En estos días, la mayoría de la población de Israel está profundamente conmovida por el secuestro de tres jóvenes, alumnos de una yeshivá (academia religiosa) ubicada en un asentamiento situado en la llamada área C, en la cual, de acuerdo a las resoluciones de la conferencia de Oslo, Israel tiene responsabilidad, tanto civil como de seguridad.
La reacción dominante es de temor por sus vidas y solidaridad con sus familias. Esta reacción de solidaridad abarca, incluso, a muchas personas que son ideológicamente contrarias a la tendencia religiosa nacionalista a la cual pertenecen estos jóvenes.
Hasta este momento no se sabe quiénes son los raptores ni cuáles podrían ser las condiciones para su liberación. Hay oraciones colectivas por su supervivencia y muchos actos de solidaridad para con sus familias, en parte espontáneos, en parte alentados por la publicidad que los medios oficiales de difusión se encargan de darle.
Este drama tiene también antecedentes ideológicos y políticos. La ocupación de territorios y la fundación de colonias más allá de las fronteras reconocidas de Israel, ha sido estimulada por diversos gobiernos israelíes. Así se ha creado una situación que expone a numerosos civiles y a los soldados que tienen la misión de cuidarlos frente a una interacción violenta, de raíces nacionales y religiosas, exacerbada ahora, por el fracaso de las tratativas de paz.
También contribuye la mentalidad de los grupos religiosos extremistas dentro de esas colonias. Para ellos, dada que sería una tierra otorgada al pueblo judío por Dios, se crea una situación psicológica de omnipotencia y la necesidad de reafirmarla moviéndose por esos territorios, como si nada les pudiera ocurrir. De hecho, los jóvenes secuestrados contravinieron instrucciones estrictas por parte del ejército israelí, que indican que no se debe subir a vehículos cuyos conductores no sean conocidos, lo cual es lo que de hecho ocurrió y facilitó el secuestro y el comienzo de este drama, cuyo desenlace todavía no nos es conocido.
El ejército israelí comenzó una operación de vastas proporciones para tratar de encontrarlos, lo cual es inevitable, pero que sobre el trasfondo político actual desborda esos objetivos.
Debemos recordar aquí que Fatah, que gobierna la margen occidental del Jordán, ha adoptado una política basada en el cese de la violencia y en el reconocimiento internacional, como proyecto nacional y forma de presionar a Israel para reactivar el proceso de paz de acuerdo a sus objetivos. En ese sentido, el secuestro es también un ataque a la línea política de Fatah, cometido por elementos islámicos extremistas cuya identidad aún no conocemos, ligados o no a Hamas, que domina en la franja de Gaza y que tiene muchos partidarios en la Margen Occidental.
Abu Massen, el presidente del gobierno palestino, ha negado toda participación en este hecho y sus fuerzas de seguridad cooperan con las israelíes en el proceso de búsqueda.
Recordemos aquí que, a consecuencia del fracaso de las últimas conversaciones de paz, Fatah y Hamas, ligado este último a la corriente islámica sunita extrema que niega el derecho de existencia de Israel, resolvieron crear un gobierno palestino conjunto, que daría mayor fuerza para lograr su reconocimiento en la ONU. Esta hecho ha sido utilizado por el actual gobierno de derecha de Israel para atacar a Abu Mazen, el líder palestino que, como señalamos, ha optado por una política legalista, acusándolo de que con esa unión ha creado una situación proclive a la violencia, sin tomar en cuenta, con un mínimo de autocrítica, de que esa situación es, en buena parte, producto de su propia política de aferrarse al statu quo, en desmedro del proceso de paz.
A medida que transcurren los días la situación se hace de más en más tensa.
El gran despliegue de fuerzas de seguridad israelíes y el arresto de centenares de partidarios de Hamas sirve a varios propósitos. Uno, el que tiene aceptación de la mayoría del pueblo israelí, es el encuentro y rescate con vida, de ser posible, de los secuestrados; y el segundo objetivo, que no tiene el acuerdo de todo el pueblo israelí, es debilitar a Hamas y eventualmente llevar a la anulación de la unión de Fatah y Hamas, y presionar así a Abu Mazen, lo cual es un propósito netamente político.
La pérdida de vidas palestinas en los enfrentamientos torna precaria la situación de Abu Mazen y no faltan voces entre los palestinos que lo acusan de traidor por su cooperación con Israel. Por otra parte, la difusión de las penosas imágenes de duelo entre los civiles palestinos, perjudica a la imagen de Israel en el mundo y oscurece la percepción de la tragedia de los jóvenes secuestrados y de sus familias. Además, en la prensa israelí más responsable, como el diario Haaretz, ya han comenzado las denuncias sobre los alcances reales de la operación que se está llevando a cabo, con tanta más razón, dado que algunos voceros de la derecha ya han expresado que la operación contra Hamas continuará, con independencia del destino de los jóvenes secuestrados.
Esta información puede variar de un momento a otro porque el proceso es muy rápido, pero su doble objetivo, humano por un parte y político por otro, es muy evidente y peligroso.