Egipto:

¿Epoca de cambios?

Un panorama sobre el Egipto después de Hosni Mubarak. Un futuro político complejo donde pueden jugar algún papel los integristas llamados Hermanos Musulmanes, centro ideológico y político de la crisis de Medio Oriente. El hijo de Mubarak se postula también, con apoyo de Estados Unidos, para continuar la dictadura vitalicia de su padre. 'Quizás sea incorrecto pedir a Mubarak que haga los cambios necesarios (...) Los cambios necesarios empiezan por el propio Presidente Mubarak (...) La constitución le da unos poderes casi divinos y es responsable de los éxitos y de los fracasos'. Las palabras de Abd Al Halim, editor del diario opositor Al Arabi, ofrecen un perfecto retrato de la situación por la que atraviesa Egipto.

Por Juan Carlos Galindo

El país más importante y poblado del mundo árabe (más de 70 millones de habitantes) se mueve entre la crisis económica, la tensión social y el creciente rechazo al todopoderoso Hosni Mubarak, en el poder desde 1981.
Su antecesor, Annuar el Sadat, fue asesinado en octubre de ese mismo año por radicales islamistas de la Yemaa Islamiya y los Hermanos Musulmanes. El estado de emergencia declarado después del magnicidio -aún hoy vigente- ha sido aprovechado por Mubarak para tejer una tupida red de control y represión en la que sustenta su poder autoritario. El límite a la libertad de expresión y asociación -inherente a cualquier estado de emergencia- se ha convertido en norma en Egipto y la violación de los derechos más básicos de la población es una realidad cotidiana.
El balance político, económico y social de estos 22 años de gobierno de Mubarak es devastador. En Egipto sólo existen cuatro partidos políticos. Son los únicos que han conseguido pasar el control de una rigurosa comisión gubernamental que ha rechazado más de sesenta candidaturas desde su establecimiento en 1977. Resultado lógico: el oficialista Partido Nacional Democrático (PND) controla 410 de los 454 escaños del parlamento. Nada se hace sin su consentimiento y el de Hosni Mubarak.

Datos de gestión

Peor aún es la situación de los Derechos Humanos y la libertad de expresión. Amnistía Internacional denuncia el uso habitual de torturas psíquicas y físicas en las comisarías y prisiones egipcias. Las detenciones arbitrarias, encarcelamientos sin cargos y juicios civiles llevados a cabo por tribunales militares son algunas de las prácticas habituales. Las mujeres -víctimas del radicalismo islámico- y los cristianos coptos (una minoría de más de seis millones de personas) sufren continuas vejaciones. Ser homosexual es un delito castigado con tres años de prisión y los defensores de los Derechos Humanos son víctimas de persecuciones y torturas.
El balance social, a pesar de los progresos, no es menos negativo. El 55 por ciento de las mujeres y el 31 por ciento de los hombres son analfabetos en un país en el que un porcentaje importante de la población vive por debajo del umbral de la pobreza. La crisis económica, la corrupción y la mala gestión de los sucesivos gobiernos de Mubarak han creado una situación agravada, aún más si cabe, por el contexto macroeconómico. Según la Comisión Económica de Naciones Unidas para Africa, Egipto dedica más recursos a las exigencias de la deuda externa que a los gastos sociales.
La crisis económica, acentuada por las consecuencias del 11-S y la posterior guerra de Irak, ha puesto en un serio aprieto a Mubarak.
A principios de septiembre se produjo en El Cairo, una súbita escasez de pan que provocó grandes aglomeraciones en las panaderías de la ciudad y resucitó la memoria de la revuelta de 1977, provocada por causas similares.
Pero la ‘crisis del pan’ es tan sólo un ejemplo del estado de una economía al borde del abismo. Según la Comisión Económica de la ONU para África, la tasa de crecimiento se ha reducido un 3% en el último año y uno de cada cinco jóvenes se encuentra desocupado.
Un Estado gigante y en pleno proceso de liberalización genera el 30% de los puestos de trabajo, pero es incapaz de activar una economía que necesita una urgente transformación: carece de industria y el 36% de los empleos dependen directamente de la agricultura y el turismo. A pesar de las generosas ayudas de los Estados Unidos, el impacto de la nueva situación internacional ha tenido efectos desastrosos en la situación de la economía egipcia: según el Jordan Times, sólo a causa de las cancelaciones de reservas hoteleras, Egipto ha perdido más de 8.000 millones de dólares en el último año.

Con ayuda de los amigos

Si Mubarak mantiene cierto control sobre la situación no es sino gracias a la ingente ayuda económica y militar de los Estados Unidos. Sólo en los dos últimos años, la agencia de ayuda estadounidense (USAID) ha destinado 1.270 millones de dólares a Egipto. Además, después de Israel, Egipto es el segundo país que más ayuda militar recibe por parte de los norteamericanos: 1.300 millones de dólares en el último año y una media de 1.100 millones de dólares en los últimos quince, según las cifras del Departamento de Estado de los Estados Unidos.
Estados Unidos, aliado estratégico de Egipto desde que Sadat abandonara la ayuda soviética en 1972, tiene intereses muy concretos en el país africano: aprovechar el liderazgo de Egipto en el mundo árabe, utilizar su moderación en la negociación con otros países y en el conflicto árabe-israelí y beneficiarse de su situación geoestratégica, esencial para el control de Oriente Próximo y sus fuentes de recursos.

Democracia sí o no. Esa es la cuestión.

Viejo, cansado y con un importante desgaste político, Mubarak piensa ya en la retirada. Es aquí donde su hijo Gamal entra en juego. Educado en la Universidad Americana del Cairo, este joven político, Secretario General del PND, se postula, al estilo sirio, como sucesor de su padre. El 29 de septiembre, Gamal Mubarak cerraba el acto de clausura del Consejo Nacional del PND con un grandilocuente discurso a favor de cambios democráticos que favorezcan el desarrollo económico y social de Egipto.
En su último viaje a los Estados Unidos, en junio de este mismo año, Gamal se entrevistó con el vicepresidente Dick Cheney y la consejera de Seguridad Condoleezaa Rice. No se postula a jefe de Estado pero se comporta como tal. En principio, la elección tendrá lugar en 2005.
El procedimiento es ciertamente democrático: el gobierno propone un solo candidato y los egipcios pueden votar sí o no. Nada de democracia multipartidista, nada de las elecciones libres reivindicadas por la débil y reprimida oposición. Mal principio para un proceso democratizador. El mes pasado Gamal fue calificado por el editorialista del diario gubernamental Al Arma como ‘el mismo vino en una botella nueva’. Parece que el cambio en Egipto tendrá que esperar.