Conflicto Israel/Gaza

Para no repetir los vicios discursivos de Plomo Fundido

El autor de esta brillante misiva, enumera con precisión y gran apertura los marcos ideológicos que definitivamente nunca podrán guiar una discusión racional en torno al recrudecido conflicto entre Israel y la Franja de Gaza en manos de Hamas. “Son los obstáculos que paralizan la discusión y realimentan la violencia bélica, y también la violencia moral y la simbólica”.
Por Eddie Abramovich *

Se pueden intercambiar distintos enfoques estratégicos, y formularse diferentes cargas de responsabilidad. Se pueden también discutir, fundados en juicios de conocimiento y con rigor analítico, diferentes caminos para salir del conflicto. Finalmente, es casi perogrullesco admitir que si un conflicto no se ha podido resolver en más de medio siglo es porque es complejo, polimorfo y multívoco.

Hasta ahí, lo que podría establecerse como perímetro –tan amplio como sea posible– para una discusión racional, con base irrenunciable en la paz, la justicia y los derechos humanos.
Lo que, definitivamente, queda fuera de mi perímetro de discusión, es más, fuera de mi tolerancia moral, son las siguientes alternativas, así como los fundamentos, creencias, fanatismos o intereses en que se sustentan perspectivas que considero no admisibles:
1. La desaparición del Estado de Israel. Sin importar, a casi 65 años, las condiciones controvertidas de su creación, no es admisible que la condena a su política bélica y expansionista conlleve su ilegitimidad como nación soberana.
2. La negación del derecho de Palestina a su consolidación como Estado independiente. Sin importar las condiciones históricas de su constitución como entidad fáctica y jurídica –gobierno, población y territorio– cualquier alegación de ilegitimidad es tan grave, racista y contraria a los Derechos Humanos y al Derecho Internacional como la negación de Israel.
3. La validación del terrorismo de Hamas, tanto contra Israel como contra sus propios compatriotas.
4. La validación de ataques contra la población civil de ambos territorios.
5. La validación de actos de terrorismo de Estado, presentados como de legítima defensa, claramente enmarcados en la doctrina fascista de la “guerra preventiva”.
6. A la recíproca, la generalización maliciosa de considerar a todos los actos defensivos legítimos como actos de terrorismo, tanto de Israel como de Palestina.
7. La identificación maliciosa del Estado de Israel con la política belicista, racista y reaccionaria de la derecha israelí.
8. La identificación de Israel con “lo judío”.
9. El uso malicioso del término “sionista” para encubrir judeofobia.
10. La negación del Holocausto. Asimismo, los razonamientos perversos que dicen “las víctimas de ayer son los victimarios de hoy” Las víctimas están muertas. Los victimarios de hoy no constituyen una etnia sino un Estado, y dentro de él tienen un alineamiento político interno e internacional.
11. La reticencia a admitir las responsabilidad histórica de Egipto y Siria primero, y de Irán a través del Líbano después, en abandonar a la población palestina a su suerte como rehenes de un proceso extorsivo y víctimas propiciatorias.
12. La reticencia, de signo opuesto, a admitir la responsabilidad de Israel por aplicar una doctrina de “fronteras seguras” desde el fin de la guerra de 1967, que no solamente fue ineficaz para brindarles seguridad a los israelíes, sino que consolidó una estructura permanente de economía de guerra, una de las más prolongadas, continuas y dispendiosas de toda la historia, que ha convertido también a la población israelí en rehén y víctima propiciatoria.
13. La reticencia a aceptar que el asesinato de Rabin, seguramente el dirigente israelí más lúcido y consecuente, -luego de la claudicación de Ehud Barak y otros cuadros de los que alguna vez se esperaron políticas de apertura-, si bien fue ejecutado por un fanático, fue decididamente funcional a los negocios políticos y la corrupción de los belicistas.
14. La negación, opacidad intencional, desestimación o menosprecio de todos los esfuerzos multipartidarios, binacionales y multiétnicos que han involucrado a miles de palestinos e israelíes en proyectos comunes por la paz, la coexistencia de los dos Estados y su integración y articulación económica, cultural, social.

La lista puede parecer demasiado extensa. Error de percepción. Esta es la lista de los mitos, los fanatismos y los prejuicios encapsulados, por acción u omisión.
Estos puntos no son tantos, pero son poderosos. Son los obstáculos que paralizan la discusión y realimentan la violencia bélica, y también la violencia moral y la simbólica.

La lista de las alternativas para terminar con la violencia, de los procesos tanto sistémicos como particulares para construir un espacio que pueda sustraerse a la lógica de la “guerra global”, de los análisis políticos, económicos, presupuestarios, los inventarios de recursos físicos e intelectuales, las opciones políticas a uno y otro lado de la frontera, todo el plexo de variables sujetas a evaluación y debate puede insumir varios tomos de miles de folios.

Personalmente, incluso arbitrariamente, lo admito, me niego a discutir con interlocutores que se mantengan irreductibles tanto en los negacionismos y las reticencias como en la legitimación de la violencia enunciados en los catorce “puntos de exclusión”.

* El autor es periodista, investigador y formador. Asimismo, es asesor del Rectorado de la UBA y Profesor en la UCSE.
A continuación, una breve semblanza de su identificación como militante en contra de la violencia.
“Soy judío, más por opción que por nacimiento, porque mi opción adulta fue reconocer mi identidad de origen. Soy ateo, y mi judeidad es de una difusa pertenencia cultural, que siempre comparo con la del pueblo rom, los gitanos, como una etnia sin territorio. Cuando hablo de Israel lo hago como lo que políticamente soy, un socialista desde la perspectiva de la antropolítica de Morin, un liberal igualitario desde la perspectiva de Rawls, un militante contra toda forma de violencia de Estado, homofobia, racismo, misoginia, y profundamente antifascista. Una bomba sobre Tel Aviv no me duele más ni menos que una sobre Gaza, Nueva York, Londres o Kabul”.