Tres días antes de la fiesta, el edificio que nuclea las actividades, en Buenos Aires, de Hashomer Hatzair comenzó a vestirse para la ocasión.
Tres plantas de Tzavta fueron especialmente acondicionadas: distribución de salones para recibir a la gente, un museo y una muestra fotográfica en la tnuá y un gimnasio que albergó a 800 personas al momento del acto central, dieron un marco activo a la fiesta del sentimiento que explotó en el alma de todos los convocados.
Y un dato curioso: los viejos sabios, esos que no se veían -en muchos casos- por más de 30 o 40 años son los que mayormente respondieron a la cita. Emocionaba hasta las piedras verlos buscar a sus compañeros, saber quién vino y quien no. Con las señoras coquetas lagrimeando y comentando -emocionadas- que esa tarde habían recibido el mejor tratamiento rejuvenecedor para sus almas ya daba por cumplidos los objetivos propuestos por los organizadores.
Sin embargo hubo más, mucho más. Sabíamos que la fiesta iba a caminar sola, que el gran objetivo era volver a reunir a nuestra gran familia para rescatar aquellos “lazos familiares” perdidos en el tiempo y en las preocupaciones cotidianas. El secreto lo descubrimos rápidamente: la fiesta éramos nosotros, eran los abrazos, las lágrimas, los recuerdos, las fotos amarillas del desván, los amores reencontrados y hasta las lágrimas por los que ya no están.
La unión hace la fuerza, dicen que dicen, y eso se notó más que nunca en el encuentro cuando nos reunimos todos en el gimnasio. 800 almas deslumbradas por el reencuentro, 1.600 ojos que no paraban de mirar a su alrededor, sonidos y letras de canciones que nos transportaban a quién sabe qué majané o mesibá; y la película que intentó reflejar la historia de estos 90 fructíferos años. “Aldea Hashomer” -tal su nombre- contó la historia de la tnuá y dejó el testimonio local (argentino) como una impronta indeleble.
Copias de ese cortometraje de 41 minutos, especialmente realizado para la ocasión, ya partieron para Israel hacia Guivat Javiva y hacia los kibutzim en los que nuestros javerim se prestaron a dar testimonios históricos y emotivos.
“Aldea Hashomer” pretendió ser un puente entre los argentinos de ambos puertos y cumplió su cometido. Como todo lo que sucedió el pasado sábado 1 de noviembre en una fiesta que resultará, francamente, inolvidable para todos.