Los noticieros radiofónicos habían emitido por la mañana la noticia, que se esparció a lo largo del día, del atentado perpetrado por Herschel Grynszspan, un refugiado judío de solo 17 años, en represalia por la deportación de su familia a Polonia. Fue el pretexto usado por el régimen nazi para promover un pogrom gigantesco, que se extendió por toda Alemania y Austria, durante el que se incendiaron 1.574 sinagogas, casi todas las existentes, se destruyeron más de 7.000 comercios, se profanaron decenas de cementerios judíos y se saquearon hospitales, escuelas y casas. Aquella noche, bautizada después como la ‘Noche de los cristales rotos’ y de la que se cumplen 75 años, se saldó con un centenar de judíos muertos y más de 30.000 detenidos por el delito de «ser judíos».
Mientras esto ocurría, las fuerzas policiales y los bomberos permanecían impasibles, en cumplimiento a rajatabla de las órdenes recibidas. Luego de promover la violencia antisemita, el gobierno nazi impuso una multa de mil millones de marcos a la comunidad judía. Además, las víctimas fueron obligadas a limpiar y reparar los desperfectos y los pagos de las aseguradoras fueron confiscados. Fue apenas el principio de la monstruosa persecución que abrió paso a la eliminación sistemática de seis millones de judíos que habitaban veinte países de Europa durante la Segunda Guerra Mundial.
La mañana siguiente, intuyendo lo que estaba a punto de ocurrir, todos los judíos que podían buscaron la forma de emigrar. El resto hizo cola desesperadamente ante embajadas extranjeras en busca de un asilo que en la mayoría de los casos no les fue concedido.
El 28 de octubre de 1938, el gobierno alemán dispuso la expulsión a Polonia de 17.000 judíos de ese origen, que las autoridades de Varsovia no aceptaron, por lo cual quedaron varados a la intemperie, pese al clima adverso, en la frontera entre ambas naciones por más de una semana, hasta que finalmente dejaron ingresar sólo a 4.000 de ellos. Herschel Grynszpan, un joven de 17 años que vivía en París, hijo de una familia que se encontraba en esa “tierra de nadie”, ingresó el 7 de noviembre a la embajada alemana y le disparó a quien lo atendió. Vom Rath murió el 9 de noviembre.
Con motivo del 75 aniversario de la Kristallnacht, el historiador y periodista Armin Fuhrer, publicó un libro cuya tesis central es que la vida del diplomático Ernst von Rath pudo ser salvada en París y que fue el mismo Hitler el que propició su muerte, para de ese modo tener una excusa que le permitiera al régimen nazi soliviantar a las masas contra los judíos. Según el autor, hay varios documentos que prueban que el estado del diplomático mejoró durante las primeras horas tras el atentado. El giro en los acontecimientos se produjo cuando Hitler, como gesto de apoyo, envió inmediatamente a su médico personal Karl Brandt para que se ocupase de sus cuidados. Las órdenes secretas que llevaba Brandt a París habrían sido, sin embargo, ocuparse de que Rath muriese como mártir. Fuhrer sostiene que cuando él se hizo cargo del paciente la situación empezó a agravarse a pasos acelerados hasta que falleció.
Entre los documentos de los que habla Fuhrer hay dos telegramas del ministro de Relaciones Exteriores Joachim von Ribbentropp. El primero, que no llegó a enviarse, estaba dirigido al propio diplomático y en él lamentaba el atentado, le deseaba pronta recuperación y expresaba su alegría de que las heridas no fueran graves. El segundo de los telegramas, dirigido y enviado a los padres del diplomático, tenía otro tono y hablaba de la necesidad de tener entereza ante la tragedia.
El joven Grynszpan, mientras tanto, fue detenido por la policía francesa, y tras la ocupación de Francia por parte de los nazis, fue entregado a Alemania. Estuvo primero preso en la cárcel berlinesa de Moabit, luego en el campo de concentración de Sachsenhausen, y posteriormente su pista se pierde.
Goebbels y Hitler habrían planificado someterlo a juicio después de la guerra, en un proceso espectacular que justificase las acciones contra los judíos. Sin embargo, ese proyecto, que se empezó a planificar en paralelo a la conferencia de Wansee, en la que se definió la logística del Holocausto, no llegó a efectuarse.
Una de las razones, según Fuhrer, fue que Grynszpan, en uno de los últimos interrogatorios a los que fue sometido, aseguró que el atentando no había tenido motivos políticos sino sentimentales y que él había tenido una relación homosexual con Ernst von Rath. Los nazis entendieron que, si querían hacer un proceso espectacular, no podían impedir que Grynszpan repitiera esa declaración en público, lo que iba en contra de sus intereses. La versión sobre la homosexualidad la considera Fuhrer simplemente como un recurso estratégico de Grynszpan y cree que los motivos del atentado fueron políticos.
Los nazis denominaron al inmenso pogrom “Kristallnacht” (Noche de cristal, pero en castellano se popularizó como “La noche de los cristales rotos”) debido a la cantidad de vidrios esparcidos por el suelo como consecuencia de las vidrieras destruidas para atacar los comercios judíos. Los medios periodísticos difundieron lo ocurrido. Debido a este episodio, Estados Unidos retiró a su embajador en Berlín.
Días atrás, la canciller Angela Merkel afirmó que La Noche de los Cristales forma parte de “la fase más oscura de la historia alemana”; y a la vez reconoció que el antisemitismo no se erradicó y que hoy en día “no puede haber una institución judía sin protección policial” en Alemania.