteligencia podrían procesar» (…). Las estimaciones de principios de mayo de 2024 hablaban de al menos 370.000 viviendas dañadas, más del 80 % de todas las viviendas de la Franja. No se trata sólo de los edificios que fueron bombardeados como parte de la propia operación militar, sino también de los edificios que fueron destruidos para crear una zona de amortiguamiento de al menos un kilómetro de ancho alrededor de la Franja; en la creación de amplios «corredores» -en Netzer, en Filadelfia- mediante el aplanamiento total de sus alrededores, a veces de varios kilómetros de ancho” (Ariel Handel-Mori Ram: “Destrucción del hogar”, Ha-zman Ha-ze (hebreo), dic. 2024).

Destrucción de Gaza: ¿otra guerra internacionalizada en el Tercer Mundo?

Otro rasgo innegable de que la interminable guerra en Gaza adquiere fisonomía de conflicto bélico tercermundista es su internacionalización, algo parecido a lo que ocurre en la última guerra de Congo, incluidas sus efímeras treguas y sus frágiles acuerdos de paz.

La guerra de Gaza en siete frentes revela rasgos de guerras internacionalizadas entre varios Estados y guerrillas de grupos étnicos y religiosos, una guerra muy diferente a las anteriores de Israel -en 1967, 1973, la guerra de desgaste contra Egipto, la guerra del Golfo-, incluso diferente a las breves operaciones de Tzahal en Gaza: Plomo Fundido, Pilar Defensivo o Margen Protector.

Pese a las inmensas diferencias, esta última guerra en curso adquiere algunos rasgos tercermundistas inconfundibles por la participación de varios países de la región e intereses encontrados de grandes potencias, pero básicamente por el rol protagónico de milicias beligerantes no estatales.

Es una tentación recordar la segunda guerra del Congo -conocida también como gran guerra de África o la guerra del Coltán-. El conflicto armado tuvo lugar en gran parte del territorio de la República Democrática del Congo (antiguo Zaire); se inició en 1998 y terminó formalmente en 2003, cuando asumió el poder un gobierno de transición. Los combatientes provenían de nueve naciones (entre otras, Angola, Ruanda, Uganda), además de combatir dentro del país veinte facciones armadas distintas: milicias tutsis, milicias hutus, fuerzas paramilitares banyamulenge, el UNITA angoleño, etc. No obstante, los cinco años de guerra que causaron centenares de miles de víctimas, desplazamientos internos y externos de población, insurgencias, contrainsurgencias, treguas fracasadas, golpes de Estado y cambios de régimen, hay que recordar que los acuerdos de paz de la segunda guerra de Congo fueron logrados sin ninguna victoria militar decisiva.

Además, otra consecuencia muy ‘tercermundista’ de los acuerdos de paz fue que no lograron poner fin mediante las armas a los conflictos étnicos irresueltos, pese a la retirada de 20.000 soldados ruandeses del territorio congoleño y el desarme incompleto de las guerrillas hutu interahamwe, uno de los actores principales del genocidio ruandés (Clark, John F. (2002) The African Stakes in the Congo War New York: Palgrave McMillan).

Posdata: la benevolencia de un cabalista sefardí en Gaza

Si bien Gaza sufrió, en su milenaria historia, a manos de conquistadores que la destruyeron completamente, no hay indicios de que hubieran prohibido a los derrotados gazatíes huir como desterrados a otras zonas.

En 332 a. C., tras la toma de Tiro, Alejandro Magno avanzó al sur rumbo a Egipto, encontrando resistencia en Gaza, defendida por el sátrapa árabe Batís. Tras un asedio de dos meses, Alejandro conquistó la ciudad e hizo ejecutar a Batís sujetándolo a un carro que dio vueltas a los muros de la ciudad hasta que murió. Se dice que, durante el asedio, Alejandro aseveró que cuanto mayor fuera la dificultad militar de tomar la ciudad, más importante era lograrlo, para así desmoralizar al enemigo(Cartledge, Paul (2004) Alejando Magno. La búsqueda de un pasado desconocido. Ariel, Barcelona, 2007, p. XIX, 139-140 y 185).

Me pregunto si la deshumanización en Gaza de algunos comandantes de Tzahal se inspira en la crueldad de Alejandro Magno contra cuyos herederos helenísticos se sublevaron los Jasmoneos.

También me gustaría preguntarles si alguna vez oyeron hablar del rabino Abraham Azulai (1570-1643), oriundo de Fez y que vivió algunos años en Eretz Israel y en Gaza, después de salvarse de un naufragio y de dos terribles epidemias en Hebrón y Jerusalén. Fue precisamente en Gaza donde Azulai escribió el libro cabalístico por el cual es recordado: Hesed le-Abraham (Benevolencia para Abraham), un comentario del libro del Zohar.

Seguramente no leen textos cabalísticos los generales que ordenaran en octubre pasado una amplia operación que el general israelí Moshé Ya’alon y la organización Human Rights Watch han caracterizado de limpieza étnica de aproximadamente 400.000 gazatíes en Jabalia, Beit Lahya y Beit Hanoun. Sin embargo, los oficiales encargados de la educación en Tzahal debieran enseñar a los soldados y reservistas que judíos expulsados que hallaron refugio en Gaza, como el rabino Abraham Azulai, creían fervientemente en la benevolencia y la conmiseración, no en el odio pagano de los judíos helenizados contra quienes lucharon los Jasmoneos.