En 1920 estalló una guerra entre la Unión Soviética y Polonia. Las fuerzas rusas estaban
comandadas por el mariscal Tukachevsky, una futura víctima de las purgas stalinistas y
contaba entre sus componentes a una fuerza de caballería de cosacos, partidarios de la
revolución, comandada por Budyonny. Pues bien, en esa fuerza fue incorporado Babel, un
judío urbano, que no sabía andar a caballo y sufrió muchas peripecias entre los cosacos.
La ofensiva rusa fue finalmente derrotada y sus tropas tuvieron que retroceder, pero retornaremos
aquí a la obra de Babel. Este es un libro realista, que no escatima la descripción de actos de violencia, incluso los actos de violencia cometidos por la caballería roja, lo que le valió la enemistad persistente de Budyonny.
Babel estuvo en contacto también con los campesinos polacos de la zona de combate
y nos trasmite una conversación en la cual un campesino le pregunta cuántos judíos
hay y él le responde citando un número de varios millones a lo cual el campesino le
responde: “van a quedar pocos” y le da una cifra de varios centenares de miles. Babel
percibió una atmósfera en la cual flotaba ya la idea de una destrucción masiva del
pueblo judío.
Recordemos además que en esa época se produjeron los grandes pogroms de Ucrania,
más de 800 de ellos, llevados a cabo por las fuerzas blancas, partidarias del Zar, comandadas
por el general Denikin que retrocedían a través de Ucrania, después de haber
sido derrotadas por el ejército rojo y también por las fuerzas del gobierno independentista
ucraniano, comandado por Petliura. A ello hay que sumar los desmanes realizados por
las bandas de campesinos ucranianos conocidos como ejército verde¨ y por grupos
de desertores del mismo ejercito rojo y del llamado ejército negro¨ anarquista, cuyas direcciones
se oponían a los progroms . Toda una paleta trágica de colores políticos.
En esos pogroms murieron varias decenas y según algunos historiadores, centenares de
miles de judíos y quedó un numero de trescientos mil huérfanos judíos. Conviene prestar
atención al hecho de que en la primera mitad del siglo XX, la destrucción física de
los judíos siguió una proporción geométrica. En los pogroms del período entre 1903 y
1905, que empujaron a tantos judíos a emigrar a Norte y Sud América, fueron asesinadas
varios miles de personas.
En el período de la guerra civil al que me refiero, la cifra se multiplicó por diez y llegó a
decenas y tal vez centenares de miles y en el Holocausto se multiplicó otra vez por diez y
llego a millones. Esta atmósfera de la guerra civil en Rusia, a la par de la guerra con Polonia,
influyó sin duda, en el libro de Babel. En cuanto a Babel mismo, después de publicar
sus libros sufrió varias peripecias y terminó por ser asesinado, en una de las purgas stalinistas,
en 1941.
Trotsky
La otra figura a la que quiero referirme, ya mucho más próxima a la iniciación del Holocausto,
es Leon Trotsky, originalmente llamado Lev Davidovich Bronstein,(1879, 1940).
Es conocida la gran importancia de Trotsky en el proceso de la revolución socialista en
Rusia, y aun después, en el exilio, hasta su asesinato. Si bien nunca fui partidario de sus
ideas, me ha interesado mucho su personalidad y su relación con su pueblo de origen, el
pueblo judío.
Trotsky se oponía a los particularismos étnicos dentro de lo que llegó a ser el partido
comunista ruso. Se opuso al sionismo como movimiento al que consideraba nacionalista
burgués, así como al que era una organización de los movimientos obreros judíos del
Imperio Ruso. Pensaba que introducir en el movimiento socialista las reivindicaciones
específicas de distintos grupos étnicos, lo debilitaría.
Pese a ello, siempre le importaron las dificultades de los trabajadores judíos y hacia el final
de su vida, en diciembre de 1939, escribió las consideraciones sobre la inminencia de la
destrucción física de los judíos europeos, que me han llevado a incluirlo en este texto. Recordemos que poco antes, en la noche del 9 al 10 de noviembre de ese año, se había producido en Alemania y en Austria, la llamada noche de los cristales rotos[(Kristallnacht),
un pogrom en gran escala, durante el cual, fueron asesinados o encarcelados muchos
judíos, quemadas sinagogas y rotos los cristales de numerosos negocios judíos, de allí
su nombre.
Ese megapogrom significó un agravamiento cualitativo de la campaña antijudía de los
nazis y causó gran alarma en todo el mundo. Pocas semanas después, Trotsky envió una
carta. ¨On the jewish question¨ a organismos judíos de Nueva York, ën la cual decía lo siguiente,
en traducción al español:¨Es posible imaginar lo que aguarda a los judíos en el
comienzo de una nueva guerra mundial, pero incluso sin una guerra, el próximo desarrollo
de la reacción mundial significa, con certeza, el exterminio físico de los judíos”.
Esta advertencia de Trotsky se produjo como consecuencia de una serie de acontecimientos
que sucedieron en 1938, un año marcado por el avance del racismo hitlerista. Sin
pretender agotar los acontecimientos de ese año aciago, citaré la anexión de Austria
y los sudetes, el desmembramiento de Checoslovaquia, el nacimiento de la Eslovaquia
fascista, la promulgación de leyes racistas en Italia y en general, un acrecentamiento del
antisemitismo en países como Hungría, Polonia y Rumania.
En particular, quiero señalar el fracaso de la conferencia de Evian, en Francia, convocada
para tratar de hallar una solución al problema acuciante de los judíos que querían escapar
del infierno nazi y que concluyó con un rotundo fracaso, pues fuera de la República
Dominicana, ningún país estuvo dispuesto a recibir una cantidad de refugiados judíos
que estuviera a la altura de las circunstancias. Este fracaso, por el contrario, fue entendido
por los nazis como una confirmación de su doctrina antisemita y la prueba de que la
condena de que eran objeto por parte de los países ¨democráticos¨ era hipócrita.
Todos estos hecho configuraron una atmósfera de amenaza creciente para los judíos,
proceso que estaba a la vista de todos, pero le tocó a Trotsky el papel de denunciarlo, con
toda fuerza.
No sé qué efecto inmediato pudo tener una advertencia tan dramática como certera.
Los mensajes de este tipo no siempre son comprendidos en su verdadera dimensión ya
sea por defensas psicológicas, por la enormidad que suponen o por conveniencia o por
consideraciones políticas de distinto tipo. Poco después, en enero de 1939 Hitler pronunció
su famoso discurso en el Reichstag en el cual dijo que el estallido de una próxima
guerra mundial significaría el exterminio de los judíos de Europa. El resto es historia
conocida.
Lo que podemos deducir de estos actos de clarividencia artística o política, como los
de Babel y Trotsky, es que las grandes catástrofes humanas pueden ser detectadas y
previstas y que a diferencia de una catástrofe natural, como un tsunami o un tornado,
que puede ser advertida, pero no evitada, las catástrofes humanas podrán llegar a ser evitadas
o atenuadas, en la medida en que haya disposición y organización para ello.